sábado, 1 de junio de 2019

DE MUCHÍSIMA ACTUALIDAD .... Carta del Papa Pío IX a los obispos de Italia: el fiel eco de la Tradición



Fuera de la Iglesia no hay salvación
El Papa continúa diciendo: "Pero también conocemos perfectamente bien este dogma católico: que fuera de la Iglesia no podemos salvarnos, que es imposible obtener la salvación eterna siendo rebeldes a las resoluciones de esta Iglesia y permaneciendo obstinadamente separados de su unidad y del sucesor de Pedro, el Romano Pontífice, a quien el Salvador confió el cuidado de la viña.
"Porque las palabras de Cristo nuestro Señor son perfectamente claras: "El que no escucha a la Iglesia, sea para ti como un pagano y como un publicano" (Mt 18, 17); "Quien a vosotros escucha, a Mí me escucha; y quien a vosotros rechaza, a Mí me rechaza; ahora bien, quien me rechaza a Mí, rechaza a Aquel que me envió” (Lc 10, 16); "Quien creyere y fuere bautizado, será salvo; mas, quien no creyere, será condenado" (Mc 16,16); "El que no cree, ya está condenado" (Jn 3, 18); "Quien no está conmigo, está contra Mí; y quien no acumula conmigo, desparrama" (Lc 11, 23). También el apóstol Pablo dice que estos hombres "se han pervertido y pecan, condenándose por su propia sentencia" (Tit.3: 11); y el Príncipe de los Apóstoles asegura que son "falsos doctores, que introducirán furtivamente sectarismos perniciosos, y llegando a renegar del Señor que los rescató, atraerán sobre ellos una pronta ruina" (2 Ped. 2, 1).
Esto no quiere decir que debemos vivir como enemigos de la raza humana o adoptar una conducta sectaria u hostil hacia otros hombres: "A Dios no le agrada que los hijos de la Iglesia católica sean enemigos de aquellos que no están unidos a nosotros por los mismos lazos de la fe y la caridad; por el contrario, deben apresurarse a prestarles todos los servicios de la caridad cristiana, ya sean pobres, enfermos o sufrientes de alguna aflicción; deben ayudarles siempre, trabajando principalmente para sacarlos de la oscuridad de los errores donde se encuentran miserablemente sumergidos; para devolverlos a la verdad católica y a la Iglesia, esta Madre llena de amor, que nunca deja de tenderles tiernamente sus manos maternales, de abrirles sus brazos para establecerlos y fortalecerlos en la fe, la esperanza y la caridad, para hacerlos fructificar en todo tipo de buenas obras y obtener la salvación eterna".
Por lo tanto, esta es una actitud verdaderamente misericordiosa y caritativa con la que el Papa invita a todos los hijos de la Iglesia a ser apóstoles y misioneros de las almas infieles, esclavos de sectas y falsos profetas, como los cismáticos y herejes.

Segundo error: la acumulación de riquezas
El segundo error que el Papa denuncia enérgicamente en su carta al episcopado italiano, es el cebo del lucro y las riquezas terrenales: "No podemos permanecer en silencio ante otro error pernicioso, un mal que, lamentablemente, divide y perturba muchas mentes y corazones. Nos referimos a ese amor propio, a esa pasión desenfrenada y dañina que hace que muchos hombres solo tengan en cuenta, solo busquen sus propios intereses y beneficios personales, sin tener la más mínima consideración por su prójimo. Nos referimos a este insaciable deseo de dominar y adquirir, que los impulsa a acumular tesoros con avidez y por todos los medios, despreciando incluso todas las reglas de la honestidad y la justicia. Preocupados únicamente por las cosas de la tierra, olvidados de Dios, de la religión y de sus almas, depositan miserablemente toda su felicidad en la adquisición de oro y riquezas. Quiera Dios que reflexionen seriamente sobre estas graves palabras de Cristo: "¿De qué sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?" (Mt 16, 26). Que reflexionen también en la enseñanza de Pablo: "Porque los que quieren ser ricos caen en la tentación y en el lazo (del diablo) y en muchas codicias necias y perniciosas, que precipitan a los hombres en ruina y perdición. Pues raíz de todos los males es el amor al dinero; por desearlo, algunos se desviaron de la fe y se torturaron ellos mismos con muchos dolores" (I Tim. 6, 9-10).
Esto no quiere decir que la propiedad o posesión de bienes sea ilegítima. El Papa no predica el comunismo, como tampoco asume la ideología de la lucha de clases o su abolición. No ignora la naturaleza social y política del hombre. Pero el olvido de Dios engendra la ley de la jungla y de los más fuertes, sin mencionar la esclavitud inevitablemente producida por los afectos terrenales. Que estas sabias palabras se escuchen en esta era de la sociedad del consumo, del materialismo desenfrenado y del alarde de todos los vicios.

Justicia y caridad
La solución que promueve el Papa no es otra que la sociedad honesta y virtuosa que ilumina y modera la religión, la ley natural y los mandamientos de Dios: "Los hombres deben, cada uno de acuerdo con su condición especial, trabajar para procurarse las cosas necesarias para la vida, ya sea en las letras y ciencias, o practicando las artes liberales o profesionales, desempeñando funciones privadas o públicas, o participando en el comercio; pero es absolutamente necesario que hagan todo con honestidad, con justicia, con integridad, con caridad; que siempre tengan a Dios ante sus ojos, y que observen con sumo cuidado sus mandamientos y sus preceptos".

No pierdan la esperanza
Ante estos males, el Papa se dirige a los líderes del pueblo cristiano, es decir a los obispos puestos al cuidado del rebaño. Afirma su confianza en su celo episcopal: "Con un solo corazón y un solo espíritu, y con una dedicación renovada, persistan en la defensa de la Casa de Israel, peleen la buena batalla de la fe y defiendan a los fieles confiados a ustedes contra las trampas del enemigo. Exhórtenlos a mantenerse firmes en nuestra santa fe, sin la cual es imposible agradar a Dios. Pídanles que permanezcan firmemente establecidos en nuestra religión divina, que solo ella es veraz y eterna... y que solo ella conduce a la Salvación... y que es la única capaz de preservar y hacer prosperar la sociedad civil".
Con admirable fuerza y talento, el sucesor de Pedro finaliza lleno de esperanza: "En medio de tantas calamidades, en medio de la tormenta desatada violentamente contra la Iglesia, no perdamos jamás el valor. ¿No es Cristo nuestro consejo y nuestra fortaleza? Sin Él no podemos hacer nada, pero a través de Él podemos hacer todo. Al fortalecer a los predicadores del Evangelio y a los ministros de los sacramentos, dice: "Y mirad que Yo con vosotros estoy todos los días, hasta la consumación del siglo" (Mt 28, 20).
¡Quiera Dios que las verdades contenidas en esta carta del Papa Pío IX, dada en Roma el 10 de agosto de 1863, y dirigida a los cardenales y obispos de Italia, resuenen en el cielo de la Roma eterna!

Fuentes: Pío IX, Quanto Conficiamur Moerore, 10 agosto de 1863 – FSSPX.Actualités 24/05/2019

No hay comentarios:

Publicar un comentario