martes, 17 de marzo de 2020

MUERTO EN VIDA... (No importa tanto quien lo dice, si no más bien lo que dice)

En síntesis, es lo opuesto de la doctrina católica, es liberal en cuanto laicista y agnóstico, socialista en cuanto demagógico e igualitario y además, falsifica la Historia para denigrar la civilización cristiana, especialmente la Edad Media y a toda persona que se haya opuesto a la Revolución iniciada en el Renacimiento. 
A los del pasado los ignora o los denigra. A los contemporáneos los "destierra" de la vida pública y trata de arruinarlos en la vida privada. Para eso, prepara "listas negras" en las cuales se los incluye. El "establishment", que tiene toda la plata, todos los cargos y todas las escaleras que llevan a la fama, tiene esas "listas negras" a mano permanentemente y jamás permitirá que uno de los que en ella aparecen salga del anonimato, a no ser para ser vilipendiado. 
Obviamente, yo adhiero firmemente a todo lo contrario del Pensamiento Único y me he pasado la vida combatiendo sus mentiras. He escrito miles de páginas para sostenerlo. Como consecuencia de ello, estoy en esa "lista negra", motivo por el cual jamás podría tener un cargo público importante, ni ser "abogado exitoso", ni ser nombrado en una cátedra universitaria, ni en una Academia, ni ser invitado a hablar ante un audiencia numerosa, ni mis libros ser editados por una editorial importante ni vendido en las librerías grandes (como expliqué en el nro. 1175, del 17/7/2013 de este periódico) y lo que es peor, ni mis "amigos" se avienen a considerarme "elegible" porque como me dijo uno de ellos con una sinceridad brutal (no exenta de cobardía): "No es sólo que vos estás quemado sino que quemás a quien se te acerca". Motivo por el cual ese buen "amigo" se mantiene a prudente distancia, como todos los demás. 
La "usina central" que tiene atenazado a nuestro desdichado país, sabe muy bien que si yo tuviera poder intentaría seriamente acabar con el de ella y el de sus sirvientes, y pondría toda la fuerza del gobierno al servicio de la Justicia. Y eso no le conviene porque ella vive de la iniquidad y de la mentira. 
Ya me voy poniendo demasiado viejo como para confiar demasiado en mis fuerzas para hacerlo. Pero todavía me quedan bastantes y ellos saben que si me dan la más mínima oportunidad, les va a costar muy caro. Por eso no me la darán jamás y hasta cuentan con mis "amigos" para encerrarme en un círculo de silencio y de inoperancia. Por eso mis enemigos ni se ocupan de mí. 
Puede decirse que, políticamente, soy un muerto en vida. Pero como esta no es la vida sino la que nos espera después de pasar por este valle de lágrimas, no pierdo la esperanza. Sólo siento que se me acaba el tiempo para hacer algún bien por este suelo en el que estaba mi Patria, en especial para liberarlo de esta tiranía e instaurar una Autoridad legítima. 
En el fondo, no lo siento por mí, porque confío contra toda esperanza en que la misericordia de la Santísima Virgen me llevará al Cielo cuando haya concluido esta carrera frustrada que estoy corriendo. Lo siento por mis hijos, mis nietos y por todos los niños que van creciendo encerrados en estas fronteras sin saber que sus padres los están entregando a este Moloch misterioso que nos domina y que exige que le sea sacrificada, no la vida de ellos, sino su inocencia. Todo está preparado para corromperlos y esclavizarlos aún más de lo que ya lo están sus padres.

