sábado, 23 de agosto de 2014

LAS PUERTAS DEL INFIERNO NO PREVALECERAN (Por el Dr. Rama Coomaraswamy)


Consideremos el principio de: "por sus frutos los conoceréis". Ahora bien ¿cuáles son los frutos de la nueva religión? Miles de sacerdotes han abandonado su vocación -y de los que permanecen un 25% solicitaron el permiso para casarse y se les negó. Monjes y monjas se secularizaron a miles. Los seminarios están virtualmente desiertos. La edad media de los sacerdotes en los Estados Unidos es de 50 años y pico, con un descenso del 40% del nivel actual para el final de la década. Mucho más trágico aún: a pesar de la amplia variedad de "liturgias" ofrecidas -desde conservadoras hasta radicales- millones de católicos han dado la espalda a la Iglesia, y para todo tipo de propósitos, la juventud ya no está interesada en lo que ella tiene que ofrecer. Solo un 15% de los fieles oyen todavía la Misa del Domingo y entre estos, mientras las comuniones suben las confesiones bajan, dando la impresión de que el pecado está disminuyendo. Un 80% de los católicos casados usan controles de natalidad y lo hacen creyendo que tal cosa no viola ningún principio divino; las estadísticas de divorcio no muestran ninguna diferencia entre los católicos y los otros; y en el campo práctico existe un completo caos con respecto al comportamiento sexual.
Junto a todo esto está la corrupción, es más, la destrucción de la doctrina y la teología. La aceptación de la evolución como un hecho en todos los campos -sea en biología, sociología, teología- incluso la tesis teilhardiana de que ¡el mismo Dios evoluciona! La abrogación de los cánones 1399 y 2318, el rehusar la Iglesia condenar a los herejes y la descarada indulgencia extendida a aquellos que, como Hans Küng -cuyo nombre es "legión"- envenenan el pensamiento de los fieles, son síntomas de la malignidad modernista ampliamente extendida. La así llamada "desacralización" y "desmitologización" de la Iglesia combinada con la mala representación de todo lo tradicional, ha acabado en una familiaridad y vulgaridad que lo ha invadido todo. Recientes intentos de disimular esto vistiendo a los presidentes (el clero) y a las monjas con la vestidura tradicional no ha cambiado en nada la situación.
El que tenga oídos que oiga. Pero ¿quiénes querían escuchar? Su eslogan y leitmotiv estaba colgado en la pared desde la apertura del Concilio y era el Aggiornamento ("puesta al día", "actualización"), un concepto contrario a cualquier Religión basada en las verdades eternas y en la Revelación. Roncalli, alias Juan XXIII, declaró en aquella ocasión su intención de "salvaguardar el sagrado depósito de la fe con más efectividad". No se necesita mucha imaginación para entender lo que quería decir -y no dudó en declarar que "... la sustancia de la antigua doctrina contenida en el depósito de la fe es una cosa, y otra la manera en la que es expresada". Esta declaración es falsa y de hecho satánica, ya que abrió la puerta a todas las traiciones y falsificaciones que le siguieron. Las formulaciones tradicionales no son artículos de lujo superficiales, ellas son garantía de verdad y de eficacia; además ellas expresan adecuadamente lo que quieren decir -su adecuación es de hecho su raison d'être. ¿No es la verdad inseparable de su expresión? ¿No reside la fuerza de la Iglesia en que sus viejas expresiones son siempre válidas? Ellas solo disgustan a los que quieren hacer modernismo, cientismo, evolucionismo y socialismo apartándose del "Depósito de la fe".
Uno debe tomar un fenómeno por lo que es. Si uno ve un tigre en las calles de Nueva York, no necesita el telediario para saber que lo que ha visto es una realidad. Uno puede negar su existencia solamente arriesgándose a perder la propia vida.
A pesar de lo obvio, los hay todavía que, deseando tener "lo mejor de ambos mundos", quieren exculpar a la Iglesiapostconciliar, y los que intentan explicar cómo "el humo de Satán" casi ha oscurecido "la bóveda de San Pedro". Algunos dicen que es porque el Concilio y las subsecuentes innovaciones fueron "mal interpretadas". Pero ¿por quiénes? Otros, proclamando a voces su lealtad a aquéllos que usurpan el Trono de Pedro, afirman que es por culpa de los obispos y cardenales que están alrededor de él. Pero ¿quién los eligió? ¿Desde cuándo ha sido abandonado el principio de respondeat superior? (Incluso el infierno tiene una estructura jerárquica). A pesar del hecho de que tales declaraciones están a menudo motivadas por el deseo de "tapar la borrachera de Noé", ellas son una combinación de improbabilidades y de hipocresía.
Tanto si nos gusta como si no, la culpa debe recaer principalmente sobre los "papas" postconciliares. Aunque ninguno de nosotros está libre de algo de culpa, son ellos quienes deben llevar la carga. Son ellos quienes aprobaron el Concilio y las Reformas, y sin su aprobación, ni el Concilio ni las Reformas hubieran tenido significado ni autoridad. Son ellos quienes han aplicado mal el principio de la obediencia para mantener a los fieles dentro de su línea. Son ellos quienes toleran toda desviación concebible mientras condenan sin ambages todo lo que es tradicional. No son individuos que han "caído en la herejía", o que, como diría Lefebvre, están "tocados de modernismo", (¿puede una mujer tener un toque de preñez?). Ellos son mucho peor, son herejes que han sido elegidos precisamente porque son herejes; son hombres que, según las leyes de la Iglesia Tradicional se han excomulgado a sí mismos desde hace tiempo. Y esta condenación se aplica virtualmente a todo el "cuerpo electoral" responsable de la implantación de lo que sólo se puede describir como una conspiración modernista. Además se aplica también a la aduladora jerarquía que se declara a sí misma una cum aquellos que están en el poder.
"Y Ciaphus era, en su propia opinión, un benefactor de la humanidad" (Blake). Hablar de una conspiración no es negar la sinceridad de aquéllos en ella involucrados. Porque ¿a qué hereje le falta sinceridad? Tampoco es afirmar que todo individuo que dio y da su aprobación sea un subversor consciente. (Aunque Nuestro Señor dijo que el que no está con Él está contra El, no condenar el error es tolerarlo). El resultado neto está claro. El Concilio y sus consecuencias fueron llevados a cabo de acuerdo a una conspiración de individuos a quienes el Papa San Pío X condenó claramente, y contra quienes él quería proteger a la Iglesia. Él llegó a declarar, en su calidad de Papa y por lo tanto ex cathedra, que cualquier individuo que defendiera incluso una sola proposición modernista condenada por sus Encíclicas y el Decreto Lamentabili estaba ipso facto (de inmediato) y latæ sententiæ (antes de la sentencia pública) excomulgado -es decir, por ese mismo hecho y sin necesidad de que nadie lo declare públicamente (Præstantia Scripturæ, 18 de Noviembre de 1907). Ningún padre (conciliar) que firmara los documentos del Concilio ni ningún miembro de la jerarquía que los aceptara y los enseñara, puede declarar que se queda fuera de la condenación. Todo aquél que se considere "en obediencia" a la nueva Iglesia, acepta implícitamente sus principios modernistas .
Consideremos la Libertad Religiosa. Es la idea de que todo hombre es libre para decidir por sí mismo lo que es verdadero y falso, lo que está bien y mal, y de que en su misma dignidad humana reside precisamente esta libertad. Imaginemos a Cristo en la Cruz diciéndonos que vino a establecer una Iglesia visible, "Una, Santa, Católica y Apostólica", y para confiarle a ésta aquéllas verdades necesarias para nuestra salvación, para asegurarnos, sin embargo, a continuación que no tenemos la obligación de escucharle, que somos libres para elegir por nosotros mismos lo que debemos creer y que nuestra dignidad humana real reside, no en conformarnos a Su Imagen, sino ¡en hacer tales elecciones! ¡Increíble! Y ahora, unos dos mil años después, nosotros encontramos al representante de Cristo cuya función es enseñarnos lo que Cristo nos enseñó, asegurándonos que como resultado de la Encarnación de Cristo, todos los hombres, incluso aquéllos que rechazan la misma idea de Dios, están salvados, que la Iglesia de Cristo, por su propio defecto, ha perdido su "unidad" y que la Crucifixión no es sino "un testimonio de la dignidad humana del hombre", el cual tiene la aptitud para determinar por sí mismo lo que es verdadero y falso. ¡La locura goza de dominio absoluto!
Uno puede argumentar que estos falsos papas han dicho algunas cosas buenas. Tal cosa, sin embargo, no tiene importancia o interés en la situación actual en la que nosotros debemos decidir si ellos son o no son verdaderos representantes de Cristo en la tierra. Si ellos son verdaderamente "una persona jerárquica" con Nuestro Señor, entonces debemos obedecerles. Pero los Católicos deben entender que la infalibilidad del Papa depende totalmente de su propia obediencia a Cristo, y que cuando él rechaza a Cristo y falsifica sus enseñanzas, nosotros debemos rechazar su autoridad. Como dijo S. Pedro: "se debe obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hechos 5, 29).Un papa modernista es una imposibilidad. O bien es modernista y entonces no es Papa o bien es Papa y entonces no es modernista. Todo esto no es cuestión de elegir o escoger lo que nosotros debamos creer. Es cuestión de ser Católico. Negar este principio es declarar que ¡Cristo es un mentiroso! Santa Catalina de Siena nos dijo que un Papa que falsifique su función irá al infierno, y más adelante, que los que le obedezcan, irán allí con él. Acabemos con aquéllos que afirman que Juan Pablo II está intentando que la "Iglesia" vuelva a la Tradición. La mentira se expone fácilmente. Todo lo que él tiene que hacer es rechazar el Vaticano II y restaurar los Sacramentos tradicionales. Fuera de esto, él no es sino un lobo con traje de cordero dando gato por liebre.
¿Han prevalecido "las puertas del infierno"? Ciertamente que no. Los Católicos saben que Cristo no puede mentir. Examinemos entonces el significado de esta promesa. Lo que ella proclama es que la verdad vencerá al final aunque no necesariamente a "corto plazo". Que esto es "verdad" es una certeza intelectual, ya que el error solo se puede definir como la negación de la verdad. Ahora bien, la Iglesia Católica es verdadera, y por lo tanto, no puede ser totalmente destruida como no puede serlo la misma verdad. Pero esta Iglesia no se basa en números, ni en edificios, ni siquiera en la necesidad de la jerarquía. La verdad funciona ex opere operatio. Ella reside en los fieles (la jerarquía debe ser "de los fieles" antes de que estos puedan ser "de la jerarquía", o como los teólogos lo exponen, deben ser miembros de la "Iglesia creyente" antes que de la "Iglesia docente" (el Magisterio). Todo niño bautizado, según el rito tradicional, se convierte en "miembro del Cuerpo de Cristo". Y ¿qué es la Iglesia sino el Cuerpo de Cristo, la Presencia de Cristo en este mundo? Se sigue entonces de esto, como apunta Catalina Emmerich, que si hubiera solamente una persona viva que fuera verdaderamente Católica, la Iglesia residiría en ella.
La visibilidad es una cualidad de la Iglesia ¿Necesita la visibilidad una jerarquía? La cuestión está abierta a debate, pero el tiempo no ha terminado todavía su curso. En cualquier evento, los obispos tradicionales están disponibles, y si solamente sobreviviera un obispo tradicional, la jerarquía residiría en él. Sin embargo lo que hay que recordar es que la Iglesia no existe en razón de la jerarquía, es la jerarquía la que existe en razón de la Iglesia. Y la historia ha demostrado que los Católicos pueden vivir y mantener la fe durante siglos sin ninguna jerarquía. Dios conoce a los suyos y no los abandonará. Si un obispo es necesario para la visibilidad de la Iglesia, ciertamente que Dios proveerá uno. En última instancia, somos nosotros los que abandonamos a Dios, su verdad y su Iglesia, y no al contrario.
Alguien podría pensar que los cambios fueron más que suficientes para inducir a los fieles a la rebelión. La gran sorpresa, verdaderamente apocalíptica, fue que el pueblo católico no lo hizo. Y también que se pudiera demostrar lo que valían realmente los católicos "sinceros, piadosos, fervorosos y bien intencionados". Uno puede sentirse tentado a compadecerlos, pero como siempre, incluso en esta situación, "Dios conoce a los suyos". Se debe insistir sobre esto, ya que los verdaderamente inocentes son muchos menos numerosos de lo que se suele creer. El argumento que dice que no es posible ni probable que Dios abandone "a los suyos" presupone que "los suyos" no merezcan ser abandonados, cuando de hecho estos lo merezcan precisamente hasta el punto en que sean abandonados realmente.
¿Por qué no se rebelaron los Católicos? Bueno, ante todo, algunos lo hicieron, pero su postura era indeterminada debido a un pobre liderazgo. Psicológicamente dependientes de la jerarquía y del clero, buscaban una guía que no les fue proporcionada. Los modernistas, trabajando durante décadas, habían preparado el terreno, e incluso aquéllos que no eran subversivos tenían su fe corrompida y por lo tanto debilitada. Quizá hubieran en el Concilio 70 personas que -hacia el final- comenzaron a comprender lo que estaba ocurriendo. ¡Ya no los hay! Y entre ellos ninguno estuvo dispuesto a tomar una clara postura drástica con sólidos fundamentos. Incluso Lefebvre basó su oposición en falsas premisas teológicas, arguyendo por ejemplo que se puede desobedecer a un Papa válido . En segundo lugar, durante décadas, los fieles fueron inadecuadamente instruidos en su fe y desanimados a llevar una activa vida espiritual. Educados en colegios secularizados, adoctrinados por sacerdotes "liberales", ellos eran, en general, modernistas sin saberlo. Y finalmente, tanto el clero como los laicos, encontraron el mundo moderno seductivamente atractivo. Ellos se hallaron con el rechazo y el desprecio del mundo moderno -un mundo que había repudiado a la Iglesia y que como el hijo pródigo se había alejado del seno del padre -cada vez más intolerable. Ellos no podían aceptar la desaprobación de este mundo en el cual creían aun más firmemente que en Cristo. El Concilio declaró que la Iglesia no sólo estaría de hoy en adelante "abierta al mundo", sino ¡que lo "abrazaría"! Su objetivo declarado y su promesa era el aggiornamento para introducir a la Iglesia "dentro del siglo XX", hacerla parte de él y aceptable a este mundo. Ya no proclamó que era necesario que el hijo pródigo volviera al seno del padre. En vez de esto, abandonando tanto su función como su identidad, ella proclamó que el padre estaba obligado ¡a comer la bazofia apta solamente para cerdos! Clero y laicado -excepciones aparte- se precipitaron de cabeza al mar a gastar su patrimonio como si no hubiera un mañana. Esto es en lo que consiste el corazón de la conspiración. Esto es lo esencial del caso. Esto es lo que creó el humo que remolinea en la Basílica de San Pedro. Esta chispa de rebelión, que está presente en el alma de todo hombre, solo necesitaba unos "aires de cambio" para crear un infierno.
No obstante, como siempre ha ocurrido a lo largo de la historia de la Iglesia, un resto persiste en mantener la plenitud de la fe. La verdadera Iglesia se puede encontrar entre aquéllos que creen y continúan creyendo de la misma manera que sus antecesores. Son ellos quienes dan testimonio de la verdad de la promesa de Cristo. Son ellos quienes proporcionan la prueba de que "las puertas del infierno no han prevalecido". No todos son profundos teólogos. No todos están sin pecado. Pero se les puede reconocer por su insistencia en los sacerdotes verdaderos, en la verdadera doctrina y en la verdadera Misa -la Misa de todos los tiempos.
Algunos acusarán a los Católicos tradicionales -que son los que insisten en mantener la totalidad de la fe Católica intacta y que por lo tanto rechazan la nueva religión de la Iglesia postconciliar- de estar en el "cisma". Tal acusación es falsa. En realidad, el cismático es el que se aparta de la verdad y no el que insiste en ella. Y si es necesario que uno se separe de algo para salvar la verdad, ¡larga vida al cisma! Pero en realidad, no es el Católico tradicional el que está en el cisma, sino aquéllos que son responsables de cambiar la fe Católica. Pero seamos claros y honestos. La nueva Iglesia no es cismática, es herética. De igual manera los Católicos tradicionales son acusados de ser Protestantes porque desobedecen al papa. Pero tales acusaciones son falsas. Los Católicos tradicionales no "eligen y escogen" lo que desean creer, sino que se adhieren con todo su corazón a lo que la iglesia siempre ha enseñado y hecho. Tampoco están desobedeciendo al Papa. Ellos creen que se debe obedecer al Papa, mientras sea el Vicario de Cristo en la Tierra y una "persona jerárquica" con Nuestro Señor. Ellos saben que cuando Pedro habla, es infalible porque es Cristo quien habla por medio de él. Ellos son acérrimos papistas y lo que están haciendo es nada menos que negarse a desobedecer a Pedro. En tal situación ellos están obligados a desobedecer a aquéllos que hablan falsamente en nombre de Pedro. Obedecer a los "papas" herejes y modernistas es declarar que son "una persona jerárquica" con Nuestro Señor y por tanto que Cristo enseña cosas falsas -¡quod absit!
Es un hecho desafortunado que muchos de los tradicionalistas no quieren ser etiquetados como "integristas" o "sedevacantistas". Y ¿por qué no? ¿Por qué detenerse a medio camino? Esto solamente nos lleva a reñir por causa de las posturas más absurdas, o a una timidez de lenguaje combinada con unos convencionales e infantiles sentimentalismos. Si los "papas" postconciliares son verdaderos Papas, obedezcámosles. Pero si no, obedezcamos a Pedro y por medio de él a Cristo. La gente dice estar "confusa" o "preocupada". ¿Por qué? Los antiguos catecismos están siempre ahí y las modernas innovaciones en principio no son diferentes de las de una época anterior. El pecado puede cambiar de estilo, pero no de naturaleza. "No hay mayor derecho que el de la verdad", y a pesar de las enseñanzas del Vaticano II, "el error no tiene derechos en absoluto".
Los Católicos tradicionales dan a menudo escándalos al discutir entre ellos. En comparación la nueva Iglesia parece más unida. En realidad lo está, ya que acepta bajo su tutela toda desviación concebible. Pero si los Católicos tradicionales parecen divididos es porque, en ausencia de un claro liderazgo, cada grupo individual procura determinar por sí mismo lo que es verdaderamente Católico. Lo que se necesita es un profundo estudio y una entrega a lo que es verdaderamente Católico por parte de todos. Parafraseando a Lenin, no tengamos enemigos a la derecha -nadie más ortodoxo y nadie más tradicional que nosotros mismos. Estemos unidos en la verdad, manifestada en la constante enseñanza y práctica de la Iglesia a través de los tiempos. Así que Dios nos ayude.
Es extraordinario que el clero moderno afirme estar interpretando "los signos de los tiempos". Cristo describió "los últimos tiempos" con colores muy sombríos. La Escritura advierte de una erupción del mal sin precedentes, llamada por San Pablo Apostasía, en medio de la cual aparecerá el "terrible hombre de pecado" e "hijo de perdición", el singular enemigo de Cristo, o sea el Anticristo; que esto será cuando dominen las revoluciones y la actual estructura de la sociedad se rompa en pedazos. Se nos dice que "ellos mancharán el Santuario en gran número y que quitarán el sacrificio perpetuo y que pondrán allí la abominación de la desolación". ¿No habla Jeremías en Nombre de Dios cuando dice: "Mi Tabernáculo está desolado, todas mis cuerdas están rotas. Mis hijos se han alejado de Mi… Porque los pastores han obrado el mal y no han buscado al Señor"? ¿Y no se nos dice que "se alzarán muchos falsos cristos" que predicarán falsas doctrinas y que incluso los aparentes elegidos serán engañados? Finalmente ¿no es el mismo Cristo quien nos dice que a su Venida final solo quedará un "resto" -un "resto" perseguido por el Anticristo? A pesar de tales advertencias el moderno Sanedrín de Roma insiste en apoyar y fomentar las fuerzas de la Revolución, y en proclamar su intención de crear un mundo mejor, en el que los principios de la Revolución Francesa se vean realizados -donde todos los hombres sean libres, iguales y vivan en una paz fraternal. Y con esto a la vista, se ha comprometido en la creación de una religión mundial en la que todos los hombres -incluso los ateos- estarán reunidos juntos como "pueblo de Dios" y la salvación será como el Vaticano II predica "un proceso comunitario". Afortunadamente, los Católicos tradicionales también saben interpretar los signos de los tiempos. Ellos ven en todo esto el cumplimiento de las profecías de las Escrituras. Es por lo que insisten en ser el Resto tradicional. Que Dios les dé el don de la perseverancia.
"Es necesario que ocurran escándalos…" Y esto no es porque sea alguna decisión arbitraria por parte de un Dios Personal -quod absit- sino porque se debe al necesario "juego" ontológico que resulta de la Omniposibilidad, que está inevitablemente relacionada con las contradicciones y privaciones sin las que el mundo no existiría. Dios no desea un "mal dado" sino que tolera "el mal como tal" en vista del aún más grande bien que resulta de éste.

