martes, 17 de marzo de 2020

MUERTO EN VIDA... (No importa tanto quien lo dice, si no más bien lo que dice)

En síntesis, es lo opuesto de la doctrina católica, es liberal en cuanto laicista y agnóstico, socialista en cuanto demagógico e igualitario y además, falsifica la Historia para denigrar la civilización cristiana, especialmente la Edad Media y a toda persona que se haya opuesto a la Revolución iniciada en el Renacimiento. 
A los del pasado los ignora o los denigra. A los contemporáneos los "destierra" de la vida pública y trata de arruinarlos en la vida privada. Para eso, prepara "listas negras" en las cuales se los incluye. El "establishment", que tiene toda la plata, todos los cargos y todas las escaleras que llevan a la fama, tiene esas "listas negras" a mano permanentemente y jamás permitirá que uno de los que en ella aparecen salga del anonimato, a no ser para ser vilipendiado. 
Obviamente, yo adhiero firmemente a todo lo contrario del Pensamiento Único y me he pasado la vida combatiendo sus mentiras. He escrito miles de páginas para sostenerlo. Como consecuencia de ello, estoy en esa "lista negra", motivo por el cual jamás podría tener un cargo público importante, ni ser "abogado exitoso", ni ser nombrado en una cátedra universitaria, ni en una Academia, ni ser invitado a hablar ante un audiencia numerosa, ni mis libros ser editados por una editorial importante ni vendido en las librerías grandes (como expliqué en el nro. 1175, del 17/7/2013 de este periódico) y lo que es peor, ni mis "amigos" se avienen a considerarme "elegible" porque como me dijo uno de ellos con una sinceridad brutal (no exenta de cobardía): "No es sólo que vos estás quemado sino que quemás a quien se te acerca". Motivo por el cual ese buen "amigo" se mantiene a prudente distancia, como todos los demás. 
La "usina central" que tiene atenazado a nuestro desdichado país, sabe muy bien que si yo tuviera poder intentaría seriamente acabar con el de ella y el de sus sirvientes, y pondría toda la fuerza del gobierno al servicio de la Justicia. Y eso no le conviene porque ella vive de la iniquidad y de la mentira. 
Ya me voy poniendo demasiado viejo como para confiar demasiado en mis fuerzas para hacerlo. Pero todavía me quedan bastantes y ellos saben que si me dan la más mínima oportunidad, les va a costar muy caro. Por eso no me la darán jamás y hasta cuentan con mis "amigos" para encerrarme en un círculo de silencio y de inoperancia. Por eso mis enemigos ni se ocupan de mí. 
Puede decirse que, políticamente, soy un muerto en vida. Pero como esta no es la vida sino la que nos espera después de pasar por este valle de lágrimas, no pierdo la esperanza. Sólo siento que se me acaba el tiempo para hacer algún bien por este suelo en el que estaba mi Patria, en especial para liberarlo de esta tiranía e instaurar una Autoridad legítima. 
En el fondo, no lo siento por mí, porque confío contra toda esperanza en que la misericordia de la Santísima Virgen me llevará al Cielo cuando haya concluido esta carrera frustrada que estoy corriendo. Lo siento por mis hijos, mis nietos y por todos los niños que van creciendo encerrados en estas fronteras sin saber que sus padres los están entregando a este Moloch misterioso que nos domina y que exige que le sea sacrificada, no la vida de ellos, sino su inocencia. Todo está preparado para corromperlos y esclavizarlos aún más de lo que ya lo están sus padres.

¿QUE ES Y PARA QUE SIRVE LA SACRISTÍA EN LA IGLESIA? ... Remodelación de la Sacristía de la Iglesia Inmaculado Corazón de María en la Ciudad de Tampa Fl,