¿QUE ES Y PARA QUE SIRVE LA SACRISTÍA EN LA IGLESIA? ... Remodelación de la Sacristía de la Iglesia Inmaculado Corazón de María en la Ciudad de Tampa Fl,

En especial es empleado por el párroco y demás oficiantes como lugar para realizar las preparaciones necesarias y para cambiarse antes y después de la misa. La sacristía está habitualmente al cargo de un sacristán
Cajonera para guardar las casullas
La sacristía, aunque en sentido estricto no forma parte del conjunto litúrgi­co, juega un papel importante en la preparación del culto y en su digna realización. La sacristía mayor consiste en una habitación a modo de capilla que incluso puede tener un altar fijo. Debe ser espaciosa y se situará cerca del presbiterio o de la entrada de la iglesia. Es habitual construirla detrás del altar mayor. Sería deseable que hubiese otra sala cerca de la puerta de entrada a la iglesia, para cuando haya procesión de entrada.
El motivo central de la sacristía mayor puede ser un crucifijo o alguna otra imagen sagrada. Habitualmente, los clérigos y los ayudantes vene­ran esta imagen antes y después de las celebraciones litúrgicas. Es conveniente que haya, para información de los celebrantes visitantes, una cartela con los nombres del Papa y del obispo diocesano, y con el título de la iglesia. En la puerta de acceso a la iglesia debe haber una pila de agua bendita. También, junto a esta puerta, puede colgarse una campanilla para avisar al pueblo cuando una procesión vaya a hacer entrada en la iglesia.
Al diseñar o renovar una sacristía se deberían tener presentes los siguien­tes detalles: una mesa o un banco espacioso para extender los ornamen­tos, armarios y cajones grandes para guardar los ornamentos sagrados, una caja fuerte para los vasos sagrados y la llave del sagrario, un lavabo, toallas, un lavabo pequeño con desagüe directo a la tierra (sacrarium), un sitio donde guar­dar el pan y el vino para el sacrificio eucarístico, una estantería para guardar los libros litúrgicos, un reloj, un soporte para la cruz procesional, un sitio para reservar la Eucaristía durante las ceremonias de Pascua, y un armario o sitio decoroso para los san­tos óleos, si no se guardan en el baptisterio. Un espejo, para que los ministros y ayudantes puedan verse vestidos, es también importante que exista.
En la «sacristía de trabajo» debería haber un lavabo grande con agua caliente y fría, una mesa para planchar y una plancha, un lugar donde recoger una aspiradora y material de limpieza, más un mueble donde almacenar los candeleros, los candelabros, la base del cirio pascual, las figuras del belén y accesorios tales como: velas, lámpa­ras votivas, repuesto para lámparas de aceite o de cera, incienso, carbón y las palmas del año anterior; también sería práctico tener un refrige­rador. En la sacristía o cerca de ella, debe haber una zona para guardar y encender los incensarios. Los ayudantes y el coro deberían tener una habitación separada para cambiarse.
En la sacristía se tendrán en cuenta los mismos principios de limpieza y de orden que son esenciales en el cuidado de la iglesia. Habrá que tener un especial cuidado en la conservación de objetos decorativos, vasos sagrados y ornamentos que hayan sido heredados del pasado, excepto los de escaso valor que no vale la pena reparar o restaurar. Quienes están en la sacristía, antes o después de la celebración litúrgi­ca, deben guardar silencio o en hablar en voz baja.





EN TIEMPOS DE EPIDEMIAS, PANDEMIAS Y OTRAS PESTES ...

El significado de estos eventos.
La Iglesia también nos pide que comprendamos el significado de estos eventos. Nuestra primera reacción debe ser un reflejo de la mirada sobrenatural y aquí, quizás los creyentes más preocupantes y queridos, en estos días, no es tanto esta epidemia, no es tanto lo que está sucediendo, sino ver que el miedo ha entrado en la Iglesia, y con él preocupación y falta de fe.
No es hora de vaciar las fuentes de agua bendita, no es hora de cerrar las iglesias, no es hora de rechazar la comunión para los fieles o incluso los sacramentos para los enfermos. En cambio, es hora de acercarse a Dios, entender el significado de estas calamidades. Históricamente, la Iglesia, durante las plagas y epidemias, realizaba procesiones públicas con manifestaciones de la fe; Esta ha sido una oportunidad para que la Iglesia predique la penitencia. Como en el hermoso pasaje del Antiguo Testamento que acabamos de leer en la epístola: el Rey David pecó por orgullo al querer registrar a su pueblo para tener la satisfacción de saber que él gobernaba sobre una gran nación. La consecuencia de esto fue el castigo de Dios. Sí, porque Dios castiga cómo un padre puede castigar a sus hijos. El castigo de ese orgullo fue una epidemia terrible, pero tan pronto como Dios vio que los corazones se volvieron hacia él, interrumpió la venganza del ángel de la enfermedad.