ANTECEDENTES DE LAS ELECCIONES DE JUAN BAUTISTA MONTINI -ALIAS- PABLO VI Y DE KAROL WOJTYLA -ALIAS- JUAN PABLO II




TESTIMONIOS DE LOS AVANCES DE LA INFILTRACIÓN Y PREPARATIVOS PARA UN “PAPA” IDÓNEO
Los testimonios abundan, y los hechos están a la vista. Hace mucho tiempo, repetimos, que la Masonería ha estado invadiendo todos los ámbitos de la Iglesia. Pero acerca de interesantes sucesos durante el pontificado de S.S. Pio XII transcribiremos en parte el contenido de una carta en la que podemos confiar, más que nada por los resultadosp que están a la vista: la Sede romana usurpada por hombres anticatólicos; una curia formada por masones, herejes y comunistas, en gran parte, y el éxito de los planes elaborados hace siglos.
La carta es la respuesta a la solicitud hecha por un sacerdote al oficial J. Winkcler, quien en calidad de intérprete del italiano para los Estados Mayores vivió en Roma varios años en tiempos de S.S. Pío XII. Testigo de muchos acontecimientos, como católico no dudó en consignar sus experiencias. Dice, resumiendo:
Que en su calidad de intérprete fue invitado a la primera reunión de posguerra de las principales personalidades de la comunidad judía en Roma, y que en ella se hizo hincapié en los medios para poner fin al antisemitismo. Que esto se supo entre los católicos de origen judío que trabajaban en una Secretaría Especial del Vaticano que era una especie de departamento financiero, y que esas personas le buscaron, y le invitaron a pertenecer a una llamada “Asociación de Diplomados de la Universidad”, el capellán de la cual era Monseñor Juan B. Montini, en aquel entonces Substituto de la Secretaría de Estado de Pío XII. Que sus nuevos amigos le habían dicho significativamente refiriéndose a Montini:
“Él es de los nuestros”… Sigue relatando que, por ese entonces arribó a Roma como embajador ante la Santa Sede Jaques Maritain, de quien dice Winckler que“fue un regalo tonto y malvado de Georges Bidault”. (Nosotros decimos: ¿intencionalmente malvado?). Maritain invadió inmediatamente el grupo de Montini, y ya no hubo nada más que el “Humanismo Integral”, -narra Winckler- y que ya todo aquel grupo manifestó abiertamente su modernismo. Winckler los abandonó.
Nosotros queremos hacer notar que por esos años precisamente arribó también a Roma a estudiar teología Karol Wojtyla.
Proseguimos citando la carta de Winckler. Durante su pertenencia a la Asociación, Winckler había actuado como acólito de Monseñor Montini durante la Misa. Muchos creían que él era un especial seguidor de las teorías montinianas. En este contexto se acercó a él Monseñor S. Pignedolli, miembro eminente de la Curia, quien creyendo que Winckler conocía los antecedentes de cierto plan, -y según da a entender Winckler, queriendo hacerle cómplice en algo- se explayó haciéndole singulares confidencias. Pero para entender lo que sigue hay que recordar quién era el personaje a quien Pignedolli se refería en su confidencia; es preciso traer a la memoria al famoso masón cardenal Rampolla.
El cardenal Mariano Rampolla fue el Secretario de Estado de S.S. León XIII (1878-1903). Habiendo muerto éste y convocándose el cónclave, resultó electo Rampolla, pero el Emperador de Austria Francisco José (quien estaba en alianza con otros príncipes católicos) vetó el voto. En aquel tiempo tenían derecho a voto en el cónclave los príncipes católicos. Después de un gran revuelo -aunque sin llegar a los excesos de anteriores cónclaves dudosos- tomando en cuenta el veto del emperador, se declaró nula la elección de Rampolla y en la nueva votación resultó electo el cardenal José Sarto, después San Pio X. Esto sucedía en el año 1903. Diez años después moría Rampolla, descubriéndose en sus pertenencias su afiliación a la Masonería. El cónclave que había elegido a Rampolla había durado ¡sólo cinco días! escaso tiempo para una deliberación tan importante. Los masones liberales franceses se dieron a la protesta de manera especial. Pues bien, continuando con la carta de Winckler, manifiesta éste que Monseñor Pignedolli le habló de una gran revancha que se preparaba. Le hizo la reseña de todo el suceso del voto de Austria, cuyo resultado, según Monseñor había sido el de volver a hundir a la Iglesia durante más de medio siglo en el oscurantismo y en el aislamiento de la Edad Media; insistió en la necesidad de una apertura y de una adaptación de la Iglesia; finalmente le hizo entrever que se aproximaba una era nueva, y esto para muy pronto, gracias al éxito ya seguro (notemos que esto lo decía Pignedolli en 1945) gracias a uno que tendría éxito ahí donde Rampolla había tenido la desgracia de fracasar… “¿Quién es él?” le había preguntado Winckler; Pignedolli había respondido: “Usted le sirve en la misa todos los días”… Se trataba de Juan Bautista Montini.
Según Winckler, el grupo que había creído a principios de siglo dar en el blanco con el cardenal Rampolla o sea colocar a uno de los suyos en la cima de la Iglesia para remodelarla a su propia imagen, ese grupo de presión nunca se encontró desarmado… “¿Quién, -dice Winckler- tuvo la posibilidad de preparar las elecciones de Roncalli y Montini con mucha anticipación, de modo que la primera hiciera posible la siguiente?”… ¿Y las siguientes? añadimos nosotros.
Por los resultados que están a la vista la entrevista Pignedolli-Winckler no puede ser tachada de ficticia. Actualmente Sergio Pignedolli es Presidente del Secretariado para las Religiones no Cristianas, y es quien hace comunes las fiestas musulmanas del Ramadán para los católicos. Convencido de la igualdad de las“tres grandes religiones monoteístas”.


INFLUENCIA DE PABLO VI EN LA ELECCIÓN DE JUAN PABLO II
Imposible pensar que habiendo alcanzado el éxito enorme, primero, de poner en la cima de la Iglesia al iniciador de la revolución deseada, Roncalli, y logrando realizar un conciliábulo destructivo, no hubieran tenido preparados los autores del plan a otros sujetos aptos para continuar la exitosa tarea. De Juan XXIII se dice que fue “un papa de Transición”, y lo mismo se repite acerca de Juan Pablo I, cuyo“pontificado” de treinta y tres días estuvo rodeado de circunstancias extrañas, lo mismo que su muerte. El “deseado de las Naciones Unidas” para continuar la tarea después de Montini era según todas las evidencias, como la de la suma eficacia para consumar el plan, Monseñor Karol Wojtyla. Hay que hacer notar que si bien en los cónclaves de tiempos anteriores influyó la política laica, como en el veto de Austria, no es posible negar ahora la influencia de otras políticas que están a la vista.
Resumanos. Según narran los biógrafos en “Su Santidad” -datos conocidos sin necesidad de su relato- Paulo VI distinguió de manera especial a Karol Wojtyla en particular durante el mismo Vaticano II. Habiendo sido consagrado obispo en 1958, Paulo VI lo elevó al arzobispado en 1963, -quizá encantado por las intervenciones del obispo polaco en las sesiones conciliares que lo señalaban como miembro del“clan”-. En 1967 apenas terminado el conciliábulo lo elevó al cardenalato. Pero transcribimos algunos párrafos significativos de “Su Santidad”. Dicen:
“En la historia de la Iglesia casi nunca es posible determinar por qué un cardenal en particular es elegido papa. Pongamos mucha atención a lo que sigue: “Un observador minucioso puede develar las razones que llevaron al candidato -Karol Wojtyla- a estar en la mira de los papables.
El cardenal Andrezek Deskur, un profundo conocedor de la curia, cree que, de una manera misteriosa cada papa elige a su propio sucesor…
“El viejo Juan XXIII consideraba, sin lugar a dudas, que el cardenal de Milán Juan Bautista Montini, era el hombre adecuado para terminar el trabajo que él había comenzado con el Vaticano II… A Karol Wojtyla le prestaba Paulo VI una atención especial, cosa evidente para las personas cercanas al Papa después del concilio… Karol Wojtyla fue elevado al cardenalato por Montini cuando tenía cuarenta y siete años, y de ahí en adelante la colaboración y el afecto entre Paulo VI se harían más fuertes. Wojtyla fue nombrado en cuatro Congregaciones del Vaticano: El Clero, la Educación Católica, la Liturgia, y las Iglesias Orientales… Paulo VI recibía al cardenal Wojtyla frecuentemente en audiencias privadas. Nada más entre 1973 y 1975, Karol Wojtyla asistió a audiencias privadas unas once veces en el estudio de Paulo VI. Luego, en 1976, el Papa honró a Wojtyla con una invitación extraordinaria: le pidió que dirigiese los ejercicios espirituales de Cuaresma en el Vaticano para los miembros de la Curia y el personal de la casa papal. Ese mismo año el periódico New York Times señaló al cardenal como uno de los candidatos más frecuentemente mencionados para suceder al Papa Paulo VI”. (2)
Aquí caben dos pequeños comentarios. Los “ejercicios” espirituales dados por el cardenal Wojtyla a Paulo VI y su curia, no merecieron que se sepa, ninguna protesta por las herejías manifestadas. Por otra parte, dichos ejercicios han sido dados a conocer mundialmente en forma de libro, con el título de “Signo de Contradicción”. En cuanto al comentario de los biógrafos sobre el anuncio de Wojtyla como “papable” en el New York Times, ¿no constituiría, dadas las cosas, una “señal” para decir a ciertos interesados: “todo va bien”?


PREPARATIVOS DE PABLO VI PARA ASEGURAR LA ELECCIÓN DE WOJTYLA
No había ninguna razón para que Pablo VI dictara una disposición donde los cardenales octogenarios quedaran excluidos de los cónclaves de elección papal. Máxime cuando los excluidos se encontraban en perfecta salud mental, y era una evidente arbitrariedad privarlos del derecho de ejercer aquello para lo que precisamente habían sido constituidos: elegir Papa. Pero entre los cardenales que entonces eran mayores de ochenta años, y los que pronto alcanzarían la edad, había muchos “conservadores” indeseables. El documento que los dejó fuera -como una ley para el futuro- fue la “Constitución Apostólica Romano Pontífice Eligendo”dada por Montini en Roma el 1º de octubre de 1975. De todos los Movimientos de Resistencia Católica surgió la protesta considerando “nula de pleno derecho” dicha ley, y muchos manifestaron que “arrojaban sombras” sobre los próximos cónclaves. Nosotros junto con otros muchos católicos, no pensamos que es esa ley la que“arroja sombras” con todo y ser arbitraria; nosotros creemos que la Sede Romana está vacante por herejía del que la ocupa y que los cónclaves de los modenistas han sido nulos de toda nulidad. Pero bien, Paulo VI desde su ascenso se había dedicado a crear cardenales que a la elección de Wojtyla eran 115, de los cuales Montini había creado 100. Cuando se emitió la disposición de exclusión de los octogenarios, quedaron fuera del derecho de elección los siguientes, en número de trece, que no pudieron asistir al cónclave que elegió a Wojtyla: Ottaviani, Antonelli, Barbieri, Confalonieri, Caggiano, Dejorio, Fuinga, Marella, Mc. Inter, Miranda, Motta de Vasconcelos, O’Boyle, Shera, Parente y Slypji. Pero cardenales modernistas, masones, de tendencias protestantes, liberales, que profesaban las mayores herejías postconciliares, judíos y comunistas, esos sí estaban con todo derecho en el colegio cardenalicio al tiempo de la elección de Wojtyla, Por ejemplo:
El cardenal Pironio, al que en su patria, Argentina, llamaban “el pirómano” por sus tendencias comunistas revolucionarias. El cardenal Willebrands que como embajador de Pablo VI se jactaba por toda la Iglesia de la reinvindicación de Lutero, siendo también firmante de la concesión de los sacramentos católicos a los cismáticos y “otras confesiones”. Y estuvo también el ya mencionado Pignedolli, el de “nuestras fiestas del Ramadán”. Estos, entre otros.
El ilustre cardenal, teólogo renombrado Pietro Parente, encabezó la protesta de los cardenales octogenarios, pero es sabido que toda protesta venida de católicos verdaderos ante la iglesia postconciliar, choca con piedra. Nosotros estamos convencidos de que a los postconciliares no hay que rogarles nada, simplemente porque no tienen ningún derecho de conceder NADA, como no lo han tenido de abrogar nada. La Santa Iglesia Una, Católica Apostólica y Romana, sigue viviendo a Dios gracias, y lo que falta sólo a los católicos en resistencia es una gran tarea de UNIDAD, de unificación. Cristo está con nosotros, con Su Iglesia, hasta el fin de los siglos. Treinta y tantos años después del concilio y aún menos de la aplicación de las reformas ha sido poco tiempo, primero para salir de la sorpresa ante lo presentado “como desde Roma”, reaccionar, y actuar en cociencia. La Resistencia Católica existe, gracias a Dios, el verdadero Santo Sacrificio se celebra, y se tienen los verdaderos sacramentos. No es aquí el lugar para dictar programas de acción. La Resistencia Católica se manifestó desde un principio, y sólo le falta la unificación para la consolidación de la tarea.