En especial es empleado por el párroco y demás oficiantes como lugar para realizar las preparaciones necesarias y para cambiarse antes y después de la misa. La sacristía está habitualmente al cargo de un sacristán
Cajonera para guardar las casullas
La sacristía, aunque en sentido estricto no forma parte del conjunto litúrgi­co, juega un papel importante en la preparación del culto y en su digna realización. La sacristía mayor consiste en una habitación a modo de capilla que incluso puede tener un altar fijo. Debe ser espaciosa y se situará cerca del presbiterio o de la entrada de la iglesia. Es habitual construirla detrás del altar mayor. Sería deseable que hubiese otra sala cerca de la puerta de entrada a la iglesia, para cuando haya procesión de entrada.
El motivo central de la sacristía mayor puede ser un crucifijo o alguna otra imagen sagrada. Habitualmente, los clérigos y los ayudantes vene­ran esta imagen antes y después de las celebraciones litúrgicas. Es conveniente que haya, para información de los celebrantes visitantes, una cartela con los nombres del Papa y del obispo diocesano, y con el título de la iglesia. En la puerta de acceso a la iglesia debe haber una pila de agua bendita. También, junto a esta puerta, puede colgarse una campanilla para avisar al pueblo cuando una procesión vaya a hacer entrada en la iglesia.
Al diseñar o renovar una sacristía se deberían tener presentes los siguien­tes detalles: una mesa o un banco espacioso para extender los ornamen­tos, armarios y cajones grandes para guardar los ornamentos sagrados, una caja fuerte para los vasos sagrados y la llave del sagrario, un lavabo, toallas, un lavabo pequeño con desagüe directo a la tierra (sacrarium), un sitio donde guar­dar el pan y el vino para el sacrificio eucarístico, una estantería para guardar los libros litúrgicos, un reloj, un soporte para la cruz procesional, un sitio para reservar la Eucaristía durante las ceremonias de Pascua, y un armario o sitio decoroso para los san­tos óleos, si no se guardan en el baptisterio. Un espejo, para que los ministros y ayudantes puedan verse vestidos, es también importante que exista.
En la «sacristía de trabajo» debería haber un lavabo grande con agua caliente y fría, una mesa para planchar y una plancha, un lugar donde recoger una aspiradora y material de limpieza, más un mueble donde almacenar los candeleros, los candelabros, la base del cirio pascual, las figuras del belén y accesorios tales como: velas, lámpa­ras votivas, repuesto para lámparas de aceite o de cera, incienso, carbón y las palmas del año anterior; también sería práctico tener un refrige­rador. En la sacristía o cerca de ella, debe haber una zona para guardar y encender los incensarios. Los ayudantes y el coro deberían tener una habitación separada para cambiarse.
En la sacristía se tendrán en cuenta los mismos principios de limpieza y de orden que son esenciales en el cuidado de la iglesia. Habrá que tener un especial cuidado en la conservación de objetos decorativos, vasos sagrados y ornamentos que hayan sido heredados del pasado, excepto los de escaso valor que no vale la pena reparar o restaurar. Quienes están en la sacristía, antes o después de la celebración litúrgi­ca, deben guardar silencio o en hablar en voz baja.





EN TIEMPOS DE EPIDEMIAS, PANDEMIAS Y OTRAS PESTES ...

El significado de estos eventos.
La Iglesia también nos pide que comprendamos el significado de estos eventos. Nuestra primera reacción debe ser un reflejo de la mirada sobrenatural y aquí, quizás los creyentes más preocupantes y queridos, en estos días, no es tanto esta epidemia, no es tanto lo que está sucediendo, sino ver que el miedo ha entrado en la Iglesia, y con él preocupación y falta de fe.
No es hora de vaciar las fuentes de agua bendita, no es hora de cerrar las iglesias, no es hora de rechazar la comunión para los fieles o incluso los sacramentos para los enfermos. En cambio, es hora de acercarse a Dios, entender el significado de estas calamidades. Históricamente, la Iglesia, durante las plagas y epidemias, realizaba procesiones públicas con manifestaciones de la fe; Esta ha sido una oportunidad para que la Iglesia predique la penitencia. Como en el hermoso pasaje del Antiguo Testamento que acabamos de leer en la epístola: el Rey David pecó por orgullo al querer registrar a su pueblo para tener la satisfacción de saber que él gobernaba sobre una gran nación. La consecuencia de esto fue el castigo de Dios. Sí, porque Dios castiga cómo un padre puede castigar a sus hijos. El castigo de ese orgullo fue una epidemia terrible, pero tan pronto como Dios vio que los corazones se volvieron hacia él, interrumpió la venganza del ángel de la enfermedad.

