martes, 14 de mayo de 2019

LOS SAGRADOS CORAZONES DE JESÚS Y MARÍA ... LA INFINITA PROFUNDIDAD DE UN CULTO INCOMPRENDIDO

Doble motivo del culto al Sagrado Corazón de Jesús 

El motivo del culto al Sagrado Corazón de Jesús es doble:
1) El primero es común a todos los miembros adorables del cuerpo de Jesucristo, se funda en el hecho que su Corazón, siendo una parte nobilísima de su naturaleza humana, está unido hipostáticamente al Verbo de Dios, y por lo tanto, se le ha de tributar la misma adoración con que la Iglesia honra a la Persona del Hijo de Dios Encarnado. (Se trata, pues, de una verdad de la Fe Católica que fue solemnemente definida por la Iglesia en el Concilio de Éfeso y en el II de Constantinopla.)
2) El otro motivo pertenece de manera especial al Corazón del Divino Redentor. Proviene de que su Sagrado Corazón, más que ningún otro miembro de su cuerpo, es el índice o símbolo natural de su infinita caridad hacia el género humano. "Es innata al Sagrado Corazón —decía León XIII en "Annum Sacrum"— la cualidad de ser símbolo e imagen expresiva de la infinita caridad de Jesucristo, que nos incita a devolverle amor por amor". 

Triple amor del Redentor 

El amor de Jesucristo no fue solamente espiritual. 