(1) Historia de los Papas. Tomo II, Carlos Castiglione. Editorial Labor S. A. Barcelona, España, 1948, pags. 600-601.
(2) Su Santidad, pag. 127


Tomado de: Amor de la Verdad

jueves, 31 de julio de 2014

LAS PUERTAS DEL INFIERNO NO PREVALECERAN

Consideremos el principio de: "por sus frutos los conoceréis". Ahora bien ¿cuáles son los frutos de la nueva religión? Miles de sacerdotes han abandonado su vocación -y de los que permanecen un 25% solicitaron el permiso para casarse y se les negó. Monjes y monjas se secularizaron a miles. Los seminarios están virtualmente desiertos. La edad media de los sacerdotes en los Estados Unidos es de 50 años y pico, con un descenso del 40% del nivel actual para el final de la década. Mucho más trágico aún: a pesar de la amplia variedad de "liturgias" ofrecidas -desde conservadoras hasta radicales- millones de católicos han dado la espalda a la Iglesia, y para todo tipo de propósitos, la juventud ya no está interesada en lo que ella tiene que ofrecer. Solo un 15% de los fieles oyen todavía la Misa del Domingo y entre estos, mientras las comuniones suben las confesiones bajan, dando la impresión de que el pecado está disminuyendo. Un 80% de los católicos casados usan controles de natalidad y lo hacen creyendo que tal cosa no viola ningún principio divino; las estadísticas de divorcio no muestran ninguna diferencia entre los católicos y los otros; y en el campo práctico existe un completo caos con respecto al comportamiento sexual.

Junto a todo esto está la corrupción, es más, la destrucción de la doctrina y la teología. La aceptación de la evolución como un hecho en todos los campos -sea en biología, sociología, teología- incluso la tesis teilhardiana de que ¡el mismo Dios evoluciona! La abrogación de los cánones 1399 y 2318, el rehusar la Iglesia condenar a los herejes y la descarada indulgencia extendida a aquellos que, como Hans Küng -cuyo nombre es "legión"- envenenan el pensamiento de los fieles, son síntomas de la malignidad modernista ampliamente extendida. La así llamada "desacralización" y "desmitologización" de la Iglesia combinada con la mala representación de todo lo tradicional, ha acabado en una familiaridad y vulgaridad que lo ha invadido todo. Recientes intentos de disimular esto vistiendo a los presidentes (el clero) y a las monjas con la vestidura tradicional no ha cambiado en nada la situación.

El que tenga oídos que oiga. Pero ¿quiénes querían escuchar? Su eslogan y leitmotiv estaba colgado en la pared desde la apertura del Concilio y era el Aggiornamento ("puesta al día", "actualización"), un concepto contrario a cualquier Religión basada en las verdades eternas y en la Revelación. Roncalli, alias Juan XXIII, declaró en aquella ocasión su intención de "salvaguardar el sagrado depósito de la fe con más efectividad". No se necesita mucha imaginación para entender lo que quería decir -y no dudó en declarar que "... la sustancia de la antigua doctrina contenida en el depósito de la fe es una cosa, y otra la manera en la que es expresada". Esta declaración es falsa y de hecho satánica, ya que abrió la puerta a todas las traiciones y falsificaciones que le siguieron. Las formulaciones tradicionales no son artículos de lujo superficiales, ellas son garantía de verdad y de eficacia; además ellas expresan adecuadamente lo que quieren decir -su adecuación es de hecho su raison d'être. ¿No es la verdad inseparable de su expresión? ¿No reside la fuerza de la Iglesia en que sus viejas expresiones son siempre válidas? Ellas solo disgustan a los que quieren hacer modernismo, cientismo, evolucionismo y socialismo apartándose del "Depósito de la fe".

Uno debe tomar un fenómeno por lo que es. Si uno ve un tigre en las calles de Nueva York, no necesita el telediario para saber que lo que ha visto es una realidad. Uno puede negar su existencia solamente arriesgándose a perder la propia vida.

A pesar de lo obvio, los hay todavía que, deseando tener "lo mejor de ambos mundos", quieren exculpar a la Iglesiapostconciliar, y los que intentan explicar cómo "el humo de Satán" casi ha oscurecido "la bóveda de San Pedro". Algunos dicen que es porque el Concilio y las subsecuentes innovaciones fueron "mal interpretadas". Pero ¿por quiénes? Otros, proclamando a voces su lealtad a aquéllos que usurpan el Trono de Pedro, afirman que es por culpa de los obispos y cardenales que están alrededor de él. Pero ¿quién los eligió? ¿Desde cuándo ha sido abandonado el principio de respondeat superior? (Incluso el infierno tiene una estructura jerárquica). A pesar del hecho de que tales declaraciones están a menudo motivadas por el deseo de "tapar la borrachera de Noé", ellas son una combinación de improbabilidades y de hipocresía.

Tanto si nos gusta como si no, la culpa debe recaer principalmente sobre los "papas" postconciliares. Aunque ninguno de nosotros está libre de algo de culpa, son ellos quienes deben llevar la carga. Son ellos quienes aprobaron el Concilio y las Reformas, y sin su aprobación, ni el Concilio ni las Reformas hubieran tenido significado ni autoridad. Son ellos quienes han aplicado mal el principio de la obediencia para mantener a los fieles dentro de su línea. Son ellos quienes toleran toda desviación concebible mientras condenan sin ambages todo lo que es tradicional. No son individuos que han "caído en la herejía", o que, como diría Lefebvre, están "tocados de modernismo", (¿puede una mujer tener un toque de preñez?). Ellos son mucho peor, son herejes que han sido elegidos precisamente porque son herejes; son hombres que, según las leyes de la Iglesia Tradicional se han excomulgado a sí mismos desde hace tiempo. Y esta condenación se aplica virtualmente a todo el "cuerpo electoral" responsable de la implantación de lo que sólo se puede describir como una conspiración modernista. Además se aplica también a la aduladora jerarquía que se declara a sí misma una cum aquellos que están en el poder.

"Y Ciaphus era, en su propia opinión, un benefactor de la humanidad" (Blake). Hablar de una conspiración no es negar la sinceridad de aquéllos en ella involucrados. Porque ¿a qué hereje le falta sinceridad? Tampoco es afirmar que todo individuo que dio y da su aprobación sea un subversor consciente. (Aunque Nuestro Señor dijo que el que no está con Él está contra El, no condenar el error es tolerarlo). El resultado neto está claro. El Concilio y sus consecuencias fueron llevados a cabo de acuerdo a una conspiración de individuos a quienes el Papa San Pío X condenó claramente, y contra quienes él quería proteger a la Iglesia. Él llegó a declarar, en su calidad de Papa y por lo tanto ex cathedra, que cualquier individuo que defendiera incluso una sola proposición modernista condenada por sus Encíclicas y el Decreto Lamentabili estaba ipso facto (de inmediato) y latæ sententiæ (antes de la sentencia pública) excomulgado -es decir, por ese mismo hecho y sin necesidad de que nadie lo declare públicamente (Præstantia Scripturæ, 18 de Noviembre de 1907). Ningún padre (conciliar) que firmara los documentos del Concilio ni ningún miembro de la jerarquía que los aceptara y los enseñara, puede declarar que se queda fuera de la condenación. Todo aquél que se considere "en obediencia" a la nueva Iglesia, acepta implícitamente sus principios modernistas .

Consideremos la Libertad Religiosa. Es la idea de que todo hombre es libre para decidir por sí mismo lo que es verdadero y falso, lo que está bien y mal, y de que en su misma dignidad humana reside precisamente esta libertad. Imaginemos a Cristo en la Cruz diciéndonos que vino a establecer una Iglesia visible, "Una, Santa, Católica y Apostólica", y para confiarle a ésta aquéllas verdades necesarias para nuestra salvación, para asegurarnos, sin embargo, a continuación que no tenemos la obligación de escucharle, que somos libres para elegir por nosotros mismos lo que debemos creer y que nuestra dignidad humana real reside, no en conformarnos a Su Imagen, sino ¡en hacer tales elecciones! ¡Increíble! Y ahora, unos dos mil años después, nosotros encontramos al representante de Cristo cuya función es enseñarnos lo que Cristo nos enseñó, asegurándonos que como resultado de la Encarnación de Cristo, todos los hombres, incluso aquéllos que rechazan la misma idea de Dios, están salvados, que la Iglesia de Cristo, por su propio defecto, ha perdido su "unidad" y que la Crucifixión no es sino "un testimonio de la dignidad humana del hombre", el cual tiene la aptitud para determinar por sí mismo lo que es verdadero y falso. ¡La locura goza de dominio absoluto!

Uno puede argumentar que estos falsos papas han dicho algunas cosas buenas. Tal cosa, sin embargo, no tiene importancia o interés en la situación actual en la que nosotros debemos decidir si ellos son o no son verdaderos representantes de Cristo en la tierra. Si ellos son verdaderamente "una persona jerárquica" con Nuestro Señor, entonces debemos obedecerles. Pero los Católicos deben entender que la infalibilidad del Papa depende totalmente de su propia obediencia a Cristo, y que cuando él rechaza a Cristo y falsifica sus enseñanzas, nosotros debemos rechazar su autoridad. Como dijo S. Pedro: "se debe obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hechos 5, 29).Un papa modernista es una imposibilidad. O bien es modernista y entonces no es Papa o bien es Papa y entonces no es modernista. Todo esto no es cuestión de elegir o escoger lo que nosotros debamos creer. Es cuestión de ser Católico. Negar este principio es declarar que ¡Cristo es un mentiroso! Santa Catalina de Siena nos dijo que un Papa que falsifique su función irá al infierno, y más adelante, que los que le obedezcan, irán allí con él. Acabemos con aquéllos que afirman que Juan Pablo II está intentando que la "Iglesia" vuelva a la Tradición. La mentira se expone fácilmente. Todo lo que él tiene que hacer es rechazar el Vaticano II y restaurar los Sacramentos tradicionales. Fuera de esto, él no es sino un lobo con traje de cordero dando gato por liebre.

¿Han prevalecido "las puertas del infierno"? Ciertamente que no. Los Católicos saben que Cristo no puede mentir. Examinemos entonces el significado de esta promesa. Lo que ella proclama es que la verdad vencerá al final aunque no necesariamente a "corto plazo". Que esto es "verdad" es una certeza intelectual, ya que el error solo se puede definir como la negación de la verdad. Ahora bien, la Iglesia Católica es verdadera, y por lo tanto, no puede ser totalmente destruida como no puede serlo la misma verdad. Pero esta Iglesia no se basa en números, ni en edificios, ni siquiera en la necesidad de la jerarquía. La verdad funciona ex opere operatio. Ella reside en los fieles (la jerarquía debe ser "de los fieles" antes de que estos puedan ser "de la jerarquía", o como los teólogos lo exponen, deben ser miembros de la "Iglesia creyente" antes que de la "Iglesia docente" (el Magisterio). Todo niño bautizado, según el rito tradicional, se convierte en "miembro del Cuerpo de Cristo". Y ¿qué es la Iglesia sino el Cuerpo de Cristo, la Presencia de Cristo en este mundo? Se sigue entonces de esto, como apunta Catalina Emmerich, que si hubiera solamente una persona viva que fuera verdaderamente Católica, la Iglesia residiría en ella.

La visibilidad es una cualidad de la Iglesia ¿Necesita la visibilidad una jerarquía? La cuestión está abierta a debate, pero el tiempo no ha terminado todavía su curso. En cualquier evento, los obispos tradicionales están disponibles, y si solamente sobreviviera un obispo tradicional, la jerarquía residiría en él. Sin embargo lo que hay que recordar es que la Iglesia no existe en razón de la jerarquía, es la jerarquía la que existe en razón de la Iglesia. Y la historia ha demostrado que los Católicos pueden vivir y mantener la fe durante siglos sin ninguna jerarquía. Dios conoce a los suyos y no los abandonará. Si un obispo es necesario para la visibilidad de la Iglesia, ciertamente que Dios proveerá uno. En última instancia, somos nosotros los que abandonamos a Dios, su verdad y su Iglesia, y no al contrario.