Tiempos de penitencia.
Ha llegado la hora de la penitencia, el tiempo de regresar a Dios, tanto los justos como los pecadores, todos tenemos que hacer penitencia. Dios no siempre castiga y los eventos, las calamidades, no siempre son causadas directamente por Dios, lo que puede suceder en casos excepcionales. Son las leyes de la naturaleza las que producen estas cosas: terremotos, epidemias. Estas son las consecuencias del hecho de que, desde el pecado original, el hombre ya no es el dueño de todo. Sí, el hombre ya no es el dueño de todo, queridos creyentes.
Pero desde la venida de Nuestro Señor Jesucristo, Dios ha dicho que nos protegería de estas calamidades públicas si fuéramos fieles a Él. El problema hoy no es que usemos recursos humanos para tratar de repeler estas calamidades, esto es completamente normal, todo está en el orden de las cosas, el problema es que le decimos a Dios “déjenos en paz, controlemos esto”. El único que tiene la situación “bajo control”, como dicen hoy, es el buen Dios. Entonces ¿Qué hace nuestro Señor? Él nos dice: “¿No quieres mi ayuda? Así que haz todo tú mismo”, y esto es lo peor, lo peor.

Volvamos al buen Dios.
Como dije, esta no es la primera epidemia que enfrenta el mundo, y puede que no sea la más grave. ¡Piense en la gripe española al final de la Primera Guerra Mundial, que causó más de cincuenta millones de muertes! La Iglesia estaba en primera línea, si tienes curiosidad, busca los archivos fotográficos de la época. Verás a las monjas que cuidaron a los enfermos y que ya llevaban la famosa máscara de la que tanto se habla hoy, nada nuevo bajo el sol. Los católicos estaban en primera línea para practicar la caridad, a veces a riesgo de sus vidas.
Esta es una oportunidad para manifestar tu fe. Durante la terrible epidemia de gripe española, la Iglesia continuó celebrando el culto, los sacramentos, los sacramentales, el recurso a la intercesión de los santos, la gran tradición de la Iglesia. Debemos hacer lo mismo, queridos creyentes. No seamos, y ahora me dirijo a los sacerdotes, no seamos como esos malos pastores que, cuando ven al lobo, o al virus, huyen en la distancia. Seamos buenos pastores.

Víctimas con Nuestro Señor.
Queridos creyentes, siempre nos preguntamos, cuando hay desastres, por qué los buenos también se ven afectados. No solo pecadores, sino buenos. Recuerde que fue durante la terrible gripe española que Jacinta y Francisco, los dos pequeños pastores de Fátima, murieron en condiciones muy terribles, ofreciendo sus vidas por la conversión de los pecadores. Aquí hay una ley que durará hasta el fin de los tiempos: el buen Dios necesita víctimas, víctimas que expiaron en unión con la víctima por excelencia, Nuestro Señor Jesucristo. En el evangelio los apóstoles interrogan a Jesús sobre una masacre que tuvo lugar en el templo de Jerusalén: los galileos vinieron a rezar, ofrecer el sacrificio y, en esa ocasión, Poncio Pilato los masacró. Esto desconcertó a los apóstoles y a los discípulos de Jesús: “¿Cómo se masacra a los santos que ofrecen el sacrificio? ¿Qué pecado cometieron para que Dios los castigara de esta manera?”.
Del mismo modo, los Apóstoles interrogaron a Jesús: hubo una catástrofe en Jerusalén, una torre se derrumbó, la torre de Siloé, que dejó dieciocho muertos, y los apóstoles se hicieron la pregunta. “¿Qué hicieron para morir así, en una peregrinación a Jerusalén, siendo aplastados así debajo de una torre?” ¿Cuál es la respuesta de nuestro Señor? Él dijo: “¿Crees que esos galileos eran pecadores más grandes que todos los demás galileos, porque sufrieron tanto? No, te digo; si no haces penitencia, todos perecerán de la misma manera”. Esto es lo que dice el Señor.