Tiempos de penitencia.
Ha llegado la hora de la penitencia, el tiempo de regresar a Dios, tanto los justos como los pecadores, todos tenemos que hacer penitencia. Dios no siempre castiga y los eventos, las calamidades, no siempre son causadas directamente por Dios, lo que puede suceder en casos excepcionales. Son las leyes de la naturaleza las que producen estas cosas: terremotos, epidemias. Estas son las consecuencias del hecho de que, desde el pecado original, el hombre ya no es el dueño de todo. Sí, el hombre ya no es el dueño de todo, queridos creyentes.
Pero desde la venida de Nuestro Señor Jesucristo, Dios ha dicho que nos protegería de estas calamidades públicas si fuéramos fieles a Él. El problema hoy no es que usemos recursos humanos para tratar de repeler estas calamidades, esto es completamente normal, todo está en el orden de las cosas, el problema es que le decimos a Dios “déjenos en paz, controlemos esto”. El único que tiene la situación “bajo control”, como dicen hoy, es el buen Dios. Entonces ¿Qué hace nuestro Señor? Él nos dice: “¿No quieres mi ayuda? Así que haz todo tú mismo”, y esto es lo peor, lo peor.

Volvamos al buen Dios.
Como dije, esta no es la primera epidemia que enfrenta el mundo, y puede que no sea la más grave. ¡Piense en la gripe española al final de la Primera Guerra Mundial, que causó más de cincuenta millones de muertes! La Iglesia estaba en primera línea, si tienes curiosidad, busca los archivos fotográficos de la época. Verás a las monjas que cuidaron a los enfermos y que ya llevaban la famosa máscara de la que tanto se habla hoy, nada nuevo bajo el sol. Los católicos estaban en primera línea para practicar la caridad, a veces a riesgo de sus vidas.
Esta es una oportunidad para manifestar tu fe. Durante la terrible epidemia de gripe española, la Iglesia continuó celebrando el culto, los sacramentos, los sacramentales, el recurso a la intercesión de los santos, la gran tradición de la Iglesia. Debemos hacer lo mismo, queridos creyentes. No seamos, y ahora me dirijo a los sacerdotes, no seamos como esos malos pastores que, cuando ven al lobo, o al virus, huyen en la distancia. Seamos buenos pastores.

Víctimas con Nuestro Señor.
Queridos creyentes, siempre nos preguntamos, cuando hay desastres, por qué los buenos también se ven afectados. No solo pecadores, sino buenos. Recuerde que fue durante la terrible gripe española que Jacinta y Francisco, los dos pequeños pastores de Fátima, murieron en condiciones muy terribles, ofreciendo sus vidas por la conversión de los pecadores. Aquí hay una ley que durará hasta el fin de los tiempos: el buen Dios necesita víctimas, víctimas que expiaron en unión con la víctima por excelencia, Nuestro Señor Jesucristo. En el evangelio los apóstoles interrogan a Jesús sobre una masacre que tuvo lugar en el templo de Jerusalén: los galileos vinieron a rezar, ofrecer el sacrificio y, en esa ocasión, Poncio Pilato los masacró. Esto desconcertó a los apóstoles y a los discípulos de Jesús: “¿Cómo se masacra a los santos que ofrecen el sacrificio? ¿Qué pecado cometieron para que Dios los castigara de esta manera?”.
Del mismo modo, los Apóstoles interrogaron a Jesús: hubo una catástrofe en Jerusalén, una torre se derrumbó, la torre de Siloé, que dejó dieciocho muertos, y los apóstoles se hicieron la pregunta. “¿Qué hicieron para morir así, en una peregrinación a Jerusalén, siendo aplastados así debajo de una torre?” ¿Cuál es la respuesta de nuestro Señor? Él dijo: “¿Crees que esos galileos eran pecadores más grandes que todos los demás galileos, porque sufrieron tanto? No, te digo; si no haces penitencia, todos perecerán de la misma manera”. Esto es lo que dice el Señor.