Alguien podría pensar que los cambios fueron más que suficientes para inducir a los fieles a la rebelión. La gran sorpresa, verdaderamente apocalíptica, fue que el pueblo católico no lo hizo. Y también que se pudiera demostrar lo que valían realmente los católicos "sinceros, piadosos, fervorosos y bien intencionados". Uno puede sentirse tentado a compadecerlos, pero como siempre, incluso en esta situación, "Dios conoce a los suyos". Se debe insistir sobre esto, ya que los verdaderamente inocentes son muchos menos numerosos de lo que se suele creer. El argumento que dice que no es posible ni probable que Dios abandone "a los suyos" presupone que "los suyos" no merezcan ser abandonados, cuando de hecho estos lo merezcan precisamente hasta el punto en que sean abandonados realmente.
¿Por qué no se rebelaron los Católicos? Bueno, ante todo, algunos lo hicieron, pero su postura era indeterminada debido a un pobre liderazgo. Psicológicamente dependientes de la jerarquía y del clero, buscaban una guía que no les fue proporcionada. Los modernistas, trabajando durante décadas, habían preparado el terreno, e incluso aquéllos que no eran subversivos tenían su fe corrompida y por lo tanto debilitada. Quizá hubieran en el Concilio 70 personas que -hacia el final- comenzaron a comprender lo que estaba ocurriendo. ¡Ya no los hay! Y entre ellos ninguno estuvo dispuesto a tomar una clara postura drástica con sólidos fundamentos. Incluso Lefebvre basó su oposición en falsas premisas teológicas, arguyendo por ejemplo que se puede desobedecer a un Papa válido . En segundo lugar, durante décadas, los fieles fueron inadecuadamente instruidos en su fe y desanimados a llevar una activa vida espiritual. Educados en colegios secularizados, adoctrinados por sacerdotes "liberales", ellos eran, en general, modernistas sin saberlo. Y finalmente, tanto el clero como los laicos, encontraron el mundo moderno seductivamente atractivo. Ellos se hallaron con el rechazo y el desprecio del mundo moderno -un mundo que había repudiado a la Iglesia y que como el hijo pródigo se había alejado del seno del padre -cada vez más intolerable. Ellos no podían aceptar la desaprobación de este mundo en el cual creían aun más firmemente que en Cristo. El Concilio declaró que la Iglesia no sólo estaría de hoy en adelante "abierta al mundo", sino ¡que lo "abrazaría"! Su objetivo declarado y su promesa era el aggiornamento para introducir a la Iglesia "dentro del siglo XX", hacerla parte de él y aceptable a este mundo. Ya no proclamó que era necesario que el hijo pródigo volviera al seno del padre. En vez de esto, abandonando tanto su función como su identidad, ella proclamó que el padre estaba obligado ¡a comer la bazofia apta solamente para cerdos! Clero y laicado -excepciones aparte- se precipitaron de cabeza al mar a gastar su patrimonio como si no hubiera un mañana. Esto es en lo que consiste el corazón de la conspiración. Esto es lo esencial del caso. Esto es lo que creó el humo que remolinea en la Basílica de San Pedro. Esta chispa de rebelión, que está presente en el alma de todo hombre, solo necesitaba unos "aires de cambio" para crear un infierno.

No obstante, como siempre ha ocurrido a lo largo de la historia de la Iglesia, un resto persiste en mantener la plenitud de la fe. La verdadera Iglesia se puede encontrar entre aquéllos que creen y continúan creyendo de la misma manera que sus antecesores. Son ellos quienes dan testimonio de la verdad de la promesa de Cristo. Son ellos quienes proporcionan la prueba de que "las puertas del infierno no han prevalecido". No todos son profundos teólogos. No todos están sin pecado. Pero se les puede reconocer por su insistencia en los sacerdotes verdaderos, en la verdadera doctrina y en la verdadera Misa -la Misa de todos los tiempos.

Algunos acusarán a los Católicos tradicionales -que son los que insisten en mantener la totalidad de la fe Católica intacta y que por lo tanto rechazan la nueva religión de la Iglesia postconciliar- de estar en el "cisma". Tal acusación es falsa. En realidad, el cismático es el que se aparta de la verdad y no el que insiste en ella. Y si es necesario que uno se separe de algo para salvar la verdad, ¡larga vida al cisma! Pero en realidad, no es el Católico tradicional el que está en el cisma, sino aquéllos que son responsables de cambiar la fe Católica. Pero seamos claros y honestos. La nueva Iglesia no es cismática, es herética. De igual manera los Católicos tradicionales son acusados de ser Protestantes porque desobedecen al papa. Pero tales acusaciones son falsas. Los Católicos tradicionales no "eligen y escogen" lo que desean creer, sino que se adhieren con todo su corazón a lo que la iglesia siempre ha enseñado y hecho. Tampoco están desobedeciendo al Papa. Ellos creen que se debe obedecer al Papa, mientras sea el Vicario de Cristo en la Tierra y una "persona jerárquica" con Nuestro Señor. Ellos saben que cuando Pedro habla, es infalible porque es Cristo quien habla por medio de él. Ellos son acérrimos papistas y lo que están haciendo es nada menos que negarse a desobedecer a Pedro. En tal situación ellos están obligados a desobedecer a aquéllos que hablan falsamente en nombre de Pedro. Obedecer a los "papas" herejes y modernistas es declarar que son "una persona jerárquica" con Nuestro Señor y por tanto que Cristo enseña cosas falsas -¡quod absit!

Es un hecho desafortunado que muchos de los tradicionalistas no quieren ser etiquetados como "integristas" o "sedevacantistas". Y ¿por qué no? ¿Por qué detenerse a medio camino? Esto solamente nos lleva a reñir por causa de las posturas más absurdas, o a una timidez de lenguaje combinada con unos convencionales e infantiles sentimentalismos. Si los "papas" postconciliares son verdaderos Papas, obedezcámosles. Pero si no, obedezcamos a Pedro y por medio de él a Cristo. La gente dice estar "confusa" o "preocupada". ¿Por qué? Los antiguos catecismos están siempre ahí y las modernas innovaciones en principio no son diferentes de las de una época anterior. El pecado puede cambiar de estilo, pero no de naturaleza. "No hay mayor derecho que el de la verdad", y a pesar de las enseñanzas del Vaticano II, "el error no tiene derechos en absoluto".

Los Católicos tradicionales dan a menudo escándalos al discutir entre ellos. En comparación la nueva Iglesia parece más unida. En realidad lo está, ya que acepta bajo su tutela toda desviación concebible. Pero si los Católicos tradicionales parecen divididos es porque, en ausencia de un claro liderazgo, cada grupo individual procura determinar por sí mismo lo que es verdaderamente Católico. Lo que se necesita es un profundo estudio y una entrega a lo que es verdaderamente Católico por parte de todos. Parafraseando a Lenin, no tengamos enemigos a la derecha -nadie más ortodoxo y nadie más tradicional que nosotros mismos. Estemos unidos en la verdad, manifestada en la constante enseñanza y práctica de la Iglesia a través de los tiempos. Así que Dios nos ayude.

Es extraordinario que el clero moderno afirme estar interpretando "los signos de los tiempos". Cristo describió "los últimos tiempos" con colores muy sombríos. La Escritura advierte de una erupción del mal sin precedentes, llamada por San Pablo Apostasía, en medio de la cual aparecerá el "terrible hombre de pecado" e "hijo de perdición", el singular enemigo de Cristo, o sea el Anticristo; que esto será cuando dominen las revoluciones y la actual estructura de la sociedad se rompa en pedazos. Se nos dice que "ellos mancharán el Santuario en gran número y que quitarán el sacrificio perpetuo y que pondrán allí la abominación de la desolación". ¿No habla Jeremías en Nombre de Dios cuando dice: "Mi Tabernáculo está desolado, todas mis cuerdas están rotas. Mis hijos se han alejado de Mi… Porque los pastores han obrado el mal y no han buscado al Señor"? ¿Y no se nos dice que "se alzarán muchos falsos cristos" que predicarán falsas doctrinas y que incluso los aparentes elegidos serán engañados? Finalmente ¿no es el mismo Cristo quien nos dice que a su Venida final solo quedará un "resto" -un "resto" perseguido por el Anticristo? A pesar de tales advertencias el moderno Sanedrín de Roma insiste en apoyar y fomentar las fuerzas de la Revolución, y en proclamar su intención de crear un mundo mejor, en el que los principios de la Revolución Francesa se vean realizados -donde todos los hombres sean libres, iguales y vivan en una paz fraternal. Y con esto a la vista, se ha comprometido en la creación de una religión mundial en la que todos los hombres -incluso los ateos- estarán reunidos juntos como "pueblo de Dios" y la salvación será como el Vaticano II predica "un proceso comunitario". Afortunadamente, los Católicos tradicionales también saben interpretar los signos de los tiempos. Ellos ven en todo esto el cumplimiento de las profecías de las Escrituras. Es por lo que insisten en ser el Resto tradicional. Que Dios les dé el don de la perseverancia.

"Es necesario que ocurran escándalos…" Y esto no es porque sea alguna decisión arbitraria por parte de un Dios Personal -quod absit- sino porque se debe al necesario "juego" ontológico que resulta de la Omniposibilidad, que está inevitablemente relacionada con las contradicciones y privaciones sin las que el mundo no existiría. Dios no desea un "mal dado" sino que tolera "el mal como tal" en vista del aún más grande bien que resulta de éste.

viernes, 6 de junio de 2014

"HABLA SEÑOR QUE TU SIERVO ESCUCHA" (I,Reg. III,10)