El amor que exhala el Evangelio, el amor del Corazón de Jesús, no comprende sólo la caridad puramente divina, sino que también se extiende a los sentimientos del afecto humano. Para todo el que hace profesión de Fe Católica esta es una verdad indiscutible.
Nuestro Señor Jesucristo poseía un verdadero cuerpo humano, dotado de todos los sentimientos que le son propios, entre ellos, el amor. Estuvo provisto de un Corazón físico, en todo semejante al nuestro, no siendo posible que la vida humana privada de este excelentísimo miembro del cuerpo tenga su natural actividad afectiva. Por tanto, el Corazón de Jesús, unido hipostáticamente a la Persona Divina del Verbo, debió sin duda palpitar de amor y de lodo otro afecto sensible, con el mismo amor infinito que el Hijo tiene en común con el Padre y el Espíritu Santo que jamás se interpuso ni contradijo con los otros dos amores, el espiritual y el sensible. 
"Ya que tomó el alma tomó las pasiones del alma", dice San Ambrosio.
 Y San Jerónimo: "Nuestro Señor se entristeció realmente para manifestar su humana naturaleza."
 San Agustín confirma: "El Señor se revistió de los afectos de la fragilidad humana".
 "Tomó pues, todo, para santificarlo todo", resume San Juan Damasceno.
 El Corazón del Verbo Encarnado es, entonces, símbolo perfecto del triple amor con que el Divino Redentor acá continuamente al Eterno Padre y a todos los humanos. Es, ante todo el símbolo del Amor Divino, que en El es común con el Padre y el Espíritu Santo en la vida trinitaria, ya que en El inhabita la plenitud de la Divinidad corporalmente.(Cf. Col. 2,9). Además, el Corazón de Jesucristo es símbolo de ardentísima caridad, que, infundida en su alma, constituye la preciosa dote de su voluntad humana, dirigida e iluminada por una doble ciencia: beatífica e infusa. Finalmente, el Corazón de Jesús es símbolo de su amor sensible, pues el cuerpo de Jesucristo, concebido y plasmado en el seno purísimo de la Virgen María por obra del Espíritu Santo, supera en perfección y capacidad perceptiva a todo otro organismo humano. San Pedro Julián Eymard dice que entre todas las criaturas corporales, el Corazón de Jesús es la que más contribuye a la gloria de Dios, y la que más merece el culto y el amor de ángeles y hombres. Y el cuerpo de Jesucristo, en estado de gloria sempiterna, mantiene por supuesto su Sacratísimo Corazón que nunca ha dejado ni dejará de palpitar con imperturbable y plácido latido. Así dice San Gregorio Magno: "Conoce el Corazón de Dios en las palabras de Dios, para que con más ardor suspires por las cosas eternas".
 Los latidos del Corazón Divino 
¿Quién podrá describir dignamente los latidos del Corazón Divino, señales de su infinito amor, en aquellos momentos en que dio a los hombres sus más preciados dones, esto es, a Sí mismo en la Eucaristía, en la Cruz, y a su querida Madre Santísima? Así, antes de celebrar la Última Cena con sus discípulos, al pensar que iba a instituir el Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, con cuya efusión se iba a confirmar la Nueva y definitiva Alianza, sintió su Sagrado Corazón agitado de intensa emoción que manifestó a sus apóstoles con estas palabras: "Ardientemente he deseado comer este cordero pascual con vosotros, antes de mi pasión" (Lc. 22,15), conmoción que sin duda fue más vehemente cuando tomó el pan, y después el cáliz, pronunciando las divinas palabras de la consagración. El Corazón de Jesús expiró de amor en la Cruz. Esta es la más inmensa manifestación de amor de todos los tiempos. El mismo lo expresó claramente: "Nadie tiene amor mayor que éste de dar uno la vida por sus amigos... Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su Señor; pero os digo amigos, porque, todo lo que oí de mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a Mí, sino que Yo os elegí a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca, para que cuanto pidiereis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando, que os améis unos a otros." (Jn. 15, 14-17). 
El Corazón Inmaculado de María 
¿Por quién ha latido con más intensa emoción y ternura el Corazón Divino de Jesús? Para quienes profesamos la Fe Católica, esta pregunta sólo admite una sola y única respuesta, una dulce y preciosa respuesta: María. Y en el ser de María, sin duda, lo más perfecto de la pureza, la hermosura y el amor de Dios, reside en el Corazón de María. El Corazón Inmaculado de María, de cuyas maternales palpitaciones nació y se alimentó el Verbo de Dios concebido en su castísimo seno, el Corazón Inmaculado de María colmado de dicha ante el Niño Dios, el Corazón Inmaculado de María traspasado de dolor justo a la Cruz, constituye el más preciado objeto de amor del Sagrado Corazón de Jesús. Los Corazones de Jesús y de María palpitan al unísono en el amor hacia el género humano, rescatado del pecado por el más alto precio que pueda haber: la Sangre de Dios, y las lágrimas de la Madre de Dios. Por eso, el culto a los Sagrados Corazones de Jesús y de María no son devociones superpuestas, por el contrario, constituyen una sola y única devoción, la devoción perfecta del más perfecto de los amores. 
Prácticas del culto al Sagrado Corazón de Jesús
 Entre todos los promotores del culto al Sagrado Corazón de Jesús merece especialísima recordación Santa Margarita María Alacoque, quien narra en sus escritos las promesas que Nuestro Señor le hizo, en las apariciones de Parey le Monial, para todos aquellos que abracen sincera y confiadamente la devoción a su Sagrado Corazón. No se crea, sin embargo, que el origen de este culto se debe a las revelaciones privadas. No apareció de improviso en la Iglesia, sino que se fue desarrollando espontáneamente debido al hecho de hallarse en un todo conforme a la índole de la Fe Católica. Es evidente, por tanto, que las revelaciones con que fue favorecida Santa Margarita nada nuevo añadieron a la doctrina católica. Su importancia consiste en que quiso Nuestro Señor atraer la consideración de los hombres a la contemplación y adoración de su Sagrado Corazón, a fin de que los hombres nos unamos más entrañablemente con su divino amor.
La entronización de los Sagrados Corazones "No sólo apruebo y bendigo éste su apostolado, sino que le mando recorrer el mundo entero y propagarlo." Estas fueron las palabras con que el Papa San Pío X despidió al Padre Mateo Crawley cuando éste le solicitó aprobación a la práctica de la ENTRONIZACIÓN. La entronización es el amoroso reconocimiento que una familia cristiana hace de los Sagrados Corazones de Jesús y María. Este reconocimiento reviste una forma muy simple: la instalación solemne de las imágenes de ambos Corazones en el lugar y sitio de honor de la casa, a través de un acto de consagración del hogar y la familia a Jesús y María. Allí se rezará diariamente el Rosario, la "oración por excelencia de la familia cristiana". Es costumbre que la entronización la haga un sacerdote. ¡Pero cuidado! ¡Que la entronización no sea ocasión para que entre en la casa un sacerdote tocado de modernismo. Si no se consigue uno, puede hacerlo el mismo padre o jefe de familia, rezando alguna de las oraciones que traen los misales antiguos o las Letanías del Sagrado Corazón.