Las calamidades son consecuencia de los pecados.
Las calamidades deben hacernos pensar que si no hacemos penitencia, todos pereceremos. Dios es bueno, no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva.
Las calamidades públicas son a menudo la consecuencia de los pecados de las autoridades públicas. Hoy tenemos razón en preocuparnos porque, todas las malas leyes que se multiplican, todas las violaciones de la ley natural, la apostasía, incluso en la Iglesia, que vemos hoy, no pueden dejar indiferente al buen Dios. En el Antiguo Testamento, leemos que los judíos protestaron porque Dios no los castigó: “¿No nos amas, Señor?” ... Prefirieron el castigo de Dios al silencio de Dios, y ese silencio es quizás lo peor.
Queridos fieles, todo el día, en los televisores, se muestran datos sobre los enfermos y los muertos, y es realmente impresionante. Pero no olvidemos que, por ejemplo, recientemente en Bélgica, en un año, tres mil personas fueron sacrificadas, estas son cifras oficiales, hay niños entre ellos. No estoy hablando de la cantidad de abortos hoy. Todos estos pecados claman al cielo. Queridos creyentes, debemos pensar en esto, debemos hacer penitencia: Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva.

La forma tradicional de abordar las epidemias.
Queridos creyentes, entre los presentes, algunos vinieron aquí por primera vez, los conocí esta semana. Son personas a las que se les ha negado la comunión en las iglesias porque afirman que es la forma tradicional, en la boca, y vienen aquí porque quieren la comunión.
Aquí ves la debilidad, por decir lo menos, de los responsables en la Iglesia, afortunadamente no todos. No hay mayor riesgo de propagar el virus a través de la comunión en la boca que en la mano. Además, un obispo, afortunadamente, todavía hay algunos obispos de este tipo en los Estados Unidos, recordó en una carta a sus fieles: “Consulté a un comité de especialistas, médicos, antes de escribir esta carta y dicen que con la comunión en la boca no mayor peligro de propagación”.

La comunión no es la fuente de la muerte, sino de la vida.
Los fieles tienen el derecho, como recordó la Santa Sede hace unos años, a recibir la comunión en sus bocas. Los que están en calamidad no están privados de los sacramentos. Así que le digo: siéntase como en casa, porque siempre encontrará aquí la forma habitual y tradicional de la Iglesia de abordar las epidemias. También confía en la medalla milagrosa, úsala, tómala, Es un baluarte contra todas las tentaciones del diablo.
En poco tiempo, después de la Misa, todos tendrán la posibilidad de venir a la mesa de comunión para recibir la bendición con reliquias que tenemos, entre otras reliquias, las de San Pío X, San Pío V, de nuestra amada Santa Cura de Ars y de San Juan Eudes. También hay una reliquia de Santo Tomás de Aquino que celebramos hoy. No son amuletos, sino una forma de recibir la protección de estos santos, vivir en el cristianismo, soportar la enfermedad y protegerse de ella, si esa es la voluntad de Dios.

Ser como niños.
Termino diciendo que esta enfermedad tiene una peculiaridad, como la vemos hoy: aparentemente, no afecta, o al menos no afecta seriamente, a los niños. Quizás haya una señal de Dios allí, porque en el Evangelio Nuestro Señor nos dice: “En verdad te digo, si no te conveirtes en un niño, No entrarás en el Reino de los Cielos”. No entrar en el Reino de los Cielos es ser condenado, este es el peor peligro, esta es la peor calamidad.
En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén
Visto en: STAT VERITAS

miércoles, 22 de enero de 2020

Los cambios litúrgicos del Papa Pio XII ¿Un Católico puede rechazar las Leyes promulgadas por un Papa legítimo? Por el Reverendo Padre Dominic Radecki, CMRI