Nuestra Santa Madre la Iglesia Católica afirma en cambio de sí misma "Nuestro Señor quiso que su religión estuviera de tal manera ligada a la sociedad instituida por El, que permaneciera enlazada y como concretada en ella, de forma que fuera de la iglesia no haya ninguna religión verdaderamente cristiana" (Vat.I Const. Pastor Aeternus).
"Así, pues, como en la verdadera asamblea de los fieles no hay más que un solo Cuerpo, un solo Espíritu, un solo Señor y un solo bautismo, así no puede haber sino una sola fe (cf. Ef. IV,5); y , por lo tanto, quien rehusare oír a la Iglesia, debe ser considerado, según el mandato del Señor, como un gentil y publicano (Mt. XVIII, 17). En consecuencia, quienes están separados mutuamente en la fe o en el régimen, no pueden vivir en este único Cuerpo, ni de este único Espíritu divino" (Pío XII, Mystici Corporis)No tienen pues "cierta verdadera unión en el Espíritu Santo".
Los no cristianos y el pueblo de Dios
Sobre los no cristianos dice Vaticano II: "Por último quienes todavía no recibieron el Evangelio se ordenan al Pueblo de Dios de diversas maneras. En primer lugar, aquel pueblo que recibió los testamentos y las promesas...""aunque los suyos no le recibieron" dice San Juan (Jn. I,11).
"Pero el designio de salvación abarca también a los que reconocen al Creador, entre los cuales están en primer lugar los musulmanes que, confesando adherirse a la fe de Abraham, adoran con nosotros a un dios único, misericordioso, que juzgará los hombres en el día postrero" (L.G, cap II, 16).
Dice en cambio el Apóstol del Amor, que recostó su cabeza sobre el pecho de Jesús: "¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ese es el Anticristo que niega al Padre y al Hijo. Quienquiera niega al Hijo, tampoco tiene al Padre; quien confiesa al Hijo tiene también al Padre" (I Jn. XI, 23).
Sigue Lumen Gentium"Ni el mismo Dios esta lejos de otros que buscan en sombras e imágenes (?) al Dios desconocido... Y la divina Providencia tampoco niega; los auxilios necesarios para la salvación a quienes sin culpa no han llegado todavía a un conocimiento expreso de Dios..."
La divina Providencia da el medio para que todos lleguen a un conocimiento expreso de Dios: la razón.
Así, "si alguno dijere que Dios vivo y verdadero, creador y señor nuestro, no puede ser conocido con certeza por la luz natural de la razón humana por mediod las cosas que han sido hechas, sea anatema", dice el Concilio Vaticano I (D.18o6), ratificando lo que dice la Sagrada Escritura (Rom. I,20); la tradición de los Santos Padres y el Magisterio Romano (D. 1622, 1650, 1670, 1672, 1785, 1795 y 2072).
El ateísmo es pues absurdo y no "se ordena al Pueblo de Dios " sino del Diablo.
Una "Iglesia de Dios" instrumento de salvación,
más amplia que la Iglesia Católica
El mismo fatídico 21 de noviembre de 1964 el Concilio aprobó y Pablo VI aprobó, decretó y estatuyó "en el Espíritu Santo" [?] el Decreto sobre Ecumenismo, Unitatis Redintegratio.
Allí se "enseña" que: "Los hermanos separados de nosotros practican también no pocas acciones sagradas de la religión cristiana, las cuales, según la diversa condición de cada Iglesia o comunidad, pueden sin duda producir realmente la vida de la gracia y hay que considerarlas aptas para abrir el acceso a la comunión de la salvación".
"Por ello las Iglesias y comunidades separadas, aunque creemos que padecen deficiencias, de ninguna manera están desprovistas de sentido y valor en el misterio de la salvación. Porque el espíritu de Cristo no rehusa servirse de ellas como medio de salvación, cuya virtud deriva de la misma plenitud de gracia y de verdad que fue confiada a la Iglesia Católica" (U.R. C.I 3).
Y más adelante, refiriéndose a las iglesias orientales heréticas y cismáticas, dice: "Por la celebración de la Eucaristía del Señor en cada una de estas iglesias, se edifica y crece la iglesia de Dios y por la concelebración se manifiesta la comunión entre ellas"..."Y como estas iglesias, aunque separadas, tienen verdaderos sacramentos y sobre todo, por la sucesión apostólica, el sacerdocio y la Eucaristía, con los que se unen todavía a nosotros con vínculo estrechísimo, no solamente es posible, sino que se aconseja, alguna comunión con ellas en las funciones sagradas, dadas las circunstancias oportunas y con la aprobación de la autoridad eclesiástica" (U.R. 15).
Ese mismo día y con la misma solemne fórmula, el Concilio aprobó el Decreto sobre las Iglesias Orientales Católicas "Orientalium Ecclesiarum". Allí dice que 'para no convertirnos en obstáculo con la rigidez de nuestras condiciones a los que se salvan' y para fomentar más y más la unión con las iglesias orientales separadas de nosotros, el Santo Sínodo determina la siguiente manera de actuar:
"Teniendo en cuenta los principios ya dichos, pueden administrarse los sacramentos de la penitencia, Eucaristía y unción de los enfermos a los orientales que de buena fe viven separados de la Iglesia Católica con tal que los pidan espontáneamente y tengan buena disposición. Más aún: pueden los católicos pedir esos sacramentos a ministros acatólicos de Iglesias que tienen sacramentos válidos, siempre que lo aconseje la necesidad o un verdadero provecho espiritual y sea física o moralmente imposible acudir a un sacerdote católico".
Y luego:...."Esta manera más suave de comunicación en las cosas sagradas con los hermanos de las Iglesias orientales separadas se confía a la vigilancia y dirección de los jerarcas de cada lugar; éstos deben deliberar entre sí y, si hay lugar, oír también a los Jerarcas de las iglesias separadas; y así encauzar el trato entre los cristianos con preceptos y normas oportunas y eficaces" (O.E. 26-27-29).
La Reacción Tradicionalista
Frente a esta ofensiva modernista se alzó una reacción apoyada en la tradición perenne de la Iglesia, de allí el nombre de "Tradicionalista" que tomaron quienes resistían a aquéllos.
Mas el demonio, que no duerme, no deja de tentar a quienes quieren luchar el buen combate de la Fe.
Dice San Ignacio: "en las personas que van intensamente purgando sus pecados, y en el servicio de Dios Nuestro Señor de bien en mejor subiendo...propio es del mal espíritu morder, tristar y poner impedimentos inquietando con falsas razones, para que no pase adelante..."(1) "trayendo razones aparentes, sotilezas y assiduas falacias". (2)
Así muchos tradicionalistas, que comenzaron luchando bien contra el modernismo conciliar, a menudo continuando el combate espiritual de una vida, acabaron en soluciones contradictorias, confusas, imposibles de sintetizar en proposiciones netas.
La Iglesia supo siempre condensar su doctrina en símbolos o credos, tal el símbolo de los apóstoles, el símbolo de Nicea, el atanasiano o quicumque, el de San Dámaso. Lo mismo hizo con los errores de cada época. Véanse en el Denzinger las condenas de los errores cristológicos de los primeros siglos, y luego contra los cátaros, begardos, Wiclef, Juan Hus, Miguel de Bay, Martin Lutero, el Sínodo de Pistoia, los errores modernos en el Syllabus, etc, etc.
El Hereticismo
Una reacción que se desvió fue el "hereticismo". Dice al respecto el Dr. Johas (3):
"Aparentemente Mons. Lefebvre y Mons. de Castro Mayer habían levantado una bandera ortodoxa dentro de la Iglesia como San Atanasio: el "deber de defender nuestra fe". Sin embargo, la definición de ese "deber", del modo de ejercer esa "defensa" y la determinación de la "fe" a ser defendida despertaron y despierta fundadas sospechas sobre la ortodoxia de los prelados".
"Para defender la Iglesia hereticista el autor [el "teólogo lefebvrista" que refuta Johas] comienza por esfumar los límites visibles de distinción entre católicos y herejes; después entre papa católico y herético, para finalmente defender la compatibilidad del papado con la herejía. Son tres líneas de defensa y justificación de la Iglesia "imperfecta" y "pecadora".
Y así dice el "autor": "Pues el Papa no se atiene a las prácticas de siempre, predica novedades a veces incompatibles con la doctrina enseñada siempre y en todas las partes"..."Juan Pablo II organiza el acto sacrilego de Asís"....."Todo católico puede pensar que Pablo VI y Juan Pablo II han incurrido en herejía material, es decir, que son materialmente herejes"..."En esos casos no sólo es posible, sino necesario y un deber desobedecer; es momento de hacer una exhortación a conservar la unidad en torno a aquellos dos obispos que representan lo que ROMA significa y tendría que ser para los católicos."
El mismos Mons. Lefebvre decía (4) poco antes (el 30.V.) de las consagraciones episcopales de junio 1988, respecto a los inconvenientes del acuerdo con Roma: "Disociación de nuestra unidad moral creada en torno a mi persona..."
León XIII en Satis Cognitum los refuta y enseña que "es a Pedro a quien el Señor habló: a uno solo a fin de fundar la unidad por uno solo" (5) Y luego "San Cipriano afirma que la Iglesia Romana es la raíz y madre de la Iglesia católica (6), la Cátedra de Pedro y la Iglesia principal aquélla de donde ha nacido la unidad sacerdotal...(7) porque está ocupada por el sucesor de Pedro...y porque en la sociedad cristiana la causa eficiente de la unidad es la Iglesia romana".
"Es pues sólo uno sobre quien edifica la Iglesia.... Y ...para poner la unidad en plena luz, coloca en uno solo, por su autoridad, el origen y el punto de partida de esta misma unidad"(8).
"Y San Optato de Milevo escribe (9): En esta cátedra única es en la que todos debían guardar la unidad... y que fuera adelante cismático y prevaricador quien elevara otra Cátedra contra esta Cátedra única".
"De aquí también esta sentencia del mismo San Cipriano, según la que la herejía y el cisma se producen y nacen, del hecho de negar al poder supremo la obediencia que le es debida: La única fuente de donde han surgido las herejías y de donde han nacidos los cismas, es que no se obedece al Pontífice de Dios, ni se quiere reconocer en la Iglesia un solo Pontífice y un solo juez que ocupa el lugar de Cristo (10).
Concluye su razonamiento León XIII"Nadie, pues, puede tener parte en la autoridad, si no está unido a Pedro, pues sería absurdo pretender que un hombre excluido de la Iglesia, tuviere autoridad en la Iglesia".
¿Santísimo Padre y Anticristo?
