lunes, 12 de noviembre de 2018

RESPUESTA A DOS COMUNES OBJECIONES

Es decir, el fin de la Creación es la Encarnación del Verbo, por Quien hizo a Adán a “imagen” del Verbo Encarnado y “semejante” a El, en cuanto inmediatamente de creado fue elevado al orden sobrenatural. Adán nunca estuvo en estado de pura creatura, y evidentemente junto con los dones naturales, por ejemplo de ciencia infusa, le dio los dones sobrenaturales,a través de los cuales no le estaría oculta la futura Encarnación del Verbo, “por Quien y para Quien fueron creadas todas las cosas que existen”, dice San Pablo, y El es siempre “el Primero” en las intenciones divinas (ver Colosenses), las cuales no cambian por un motivo externo a Su Voluntad, como es el pecado de Adán, sino que Su Sabiduría y Bondad, hacen que la Encarnación del verbo sea PASIBLE, asumiendo en unión hipostática una naturaleza humana completa, pero exenta del pecado, por lo cual tampoco cambia la creación de la Virgen María en Gracia desde su Concepción Inmaculada, pues desde toda la eternidad estaba pensada y querida como la Madre del verbo Encarnado, que sin el pecado de Adán se hubiera encarnado igual en sus purísimas entrañas para ser Rey de la Creación: Principio, Centro y Fin del Universo creado, en el orden de la naturaleza, de la Gracia y de la Gloria. El que ocupa el “lugar” central en las intenciones divinas de la Creación SIEMPRE es Jesucristo, no Adán, y sea por Misericordia o por Justicia los designios de Dios no cambian porque es Inmutable en Su pensar y en Su querer, o sea que lo que piensa y quiere, lo piensa y quiere eternamente, y todo el acontecer de los hijos de Adán tienen por único fin la exaltación y el honor de Jesucristo, parte por Misericordia, parte por Justicia.
Dios es Causa Primera de todas las cosas, los hombres somos causas segundas en orden a la salvación o a la condenación: O Abel o Caín, o Judas o San Pedro. Puesta la caída, puesto el remedio: la elección es voluntaria.
Jesucristo y la Iglesia “forman parte” del mismo decreto de predestinación: en la Mente divina son inseparables: es por la Iglesia -depositaria de la Gracia- por quien los hombres volvemos a adquirir la “semejanza” con el Verbo Encarnado. Siempre habrá Iglesia indefectible, Esposa del Cordero “sin mancha ni arruga”, la cual hoy como siempre sigue siendo la única “arca de salvación”. La Iglesia Católica no puede fenecer ni las “puertas del Infierno prevalecer contra Ella” porque Jesucristo Resucitó, es en el Verbo Resucitado en Quien se cumplen las Promesas divinas de perpetuidad de la Iglesia, que NUNCA acabará. La vacancia de la Sede transitoria no es obstáculo para que Dios siga -como siempre- derramando sus Gracias sobre sus hijos.
Yo le pregunto: ¿Por qué en medio de esta Apostasía algunos hombres permanecen firmes y otros no? ¿En quién hay que buscar la causa de esta defección en la Fe?
Dijimos que Dios no cambia. la Iglesia de Jesucristo tampoco.
El Infierno no tiene poder para prevalecer sobre la Iglesia, ni Satanás para torcer las intenciones divinas. ¿Por qué Noé y su familia permanecieron fieles, mientras que el diluvio acabó con los infieles? ¿Alguien puede culpar a Dios -cuyas intenciones de salvación no cambian- si el hombre decide no someterse -como creatura, como ser dependiente, como ser contingente- a los Designios divinos?
Ninguno de nosotros puede afirmar con absoluta certeza acerca de la condenación eterna de alguien, aunque sabemos que hay quienes se condenan. Aquí entran en juego -no la Voluntad de Dios inmutable que quiere que todos los hombres se salven- sino la libre voluntad del hombre en subordinarse a lo que Dios ha revelado para salvarse. El “Camino, la Verdad y la Vida” está en Jesucristo, El ha manifestado cuál es la Voluntad de Dios. La ignorancia INCULPABLE es redimible, la Apostasía -que es la pertinacia de la voluntad en permanecer en el error conocido- no. Es el hombre que soberbiamente -como en el Paraíso- quiere ocupar el lugar de Dios, y decidir acerca de si lo que Dios ha revelado -por el Verbo Encarnado- se debe cumplir o no.
El que se sale de los designios divinos es el hombre, y eso si es voluntario no tiene más remedio, porque la Redención ya la hizo, y es el hombre quien debe aplicarla para salvarse, como dice San Pablo: “Cumplo en mí lo que falta a la redención de Jesucristo”, no porque esté incompleta, sino porque el hombre debe apropiársela para salvarse.
¿Cómo se sale de esta situación? De modo personal e individual, permaneciendo firmes y fuertes en la Fe, sin perder la Gracia que Dios no niega a sus hijos.
De modo corporativo, o como Cuerpo, trabajando con los medios a nuestro alcance para que la Iglesia Católica tenga Cabeza Visible, para ser como “ejército formado en batalla” para darle combate a la Apostasía. ¡ Dios lo quiere ! Otros “remedios” no existen.

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