 4) En 1955 el Papa Pio XII aprobó la Nueva Semana Santa, en la cual se restauró algunas de las ceremonias que fueron alteradas a través de los años. Además él la hizo más fácil para concurrencia de los trabajadores en las ceremonias del Jueves Santo, del Viernes Santo y de la Vigilia Pascual volviéndolas a su tiempo original y apropiado. En los tiempos apostólicos la Iglesia Católica celebraba la liturgia del Jueves Santo, del Viernes Santo y de la Vigilia Pascual “en las mismas horas del día en que aquellos sagrados misterios ocurrieron. Así, la institución de la eucaristía tuvo lugar en el atardecer del Jueves Santo, la Pasión y la Crucifixión tuvieron lugar en las horas después del mediodía del Viernes Santo y la Vigilia Pascual ocurrió en la noche del Sábado Santo, terminando a la mañana del día de Pascua con el jubilo de la Resurrección de Nuestro Señor.”
“Durante el Medio Evo… [la Iglesia], a causa de varias razones pertinentes, comenzó a hacer en horas más tempranas las performances litúrgicas en aquellos días, luego hacia el final de aquel periodo todos esos servicios litúrgicos han sido transferidos a la mañana. Esto no tuvo ligar sin detrimento del significado litúrgico y confusión entre las narraciones Evangélicas y la ceremonias litúrgicas adjuntas a ellas” (Decreto de la Sagrada Congregación de Ritos, pp. 1-2, 16 de Noviembre, 1955).
     Los servicios litúrgicos solemnes del Jueves Santo, del Viernes Santo y de la Vigilia Pascual eran llevados a cabo a la mañana en Iglesias casi vacías porque pocos podían atender a ellas. Colegiales tenían que suplantar a los hombres en la ceremonia del lavado de los pies en el Jueves Santo porque estos tenían que trabajar. Debido a la restauración de la semana Santa hecha por el Papa Pio XII las Iglesia ahora están llenas y los fieles vienen en gran número para asistir las ceremonias y recibir la Santa Comunión.
        En 1951 el Papa Pio XII restauró la Vigilia Pascual para la noche, su propio tiempo:
“Por siglos la Iglesia ha visto la incongruidad de la celebración de la Vigilia Pascual — un servicio cuyo textos [v.gr. el alleluia] y simbolismos [v.gr. Lumen Christi] obviamente se inclinan hacia las horas de la noche — en tempranas horas de la mañana del Sábado Santo cuando ciertamente Cristo no había surgido todavía. Que esto no ha sido siempre así está probado históricamente fuera de toda duda. (John Miller, C.S.C, “The History and Spirit of Holy Week”, The American Ecclesiastical Review, p.235.)
      El Papa Pio XII redujo el número de las lecciones recitadas de doce para cuatro, volviendo a la práctica de San Gregorio Magno. El Papa ordenó que el ayuno de la Cuaresma concluyese a la medianoche del Sábado Santo en lugar de a la tarde para que completase los 40 días de ayuno, y no 39 días de ayuno. Esta ley disciplinaria asegura que el Sábado Santo retenga su carácter de tristeza por la muerte de Nuestro Redentor que yace en el Santo Sepulcro.

     5) En 1954 el Papa Pio XII hizo una revisión del Oficio Divino, omitiendo varias oraciones, como el Padre Nuestro, el Ave-María y el Credo antes de las horas, las preces en Laudes y Vísperas con algunas excepciones, el largo Credo Atanasiano, a excepción del día de la Santísima Trinidad, etc. De acuerdo con la Sagrada Congregación de Ritos, el objetivo propuesto de estas modificaciones era “para reducir la gran complejidad de las rubricas a una forma más sencilla”.
     El Papa San Pio X ya había introducido algunos de esos cambios en el Breviario Monástico. A través de la influencia de los Benedictinos, el Papa Pio XII las extendió para todo el clero. Por la simplificación de las rubricas y la disminución de las oraciones, el Breviario pasó a ser más fácil para que los sacerdotes llevasen a cabo fiel y devotamente su obligación de recitar todos los días el Oficio Divino. El clero recibió de muy buena gana estos sabios cambios.