 La Hora Santa Santa 
Margarita María dice en sus escritos: "Se me presentó Jesús como un Ecce Horno cargado con su cruz cubierto de llagas y de heridas. Su sangre adorable brotaba de todas ellas, y luego, con voz desgarradora y triste, me dijo: "¿No habrá, por ventura, nadie que se compadezca de mí y que, teniéndome piedad, comparta el dolor que sufro en este estado lamentable en que me tienen sumido tantos pecadores?"... "Aquí tienes el Corazón que ha amado tanto a los hombres, y que no ha perdonado medio alguno de probarles su amor, hasta el extremo de agotarse por ellos. Y en retorno, no recibo de la mayor parte sino ingratitud y menosprecio, lo que me amarga mucho más que todo cuanto he sufrido en mi pasión. Si los hombres me correspondieran... consideraría poco lo que he hecho, y desearía, si posible fuera, sufrir más todavía..." "Al menos tú, hija mía, concédeme el consuelo de verte reparar, en cuanto puedas y de ti dependa, esa ingratitud"... "Quiero que tu corazón me sirva de asilo, en el que me cobije para solazarme, cuando los pecadores me persigan y me arrojen de los suyos..." He aquí la idea central de la Hora Santa, que el Padre Mateo predicaba: que todas las familias cristianas dedicaran una hora mensual y aún semanal para unirse a la agonía de Nuestro Señor en el Huerto. Puede usarse, como ayuda, la lectura de algún libro de vida espiritual, de preferencia escrito por un Santo o que sea un texto clásico indiscutido. El mismo P. Mateo escribió para estas horas Santas. Pueden también rezarse los 15 misterios del Rosario. La Adoración Nocturna Pero el Padre Mateo pedía más, recordando las palabras de Nuestro Señor a su confidente Margarita María: "Te haré compartir la tristeza mortal de mi Getsemaní". Y pedía la Adoración Nocturna en los hogares, turnándose los miembros de una familia para cubrir todas las horas de la noche, una vez al mes. Las familias de pocos miembros o las personas solas pueden adorar en su casa, coincidiendo el día y hora con la Secretaria de esta Cruzada, para que todas las noches del mes, haya un alma acompañando al Señor en su Agonía, con los Sentimientos del Corazón de María Santísima. "Después de la Sagrada Comunión, ningún recurso más eficaz de Gracia que éste", decía el P. Mateo. PROMESAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS A SANTA MARGARITA MARÍA ALACOQUE Santa Margarita María narra en sus escritos —aprobados por la Santa Sede— las promesas que Nuestro Señor le hizo para todos aquéllos devotos sinceros y confiados de su Sagrado Corazón, en las apariciones de Paray-le-Monial: 
• 1. Les daré todas las gracias necesarias a su estado.
 • 2. Pondré paz en sus familias.
 • 3. Las consolaré en sus penas.
 • 4. Seré su refugio seguro durante la vida y sobre todo en la hora de la muerte.
 • 5. Derramaré abundantes bendiciones sobre todas sus empresas.
 • 6. Los pecadores encontrarán en mi corazón la fuente y el océano infinito de la misericordia.
 • 7. Las almas tibias se harán fervorosas.
 • 8. Las almas fervorosas se elevarán a gran perfección.
 • 9. Daré a los sacerdotes la gracia de mover los corazones más empedernidos.
 • 10. Bendeciré las casas en que la imagen de mi Corazón sea expuesta y honrada.
 • 11. Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi corazón y jamás será borrado de él.
 • 12. Prometo en el exceso de misericordia de mi corazón, que su amor todopoderoso concederá a todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final; no morirán en mi desgracia; mi corazón será su refugio seguro en aquel último instante.
 "Publica y haz publicar por todas partes que yo dispensaré abundantemente mis gracias a todos los que vengan a buscarlas a mi corazón". El P. Mateo Crawely, nacido en Arequipa (Perú), en 1875, niño aún fue llevado por sus padres a Valparaíso, donde ingresó en el colegio de los padres corazonistas. Ordenado sacerdote, predicó este "compendio de toda la religión y aún la norma de vida más perfecta" (Pío XI), que es el culto al Sagrado Corazón propugnando la consagración a El de individuos, familias, sociedades y naciones. El mismo cuenta cómo se despertó en él esta idea de su apostolado de reparación social y de entronización del Sagrado Corazón, cuando encontró la imagen que García Moreno mandó pintar cuando consagró el Ecuador al Sagrado Corazón de Jesús, imagen que el Padre Mateo difundió en el mundo entero. Luego el presidente mártir "cayó bajo el hierro de un asesino, víctima de su fe y de su caridad cristiana hacia su Patria", como lo dijo Pío IX. Aquella imagen estaba en la casa presidencial, y después del asesinato de García Moreno, la familia temerosa de que la profanaran o destruyeran, la guardaron y luego llevaron de casa en casa, pues los vicarios de las sectas masónicas la buscaban afanosamente. Viendo pues el peligro que corría, un sacerdote amigo de la familia la llevó a Valparaíso, donde estuvo en el Colegio Seminario de los Padres Corazonistas, hasta que un día, muchos años después, le pidieron al joven seminarista Mateo Crawely, de poner orden en la celda de uno de los padres, donde la encontró. Allí, cuenta éste: "Confundida con otros objetos de interés más o menos relativo, se hallaba la preciosa tela en el fondo de un baúl, en la espera de la hora de Dios para comenzar a difundir luz espléndida como sol de amor y gloria divina. Yo tuve la felicidad, mejor dicho, la gracia tan enorme como inmerecida de sacarla de la sombra y de portarla en mis hombros como una bandera de victoria de un polo al otro polo, y no creo pecar de atrevimiento si juzgo que García Moreno, mártir incomparable del Corazón de Jesús, no fue ajeno a esta predestinación de la que yo fui objeto sin ningún mérito mío". "Me atrevo a decir que fue García Moreno quien, con sus manos ungidas con su sangre gloriosa, puso en mis manos el precioso lábaro. Y cuan dichoso me sentiría yo —afirmaba el Padre Mateo— si un día me fuese dado el contribuir de algún modo a su exaltación a los altares, a fin de pagar el presente que me hiciera, el cual dio rumbo definitivo a mi vocación de apostolado social. Sí, pues, un día la Iglesia rinde al Presidente mártir semejante gloria, la Congregación de los Sagrados Corazones debería obtener de Roma nos lo diera como patrono de la Cruzada de Entronización, puesto que a la sombra de su estandarte hice yo mis primeras armas". 
CRUZADA. DE LOS SAGRADOS CORAZONES DE ]ESÚS Y DE MARÍA