Cuánta es, oh hombre, tu nobleza y dignidad! Uno de estos príncipes que asisten al Trono del Altísimo es tu custodio: el Cielo es tu Patria bienaventurada: pues la tierra, valle de lágrimas y lugar de destierro, sería morada indigna de tu grandeza. No nacisteis para acumular mezquinos tesoros, ni para disfrutar de goces efímeros corriendo tras los hombres y placeres engañosos ¡Hay! Esos bienes vanos y caducos podrán deslumbrarte, más no satisfacerte; podrán irritar, más no apagar la sed que te devora de felicidad. Eres más que todo eso: sólo Dios puede llenar el vacío inmenso que llevas en tu alma.
Fuiste creado para conocer el bien infinito, para que conociéndole le ames y sirvas, y amándole y sirviéndole le poseas un día eternamente ¡Qué noble es tu destino! ¡Qué fin tan glorioso! ¡Si le logras, la Felicidad de Dios será un día tu felicidad! Y no disfrutará de ella tu alma solamente, sino aún tu mismo cuerpo, que resucitará al fin del mundo por la Omnipotencia divina.
Pero este gran galardón y esta eterna felicidad no se da sin méritos. ¡Cómo! Exigiendo tú del jornalero penosísimos sacrificios por un módico salario, ¡Quisieras obtener recompensa infinita sin sacrificio alguno! Siendo Dios tu dueño absoluto tiene sobre ti y sobre todas tus cosas un imperio soberano; por eso vela próvido sobre tus pensamientos, palabras y acciones, provee a tus necesidades y te suministra tantos medios, como personas encierra el universo, para que alcances el fin último. Te dio libertad, es cierto más no para que vivas a tus antojos, constituyéndote fin último de ti mismo; sino para que, observando libremente los Mandamientos de Dios y de la Iglesia que te fueron impuestos, merezcas la bienaventuranza eterna; pero ¡Hay de ti, sino los observare! Hallarás entonces una eterna infelicidad. Lo creas o no, la cosa es y será así.
Mas si tanto desea Dios que te salve, dirás por ventura, ¡Cómo siento propensión al vicio! ¡Cómo me aquejan tantos males! Dios creó a nuestros primeros padres Adán y Eva exentos de pena y hasta los colocó en el Paraíso, pero ingratos nuestros primeros padres, desconociendo a su Soberano, comieron de la fruta vedada y fueron arrojados del Edén y despojados de la justicia original ¡Qué extraño es, que heredando el hijo la suerte de los padres, quede como ellos sujeto a trabajos, enfermedades y a la muerte, triste consecuencia del PECADO ORIGINAL!
Pero como esta desgracia no quedará sin remedio; el Hijo de Dios la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, para librarte de la esclavitud del pecado y del Demonio, se dignó a tomar carne humana en las entrañas de María Santísima, quedando ésta con nuevo portento Virgen en el parto como antes y después del mismo. Pues no se efectuó esta maravilla por obra de varón, como en los demás hombres, sino por obra del Espíritu Santo, que formando de la sangre de María un cuerpo perfectísimo y creándole un alma y uniendo luego a entre ambos el Verbo Divino, resultó aquella portentosa unión de las naturalezas divina y humana en Jesucristo, Dios y Hombre Verdadero. Cómo hombre, nació en el establo de Belén, lloró, sudó, padeció cruelísimos tormentos hasta expirar en una Cruz. Como Dios hombre, satisfizo, mereció, de una manera tan cumplida y sobreabundante, que bastará para redimir infinitos mundos, siendo infinita la majestad de la Persona que satisfizo.
Pero ¡De que te aprovechará de que Jesucristo viviera treinta y tres años entre los hombres, enseñara la moral más pura y sublime, comprobara su divinidad con estupendos milagros, y vertiera su Sangre por nosotros, si resucitando al tercer día, como lo predijo y fundando la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana, no perpetuará su grandiosa obra hasta el fin del mundo! La perpetuó en efecto; pues cuarenta días después de la Ascensión de Cristo a los cielos, descendió el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego sobre los Apóstoles: y la Iglesia, es decir, la congregación de fieles Católicos, cuya cabeza visible es Pedro y los legítimos sucesores, los pontífices romanos, fue propagada y establecida por todo el mundo por doce rudos y pobres pescadores (los Apóstoles) que confundieron a los sabios y poderosos del siglo; y esta Iglesia está sostenida a pesar de las más crueles persecuciones, sellada con la sangre de dieciocho millones de mártires, a despecho de la impiedad de los emperadores romanos seducidos siempre por la sinagoga de Satanás, de la envidia y de todas las pasiones, permanece después de veinte siglos siempre victoriosa y subsiste inalterable con aquella misma fe, pureza de doctrina y santidad de costumbre con que salió de las manos de su Divino Fundador Jesucristo Nuestro Dios y Señor.
Salud, Iglesia Santa: bien se ve que no te sostienen auxilios humanos, sino el brazo del Todopoderoso; no estás fundada sobre la arena movediza de promesas o teorías humanas, sino sobre la firme roca de la Eterna Verdad.
Salud, Iglesia Católica, figurada por el Arca de Noé, fuera de la cual no hubo salvación para nadie durante el diluvio universal. Miembros tuyos somos los que militamos bajo tu estandarte en la tierra, los Santos que triunfan en el Cielo, y las almas que se purifican en el Purgatorio. Y con tan estrechos lazos unes a tus miembros, que en virtud de la comunión de los Santos, nosotros con oraciones y sufragios podemos aliviar a las benditas almas de todos nuestros seres queridos que están en el Purgatorio, esperando salir para gozar de Dios por toda la eternidad y los Santos que con su poderosa intercesión pueden socorrernos desde el cielo.
Salud, Iglesia divina, columna, fundamento y única depositaria de la Verdad: única que en los Santos Sacramentos posees medios de eficacia infinita para salvarme ¡Oh! ¡Y cuánto te desvelas por mi santificación y eterna felicidad! Nací y borrándome la culpa original y comunicándome un ser divino, me hiciste por el Bautismo hijo de Dios y heredero del Cielo. Crecí y fortaleciéndome con las gracias y dones del Espíritu Santo en la Confirmación y me hiciste soldado de Cristo; me alimentas en la Sagrada Eucaristía con el Cuerpo de Jesús; con ternura me sanas en el consolador tribunal de la Penitencia con la Confesión y cuando luche en la agonía de la muerte y con el enemigo infernal, entonces más consoladora que nunca, me darás con la Extremaunción, salud, si es de mi conveniencia, purificándome de las reliquias del pecado y me conducirás al tribunal del Juez Supremo. Y no contenta con prodigarme a mí tantos favores, lo extiendes a todo el mundo y los perpetúas hasta la consumación de los siglos, ya creando por medio del Orden Sagrado sacerdotes idóneos que dispensen los Sacramentos y ejerzan dignamente las sagradas ceremonias religiosas; ya con el Sacramento del Matrimonio dando al mundo dignos padres de familias, que, educando cristianamente a sus hijos, glorifiquen a Dios y conserven la sociedad.
¡Que bella y consoladora es la Religión! ¡Que digno son de compasión los que no la conocen, o conociéndola y admirándola no tienen valor para conformar su conducta con la sublime doctrina que Ella nos enseña! ¡Oh! Séquese mi mano derecha, si me olvidare de Tí; péguese mi lengua al paladar, si no me acordare de Tí Sacrosanta Iglesia Católica Apostólica Romana, Unica Arca de Salvación
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