     El Papa Pio XII aprobó y promulgó oficialmente estos cambios. Bugnini no tenía autoridad para promulgar nada. Referirse a la Nueva Semana Santa como si fuera la liturgia de Bugnini es cosa poco ingeniosa y hasta deshonesta intelectualmente hablando. Cualquier que sea el rol que haya tomado, eso no obscurece el hecho de que varios cardinales y liturgistas ortodoxos tuvieron envolvimiento en los preparativos de estos cambios.
La Sagrada Congregación de Ritos fue establecida para dirigir la liturgia de la Iglesia Latina. Por Iglesia Latina se entiende aquella parte de la Iglesia Católica, de lejos la mayor, que usa el latín en sus ceremonias. El Papa Pio XII estableció una comisión “para examinar la cuestión de la restauración del Ordo de la Semana Santa y proponer una solución. Obtenida la respuesta, Su Santidad decretó, como la seriedad del asunto demandaba, que la cuestión en su totalidad fuese sujeta a un especial examen hecho por los Cardenales de la Sagrada Congregación de Ritos.”
[Cuando los Cardenales se reunieron en el Vaticano en 1950,] “ellos consideraron a fondo el asunto y votaron unánimemente que el Ordo de la Semana Santa restaurada fuera aprobada y prescrita, sujetos a la aprobación del Santo Padre. Acto continuo, habiendo sido detalladamente reportada al Santo Padre por el… Cardenal Prefecto, Su Santidad se dignó a aprobar lo que los Cardenales habían decidido. Entonces, por especial mandato del mismo Papa Pio XII, la Sagrada Congregación de Ritos ha declarado lo siguiente… [dando directivas específicas, incluso:] Aquellos que siguen el Rito Romano están obligados… a seguir el Ordo de la Semana Santa Reformada, expuesto en la edición oficial del Vaticano” (Decreto de la Sagrada Congregación de Ritos, pp. 1-2, 16 de Noviembre de 1955).
     De acuerdo con el Papa Pio XII, la reformas litúrgicas que él promulgó fueron “un signo de la disposición providencial de Dios en la moción del Espíritu Santo a la Iglesia para los tiempos presentes” (The Assisi Papers, Procedentes del Primer Congreso Internacional de liturgia pastoral, Asís-Roma, 18 al 22 Septiembre, 1956, p. 224). Cristo dijo a San Pedro y a todos sus sucesores legales, “Aquel que os oye, a mi me oye.” (Lucas 10:16). El tema en cuestión es la obediencia a la legítima autoridad suprema de la Iglesia Católica. Un verdadero Papa aprobó estos cambios. Debemos aceptar estos cambios como legales y dignos de seguimiento salvo que podamos probar que el Papa Pio XII no fue un verdadero Papa.
El que diga que el Papa Pio XII no aprobó la Semana Santa Restaurada, lo dice sin fundamento. Es ridículo decir que el Papa Pio XII no tenía idea de que la Sagrada Congregación de Ritos y todo el mundo Católico estaban haciendo respecto a la Semana Santa. ¿No es este el mismo argumento que algunos usan para defender a los “papas” posconciliares — que desde la muerte del Papa Pio XII, los “Vicarios de Cristo” no han tenido idea de lo que pasaba en la Iglesia Católica? El argumento que dice que él era ya anciano o tenía cualquier otra discapacidad para regir la Iglesia es también completamente absurdo por lo claro de sus últimas encíclicas, directivas y discursos en el mismo año de su fallecimiento.
El Papa Pio VI estigmatizó como “al menos errónea” la hipótesis “de que la Iglesia podría establecer una disciplina que fuera peligrosa, prejudicial, conducente a la superstición o al materialismo.” (Dz. 1578). En la sección 22, canon 7, el concilio de Trento condenó a cualquiera que diga que las ceremonias de la Iglesia son un estimulo a la impiedad más que a la piedad.
Los cambios introducidos por el Papa Pio XII son legales, santos y conducentes a la santificación y salvación de las almas. La Iglesia Católica ha enseñado consistentemente que un Papa válido no puede promulgar una ceremonia o ley litúrgica que sea prejudicial a la fe y a la piedad y que desagrada a Dios. En tales decisiones el Papa es protegido por la infalibilidad.
Los teólogos enseñan que las leyes disciplinarias universales y los cambios litúrgicos son objetos secundarios de la infalibilidad. Esto está claramente explicado por Monseñor Van Noort: “El bien conocido axioma, Lex orandi est lex credendi (la ley de la oración es la ley de la creencia), es una especial aplicación de la doctrina de la infalibilidad de la Iglesia en materias disciplinares. Este axioma dice en efecto que la formula de la oración aprobada para el uso público de la Iglesia universal no puede contener errores contra la fe y moral” (Christ’s Church — La Iglesia de Cristo — p.116).