Veamos cómo habló Mons. Lefebvre durante el año anterior a las consagraciones episcopales que realizara en Ecóne, en junio de 1988. Y cómo durante las negociaciones (julio 1987 a junio 1988) se dirigía a los "anticristos que ocupan la Cátedra de Pedro y los puestos de autoridad en Roma" [carta privada a los futuros obispos de Agosto 1987](11).
Asi le escribe al Card. Ratzinger el 15 de abril de 1988: "...Nos encaminamos hacia un acuerdo de lo cual estamos muy felices [...].
"Le ruego Eminencia, expresar al Santo Padre mi vivo agradecimiento y el de todos los que represento y recibir missentimientos respetuosos y fraternales in Christo et Maria."
El 4 de mayo establecen un Protocolo de acuerdo, que se firma el 5. En él se conoce a Juan Pablo II como Pontífice Romano, Vicario de Cristo.
"A propósito de ciertos puntos enseñados por el Concilio Vaticano II o que concierne a las reformas posteriores de la liturgia y del derecho y que nos parecen dificilmente conciliables con la Tradición nos comprometemos a tener una actitud positiva de estudio y de comunicación con la sede Apostólica, evitando toda polémica.
Reconoce la validez del Novus Ordo Missae y de los sacramentos celebrados según los rituales de "los Papas Paulo VI y Juan Pablo II" (la validez de los nuevos ritos del Orden sagrado es gravemente cuestionada por su semejanza con los ritos anglicanos).
Promete respetar el código de Derecho Canónico promulgado por el "Papa" Juan Pablo II, quedando salva la disciplina especial concedida a la Fraternidad por la ley particular. Este nuevo código permite dar los Sacramentos a cismáticos y herejes.
Hace siete años decíamos en ROMA (№85): "Apoyados pues en las Sagradas Escrituras y en la tradición, la doctrina unánime de sus santos doctores y teólogos y los ejemplos de sus santos, decimos no a este Nuevo Código y a los contradictorios documentos conciliares y post-conciliares que lo prepararon y sirven de aclaración, como decimos no al Pecado".
Pero el 6 de mayo Mons. Lefebvre escribió al Card. Ratzinger:
"Prácticamente, diferir la consagración episcopal a una fecha ulterior no fijada; sería la cuarta vez que aplazó la consagración. La del 30 de junio había sido indicada en mis cartas precedentes como fecha límite [...]".
"Todos desean que esta consagración se realice con el acuerdo de la Santa Sede [...] Esperando que este pedido no sea un obstáculo irreductible para la reconciliación en curso, le ruego, Eminencia, reciba mis sentimientos respetuosos y fraternales in Christo et María".
Y el 20 de mayo escribió a Juan Pablo II:
Santísimo Padre:
"Mientras nacia cierta esperanza en relación a la posible solución del problema de la Fraternidad, luego de la firma del Protocolo surgió una grave dificultad respecto al Episcopado acordado a la Fraternidad para sucederme en mi función [...]
El 30 de junio se me presenta como la última fecha para realizar esta sucesión (...)"
Santísimo Padre, poned un término a este doloroso problema... "El desarrollo de ese ambiente renovado, alentado por Vuestras decisiones, Santísimo Padre..."
"Si me permito someter estas consideraciones a Vuestro juicio, es con el más profundo deseo de ayudaros a solucionar esos graves problemas que vos os esforzáis por resolver en el curso de vuestros viajes apostólicos.
Dignaos recibir, Santísimo Padre, la expresión de mis sentimientos respetuosos y filiales en Jesús y María"
Pero fracasaron las "negociaciones" con el "Santísimo Padre anticristo".
Así lo entendió Mons. Lefebvre y así lo expresó al Papa en la carta del 2 de junio:
"Santísimo Padre:
"[...] En razón del rechazo de considerar nuestros pedidos y siendo evidente que el objetivo de esta reconciliación no es en absoluto el mismo para la Santa Sede que para nosotros, creemos preferible esperar momentos más propicios cuando Roma vuelva a la Tradición". "Pero eso nosotros nos daremos, nosotros mismos, los medios para proseguir la obra que la Providencia nos ha confiado, asegurados por la carta de su Eminencia el Cardenal Ratzinger, fechada el 30 de mayo, que la consagración episcopal no es contraria a la voluntad de la Santa Sede, puesto que fue concedida para el 15 de agosto."
"El Card. Ratzinger le había escrito el 30 de mayo: "El Santo Padre confirma... que El está dispuesto a nombrar un Obispo miembro de la Fraternidad y ... que la consagración pueda realizarse para la clausura del año Mariano, el 15 de agosto próximo. Pero como Ud. recientemente anunció la intención de ordenar tres obispos el próximo 30 de junio con el acuerdo de Roma o sin él, es necesario que diga claramente que renuncia a ello y que se somete con plena obediencia a la decisión del Santo Padre" (12).
Cuando leímos en el Dossier los términos y expresiones de las tratativas de Mons. Lefebvre con Juan Pablo II y el Cardenal Ratzinger, y en la revista Credidimus Caritatis, la carta enviada a los futuros obispos al mes de comenzar aquéllas, donde Monseñor dice que "la sede de Pedro y los puestos de autoridad en Roma están ocupados por anticristos", nos quedamos pasmados ante la doblez intelectual y moral que ello significaba. ¿A quién hemos seguido durante 15 años como maestro y guía espiritual? nos preguntamos.
Un dilema de hierro
Repetimos lo que dijimos hace 3 años en ROMA 108:
"- ¿Cómo puede ser Anticristo y Papa válido?
- Si es Anticristo, ¿cómo se dialoga con él?
- Si es Papa válido ¿para qué se necesita confirmación por un sucesor?
- Si no necesitaba la autorización de la "Santa Sede" (sic) ¿para qué la solicitó?
- Y si era necesaria ¿cómo rompió las negociaciones y consagró obispos por su cuenta?" [...]
"Y bien, hacemos un llamado a los sacerdotes y fieles, que aman a nuestra Santa Iglesia la única esposa de Cristo sin mancha ni arruga, y por fidelidad a Ella han seguido a Mons. Lefebvre, un llamado en que ponemos el corazón.
"El dilema se plantea exigiendo una definición donde se juega la vida del alma.
"1) Si Juan Pablo II es el verdadero Papa hay que acatar su autoridad en materia de fe y costumbres, régimen y disciplina, pues: "Someterse al Romano Pontífice, lo declaramos, lo decimos, definimos y pronunciamos como de toda necesidad de salvación para toda humana creatura" (Bula Unam Sanctam: D. 469).
"2) Si no lo es hay que decirlo: "Pues con el corazón se cree para justicia y con la boca se confiesa para salud" (Rom. X,10). Para salud eterna. "Pues prestando obediencia a quien no es Papa y tributándole honores papales se quebranta el primer precepto..." no adores a dios extranjeroni ídolo, ni estatua, ni semejanza alguna del cielo." ¿Qué otra cosa es el falso papa sino un dios extranjero en este mundo, un ídolo, una estatua, una imagen ficticia de Cristo? Si existe el cisma, es necesario que haya cismáticos, que no son precisamente los que obedecen al papa verdadero, sino los que obedecen al falso como si fuera legitimo"(13).
Cerramos este capítulo con las palabras del Dr. Johas (14): La "Iglesia" que predica la existencia posible de credos"no ortodoxos" y de papas o "no perfectamente católicos", no es la católica, la "unam sanctam". Es una secta opuesta a ella. Sus enviados, dice el Tridentino, no son "ministros de la Iglesia, sino ladrones y salteadores que no entraron por la puerta"; son "non missi" que "vienen de otra parte, pero no legítimos ministros de la palabra y de los sacramentos""(D.S. 1769 y 1777).
El Papa Materialiter
"En esta orfandad de guías y maestros en que nos encontramos los cristianos, ante la defección de los dos obispos que mucho admiramos y seguimos (y por quienes aun rezamos), muchos tradicionalistas tienen la tentación de seguir al P. Guérard des Lauriers, consagrado obispo por Mons. Ngo Dinh Thuc, ex arzobispo de Saigón y luego de Hue en Vietnam..."
"Guérard des Lauriers, fue el inventor de la teoría del Papa "materialiter", tesis absurda que contradice los principios de la filosofía, pues como Santo Tomás dice: "no puede existir materia sin forma" (IIIa.q. 75, a.3, corp).
"Según esta "doctrina nueva e ignorada " (San Vicente de Lerins, Conmonitorio, #21), de la cual no hay rastros en veinte siglos de tradición:
"1) Juan Pablo II (como antes Pablo VI) es Papa materialmente porque fue elegido válidamente [?] y aceptado como tal por la Iglesia [?]. Es nuestro Pontífice. Se debe rezar por él "en tanto sea Papa" y no elegir a otro en su lugar. Pero:
"2) No es "Papa formalmente": hace cisma con toda la tradición "incapaz" de ejercer el poder pontificio, perdió toda jurisdicción, sus órdenes y actos son inválidos, no se puede decir: "una cum" él en el Canon de la Misa.
"El Abbé V.M. Zins ha debelado estos errores del "guerardismo" y demostrado la falacia de esa distinción, hija del idealismo moderno y no del realismo tomista, "las contradicciones de la falsa ciencia" (I Tim. VI,20) y las herejías en que incurre su autor."
"Pero nunca obtuvo una respuesta directa de Guérard des Lauriers; solo uno de sus discípulos, el norteamericanoMac Kenna se dignó contestarle, aunque también cortó la correspondencia, después de "sostener a la vez a la autoridad Pontificia como la forma accidental (de la cual el papa materialiter puede carecer] la esencia del Pontificado Supremo" (S.T.P. 7, p.38)
¿Qué más decimos de esta distinción, desconocida hasta ahora en la teología católica? Algunos, de virtud no desdeñable, buscando una salida a la tremenda crisis conciliar han adherido a esta expresión o al menos la han aceptado diciendo que es una manera de expresar. En el mejor de los casos, no aclara nada, sino confunde o distrae.
Recordamos la regla de San Ignacio, que "si en el discurso de los pensamientos que trae acaba en alguna cosa mala o distrativa... clara señal es preceder de mal spíritu" enemigo de nuestro provecho y salud eterna"(15).
San Vicente de Lerins en su "ConmonitorioApuntes para conocer la fe verdadera" (16), comenta la Epístola de San Pablo a Timoteo:
¡Oh Timoteo!, guarda el depósito, evitando las novedades profanas en las expresiones y las contradicciones de la falsa ciencia, que, al profesarla algunos vinieron a perder la fe (17)...
"Las novedades profanas en las expresiones son pues, las novedades concernientes a los dogmas, cosas y opiniones en contraste con la tradición y la antigüedad...."
San Vicente de Lerins trae las expresiones del Papa Sixto (op.cit. #32):
"Nada le es lícito a la novedad, porque nada es lícito añadir a la antigüedad. La fe límpida de nuestros padres y su religiosidad no deben ser enturbiadas por ninguna mezcla de cieno".
"Sea pues vuestro lenguaje: Sí, sí; No, no. Lo que esto sobrepasa es del Malo" (Mt. V,37).