Las calamidades son consecuencia de los pecados.
Las calamidades deben hacernos pensar que si no hacemos penitencia, todos pereceremos. Dios es bueno, no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva.
Las calamidades públicas son a menudo la consecuencia de los pecados de las autoridades públicas. Hoy tenemos razón en preocuparnos porque, todas las malas leyes que se multiplican, todas las violaciones de la ley natural, la apostasía, incluso en la Iglesia, que vemos hoy, no pueden dejar indiferente al buen Dios. En el Antiguo Testamento, leemos que los judíos protestaron porque Dios no los castigó: “¿No nos amas, Señor?” ... Prefirieron el castigo de Dios al silencio de Dios, y ese silencio es quizás lo peor.
Queridos fieles, todo el día, en los televisores, se muestran datos sobre los enfermos y los muertos, y es realmente impresionante. Pero no olvidemos que, por ejemplo, recientemente en Bélgica, en un año, tres mil personas fueron sacrificadas, estas son cifras oficiales, hay niños entre ellos. No estoy hablando de la cantidad de abortos hoy. Todos estos pecados claman al cielo. Queridos creyentes, debemos pensar en esto, debemos hacer penitencia: Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva.

La forma tradicional de abordar las epidemias.
Queridos creyentes, entre los presentes, algunos vinieron aquí por primera vez, los conocí esta semana. Son personas a las que se les ha negado la comunión en las iglesias porque afirman que es la forma tradicional, en la boca, y vienen aquí porque quieren la comunión.
Aquí ves la debilidad, por decir lo menos, de los responsables en la Iglesia, afortunadamente no todos. No hay mayor riesgo de propagar el virus a través de la comunión en la boca que en la mano. Además, un obispo, afortunadamente, todavía hay algunos obispos de este tipo en los Estados Unidos, recordó en una carta a sus fieles: “Consulté a un comité de especialistas, médicos, antes de escribir esta carta y dicen que con la comunión en la boca no mayor peligro de propagación”.

La comunión no es la fuente de la muerte, sino de la vida.
Los fieles tienen el derecho, como recordó la Santa Sede hace unos años, a recibir la comunión en sus bocas. Los que están en calamidad no están privados de los sacramentos. Así que le digo: siéntase como en casa, porque siempre encontrará aquí la forma habitual y tradicional de la Iglesia de abordar las epidemias. También confía en la medalla milagrosa, úsala, tómala, Es un baluarte contra todas las tentaciones del diablo.
En poco tiempo, después de la Misa, todos tendrán la posibilidad de venir a la mesa de comunión para recibir la bendición con reliquias que tenemos, entre otras reliquias, las de San Pío X, San Pío V, de nuestra amada Santa Cura de Ars y de San Juan Eudes. También hay una reliquia de Santo Tomás de Aquino que celebramos hoy. No son amuletos, sino una forma de recibir la protección de estos santos, vivir en el cristianismo, soportar la enfermedad y protegerse de ella, si esa es la voluntad de Dios.

Ser como niños.
Termino diciendo que esta enfermedad tiene una peculiaridad, como la vemos hoy: aparentemente, no afecta, o al menos no afecta seriamente, a los niños. Quizás haya una señal de Dios allí, porque en el Evangelio Nuestro Señor nos dice: “En verdad te digo, si no te conveirtes en un niño, No entrarás en el Reino de los Cielos”. No entrar en el Reino de los Cielos es ser condenado, este es el peor peligro, esta es la peor calamidad.
En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén
Visto en: STAT VERITAS