     Los cambios litúrgicos del Papa Pio XII — la institución de la festividad de San José Obrero, la restauración de la Semana Santa, las leyes para el ayuno Eucarístico, etc. — no son pecaminosas. Se alguno dijere que ellas son heréticas o pecaminosas, éste estaría acusando la autoridad doctrinal infalible de la Iglesia de prácticas sacrílegas y errores doctrinales que corrompen la fe, comprometen sus doctrinas y perjudica a las almas. Tal acusación negaría que Cristo proteja a Su Iglesia y sagrada liturgia de ella del mal y del error.
El Papa Pio XII prohibió sin excepciones, en un leguaje más preciso, a los sacerdotes de usar la liturgia antigua. Él condenó también el anticuarismo (arqueologismo), es decir, la práctica de volver a las observancias litúrgicas primitivas por la no conformidad con las rubricas concurrentes y con las leyes eclesiásticas, que en tal ocasión sería implícita la no actividad del Espíritu Santo en la conducción de la Iglesia. Ni siempre lo más antiguo es mejor, especialmente cuando desafía las órdenes de un verdadero Papa.
El motivo por el cual nosotros seguimos los cambios litúrgicos del Papa Pio XII es la autoridad infalible de la Iglesia de enseñar. Los cambios fueron autorizados por un Vicario de Cristo infalible y fueron promulgados oficialmente para remplazar los antiguos ritos y leyes existentes. Ya que el Papa Pio XII era un Papa verdadero, debemos obedecer sus órdenes respecto a la sagrada liturgia. La obediencia es lo más seguro, lo más consistente y la regla de ortodoxia.
     Por otro lado, aquellos que aceptan a Pio XII como un verdadero Papa mientras rehúsan aceptar sus decretos litúrgicos, demuestran rebeldía y desobediencia. Recogiendo y eligiendo lo que ellos quieren, ellos se ponen a sí mismos como la suprema autoridad de la Iglesia Católica. Ellos se adjudican el derecho de juzgar al Papa, cerniendo lo que él enseña y decidiendo lo que van a obedecer y lo que van a rechazar. Recoger y escoger lo que se va obedecer y lo que se va a rechazar es un error. Es un sello de rebelión le negar obediencia al verdadero vicario de Cristo; rebelión en materia de obediencia a la legítima autoridad es siempre un peligro para la Fe.
El Galicanismo fue una herejía contra la jurisdicción papal, que tendía a limitar los poderes del Papa. Comenzó al principio del siglo XV y se desparramó por toda la Europa. Acto continuo, muchos europeos perdieron su censo de obediencia al Papa. En 1682 el clero francés formuló los Cuatro Artículos que se hicieron obligatorios para todas las escuelas y para todos los maestros de teología. Los cuatro artículos estatuyeron que el juicio papal carece de valor sin el consentimiento de la Iglesia. Los Papas Alejandro VIII y Pio VI y el Concilio Vaticano condenaron el Galicanismo. Tristemente, el espíritu del Galicanismo prevalece hoy día.
     Aquellos que rechazan los cambios litúrgicos del Papa Pio XII son inconsistentes. Si ellos aceptan a Pio XII como papa, deben reservar su propia opinión acerca de la liturgia de él, echar a un rincón sus gustos y disgustos litúrgicos y simplemente obedecerlo. La mentalidad católica es obedecer a los superiores legales en todo, excepto en el pecado.
     El espíritu de obediencia a la autoridad legítima fue expresada por la madre de Lucia, una de los niños de Fátima. Cuando la madre de Lucia fue cuestionada sobre el porqué el nuevo párroco no permitía danzar y el antiguo sí lo permitía, ella contestó: “Yo no sé porque el antiguo párroco permitía y el nuevo no. Si el nuevo párroco no quiere las danzas, mis hijos no danzarán.”
     Concluiremos con un discurso del Papa San Pio X a los sacerdotes de la Unión apostólica:
“Cuando uno ama al Papa, uno no se queda a debatir sobre lo que él aconseja o manda, no pregunta hasta donde se extiende el riguroso deber de obedecer y no marca los límites de esta obligación. Cuando uno ama al Papa, uno no objeta que él no ha hablado con toda claridad, como si él fuera obligado a repetir su voluntad en el oído de cada uno lo que muy a menudo expresa no sólo viva voce, sino también por cartas y otros documentos públicos; uno no pone en duda sus órdenes so pretexto — fácilmente usado por cualquiera que no quiera obedecer — de que ellas no emanan de él, sino de sus legados; uno no limita el espacio en el cual podemos y debemos ejecutar su voluntad; uno no se opone a la autoridad del Papa porque otras personas, letradas quizás, difieren de la opinión del Papa. Además, no obstante su gran conocimiento, su santificación está en espera, porque no puede haber santidad donde hay discordancia con el Papa.” (AAS 1912, p. 695)
Acordarnos hemos de que todo esto incumbe al legítimo y válido Papa elegido; esto no se aplica a un hereje o un “papa” electo inválidamente — un falso papa.