Una refutación sin respuesta
Hemos estado releyendo los números de Sub Tuum Praesidium (18) del Abbé Zins, donde este demuele al guerardismo, su absurdo del papa "materialiter" y sus consecuencias. No es ignorándolo que se lo refuta. Abrimos las columnas de ROMA a quien quiera hacerlo.
"El P. Barbara, el 2 de julio de 1988, en La Nouvelle Republique (p.5.) declaraba abiertamente: "Juan Pablo II es el Papa, sin tener la autoridad pontificia". Lo cual sabemos fue así condenado: si alguien dice que el Pontífice Romano no tiene el pleno y supremo poder de jurisdicción sobre la Iglesia Universal... sea anatema"(Pastor Aeternus)" [Vat. I, D. 1831] (S.T.P. n° 13, p. 43).
El mismo Padre en "Nueva carta a los abonados de Forts dans la Foihabía dicho: "En cuanto a saber por qué los promulgadores de Vaticano II han perdido la autoridad, puesto que la mejor de las explicaciones que se podrían dar no puede exceder la certeza de una opinión, y que una opinión, aún seria, no puede comprometer la conciencia sino de aquéllos convencidos de su justeza, a la espera del veredicto de la Iglesia, dejaremos a cada uno la libertad de adoptar la que juzgue la mejor", (p. 22).
Y agrega "es absolutamente necesario obligar a la autoridad suprema (?) así cuestionada a abrir el proceso canónico a todos los tradicionalistas", e igualmente en la misma p.22: "Pensamos que está en nuestro poder ejercer sobre los responsables de la nueva Iglesia una presión suficiente para obligarlos a abrir en fin el proceso canónico de nuestra resistencia" (S.T.P. n° 11, p. 38)
Y el mismo en un n° 3 de una 3a serie de Forts dans la foi"Los papas del Vaticano II son papas sin papado... no tienen la autoridad... Les queda haber sido regularmente elegidos por los cardenales y de ocupar de hecho la sede de Roma. (Juridicamente la Santa Sede no está vacante). Cuando su ocupante posee todo lo necesario para ser un verdadero sucesor de Pedro, se [?] dice que él es formalmente Papa. Los papas de Vaticano II que ocupan la Sede de Roma sin la investidura por Cristo que da al elegido la autoridad pontificia, ¿cómo llamarlos? Algunos teólogos dicen que son papas materialiter... Poco importa el nombre.... la realidad es que los papas de Vaticano II no tienen la autoridad apostólica" (p. 46-47) (S.T.P.14,En.89,p.36)
En S.T.P. n° 8, p. 37 en "tres puntos que los guerardianos se rehusan a contestar", dice el Abbé Zins que:"puesto que los 'guerardianos', explícitamente F. Mac Kenna, afirman por una parte que Karol Wojtila no tiene la autoridad pontificia, la jurisdicción universal y reconocen por otra parte que esta jurisdicción universal es la esencia del Pontificado Romano...deben reconocer que pese a sus afirmaciones contrarias y sus sutiles distinciones, esto implica que Karol Wojtial no tiene aquello sin lo cual el soberano Pontífice no puede ser ni ser concebido y que no es absolutamente Papa".
"Oh Timoteo guarda el depósito evitando las novedades profanas..."
Hacemos un llamado patético a quienes queriendo reaccionar contra el Modernismo conciliar y trabajar por una solución a la ya prolongada vacancia en la Iglesia, adhieren a esta postura.
Ella confunde, divide a la pequeñísima grey que lucha, consolida la vacancia de la Sede, la institucionaliza, pues no hay manera de salir de ella dentro de las leyes de la Iglesia. No implora sino, en los hechos, exige el milagro. "Los judíos piden milagros, los griegos sabiduría, mas nosotros predicamos a Cristo crucificado...."
Mas "el cuerpo Místico de Cristo y la Iglesia Católica Romana son una sola misma cosa"(D2319) (19). "Enseñamos y declaramos que la Iglesia Romana, por disposición del Señor, posee el principado de potestad ordinaria sobre todas las otras, y que esta potestad de jurisdicción del Romano Pontífice es inmediata. A esta potestad están obligados por deber de subordinación jerárquica y de verdadera obediencia, los pastores y fieles de cualquier rito y dignidad, ora cada uno separadamente, ora todos juntamente, no sólo en las materias que atañen a la fe y las costumbres sino también en lo que pertenece a la disciplina y régimen de la Iglesia difundida por todo el orbe; de suerte que guardada con el Romano Pontífice esta unidad tanto de comunión como de profesión de la misma fe, la Iglesia de Cristo sea un solo rebaño, bajo un solo pastor supremo. Tal es la doctrina de la verdad católica, de la que nadie puede desviarse sin menoscabo de su fe y salvación". (Vat. I, D.1827)
¿Cómo se inserta aquí el Papa "materialiter"?
No exijamos, así sea implícitamente, para salir de esta prolongada vacancia y crisis generalizada una intervención del cielo que sea sine Petro o contra Petrum, que desconozca la "subordinación jerárquica", "la disciplina y régimen" con que Dios la fundó. "Si alguno, pues, dijere que no es de institución de Cristo mismo, es decir, de derecho divino, que el bienaventurado Pedro tenga perpetuos sucesores en el primado sobre la Iglesia universal.... sea antema" (Vat. I, D.1825)
"Como el autor divino de la Iglesia hubiera decretado que fuera una por la fe, por el régimen y por la comunión, escogió a Pedro y a sus sucesores para que en ellos estuviera el principio y como el centro de la unidad... Más en cuanto al orden de los obispos, entonces se ha de pensar que está debidamente unido con Pedro, como Cristo mandó, cuando a Pedro está sometido y obedece; en otro caso necesariamente se diluye en una muchedumbre confusa y perturbada" (León XIII, Satis Cognitum, D.1960)
El hereticismo lefebvrista y el guerardismo del Papa "materialiter" aceptan como normal la ruptura de la unidad, que no sea una por la fe, por el régimen y por la comunión.
Por lo tanto, "necesariamente se diluyen en una muchedumbre confusa o perturbada".
La Bula Unam Sanctam (D 468), aplica a ella el texto de los Cantares: "Una sola es mi paloma, una sola es mi perfecta" (Cant. VI,8). Si es perfecta no se la puede alterar.
Dios habla por las leyes y costumbres de su Iglesia
Dice San Vicente de Lerins: "Es pues, sumamente necesario, ante las múltiples y enrevesadas tortuosidades del error, que la interpretación de los profetas y de los Apóstoles se haga siguiendo la pauta del sentir católico".
"En la Iglesia Católica hay que poner el mayor cuidado para mantener lo que ha sido creído en todas partes, siempre y por todos. Esto es lo verdadera y propiamente católico... Pero esto se conseguirá si nosotros seguimos la universalidad, la antigüedad, el consenso general. Seguiremos la universalidad, si confesamos como verdadera y única fe la que la Iglesia entera profesa en todo el mundo; la antigüedad, si no nos separamos de ninguna forma de los sentimientos que notoriamente proclamaron nuestros santos predecesores y padres; el consenso general, por último, si, en esta misma antigüedad, abrazamos las definiciones y las doctrinas de todos, o de casi todos, los obispos y maestros". (Conmonitorio #2).
Así pues "es propio de los católicos custodiar el depósito transmitido por los Santos Padres, condenar las novedades profanas y, como muchas veces repitió el Apóstol, descargar el anatema sobre quien tiene la audacia de anunciar algo diverso de lo que ha sido recibido" (id. # 26).
Sigamos pues el Magisterio de la Iglesia expresada en Bulas, Constituciones, breves, encíclicas; la doctrina de sus doctores, el Código de Derecho Canónico, los ejemplos de sus santos, la filosofía tomista recomendada por la Iglesia, sin pretender elaborar doctrinas propias.
Como ella es perfecta, debemos creer que en su legislación doctrinal y canónica, Dios dio los medios para salir de esta crisis.
Dios habla cuando quiere y como quiere
Pero ¿cómo se llegó a este estado? Cuando murió Pío XII la Iglesia no sólo tenía esos medios sino seminarios de hasta 1000 alumnos, decenas de miles de misioneros en el mundo entero, una Gregoriana, un Angélico, un Lateranense, una curia Romana con un Santo Oficio, firmes en la doctrina. Esos Pastores y Doctores "¿qué se fizieron?".
Creemos que Dios habla no sólo por la doctrina y el Magisterio sino a quien quiere, cuando quiere y como quiere. Si San Francisco o San Ignacio hubieran dicho que no al llamado divino ¿la historia de la Iglesia hubiera sido la misma? Si San Pío no hubiera rezado ¿se habría dado Lepanto? Si Pelayo no hubiera escuchado a la Virgen, sino al Arzobispo don Oppas que lo instaba a parlamentar con los moros, hoy usaríamos albornoz y turbante. Dios envió un ángel al centurión Cornelio y una visión a San Pedro para iniciar el bautismo de los gentiles. Y bien, los hombres de la Iglesia en el siglo XX, no oyeron a la Virgen Santísima.
Benedicto XV en 1917 pidió su ayuda para terminar la Primera Guerra Mundial. Ella vino enseguida y en una serie de apariciones en Fátima que culminaron con un milagro visto por 70.000 personas -que hasta el anticlerical diario"O Seculo" de Lisboa tuvo que registrar- dijo lo que ella quería.
Pío XII dijo: "Para Fátima no hay más tiempo para dudar; hay que pasar a la acción". "El mensaje de Fátima, es mi propio Mensaje"...."El Papa de Fátima soy yo..."
Pero los hombres de Iglesia -incluso Pío XII que vio 4 veces el milagro del sol cuando definió el dogma de la Asunción- no cumplieron el pedido de la Virgen Santísima tal como Ella lo formuló. Por eso el mensaje de Fátima está incumplido e inconcluso:
1) Rusia no fue consagrada con especial mención, al Inmaculado Corazón de María, por el Santo Padre en unión con todos los obispos del mundo (fieles), como le dijo Lucía en su carta del 2.XII.1940 a Pío XII.
2) El tercer secreto que debía ser dado a conocer antes de 1960 aún no lo fue. 
3"Vendré aquí una séptima vez"
 dijo Nuestra Señora el 13.V.1917 y aún no vino.
4) Lucía aún vive (tiene 84 años). Ella pidió a la Virgen Santísima de llevarlos a los 3 pastorcitos al Paraíso. Nuestra Señora le dijo: "Sí, a Jacinta y a Francisco vendré pronto a buscarlos. Pero tú, te quedarás algún tiempo ahí abajo.Jesús quiere servirse de ti para hacerme conocer y amar. El quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón".
Dejados a nuestras solas fuerzas no podemos nada. Ni podremos ponernos de acuerdo los pocos que luchamos contra la subversión conciliar. En Fátima, en octubre del año pasado nos reunimos 5 sedevacantistas de diversas naciones: no pudimos elaborar una declaración conjunta.
No se trata de la devoción a la Virgen en que todos concordamos, sino que la solución de la crisis actual pasa por el cumplimiento de su pedido, como que a esta crisis llegamos por no haberlo hecho.
Como Samuel decimos: "Habla Señora que tu siervo escucha" y pedimos: "¡Danos fuerzas contra tus enemigos!".
Esperamos así el cumplimiento del mensaje y decimos: "¡Ven Señor Jesús!" Ven como vienes siempre: como lo hiciste en la Encarnación, como vienes a cada alma, como vendrás en la Parusía con gloria y majestad: ¡por María Santísima!
¡Corazón Santísimo, Corazón Amantísimo de Jesús y María, ten misericordia de nosotros!.

Ing. M. Roberto GOROSTIAGA
ROMA
AÑO XXIV, N"120 - BUENOS AIRES- MES DEL ROSARIO 1991

código de derecho canónico.
2261
1- El excomulgado no puede licitamente hacer ni administrar Sacramentos o Sacramentales, salvas las excepciones que siguen.
§ 2. Pueden los fieles, sin perjuicio de lo que se prescribe en el § 3, pedir por una causa justa cualesquiera Sacramentos o Sacramentales a un excomulgado, sobre todo si no hay otros ministros, y en ese caso el excomulgado asi requerido puede administrarlos, sin que tenga obligación alguna de preguntar a quien le requiere la causa de la petición.
§ 3. Pero a los excomulgados vitandos y a otros excomulgados, cuando ha mediado sentencia condenatoria o declaratoria, sólo en peligro de muerte pueden los fieles pedirles tanto la absolución sacramental, a tenor de los cánones 882 y 2252. como también, si no hay otros ministros, los demás Sacramentos y Sacramentales *.

NOTAS
(1) Ejercicios Espirituales. Primeras reglas de discreción de espíritus, 2° [315] d.
(2) Segundas reglas de discreción, í- [329]
(3) En "La defensa de la Iglesia hereticista", Roma 116, p.2, refutando al "teólogo Lefebvrista" P.Ceriaini i
(4) En "jesús Christus, Dossier especial" de la Fraternidad San Pío X.
(5) Satis Cognitum #39 ed.Guadalupe, citando a Paáano, ad Sempr. c.III, 11. P.L. 13, 1071.
(6) Satis Cognitum # 48, S.Cipr. Ep.48 ad Corn. n.3 P.L. 3,710.
(7) id. id. S.Cipr. Ep.59 ad Corn. n.14 P.L 3,732.
(8) id. #54 S.Cipr. I>; unitate Eccl. n. 4 P.L. 4,498.
(9) id. id. S.Optato de Milevo, De Schism. Donat. Lib. 11,2. P.L. 11, 947.
(10) id. id. S.Cipr. Epist. 12 ad Corn, n.5 P.L. 3,802.
(11) En Credidimus Caritati, de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, semin. de la Reja, año IV, ns18, p.5
(12) El Protocolo del 5.V y la correspondencia están tomados del Dossier especial ya citado.
(13) S. Vicente Ferrer, del Tratado del cisma moderno, en'Biografía y Escritos". Ed BAC, Madrid, 1956, producido en ROMA nQ 98, p.21.
(14) "La Defensa de la Iglesia hereticista", ROMA 116, p.25
(15) Reglas para la 2* semana, 5« [333].
(16) Editorial Palabra, Madrid, 1976
(17) I Tim. 6,20-21.
(18) 34, ruédela Californie 37.000 TOURS, Francia. Véanse los nros. 5, 7, 8,11,13,14,25. Podemos enviar un ejemplar a quien lo pida. Podemos discrepar con el Abbé Zins en otras cosas, pero en 5 años y 20 números de su revista no le han contestado sobre este tema.
(19)Pío XII en Humani Generis (1950) reafimando la doctrina revelada expuesta en Mystici Corporis AAS 35 143) 193 s.