Somos multitud los católicos de buena voluntad que buscamos una guía que nos indique el camino seguro, hoy más angosto que nunca, para llegar al Destino que Dios quiere para nosotros. Nuestro Señor que aparentemente permitió – tal como parece hoy – que las Puertas del Infierno prevalecieran sobre la Iglesia, nos dejó esa guía segura a través del conjunto de las enseñanzas que durante casi 2000 años brindó el magisterio papal, única y suficiente referencia.
Como a veces olvidamos que las Verdades son esencialmente simples, buscamos la ayuda de personas – clérigos y laicos – que consideramos con jerarquía intelectual y formación superiores a las nuestras, para que analicen por nosotros y nos den ya digeridas las interpretaciones de los hechos que vemos cotidianamente y nos indiquen cómo debemos pensar o actuar. Es la natural descarga de responsabilidades, el bastón en el que apoyarnos que esperamos que se nos proporcione cuando un problema nos supera: actitud muy humana.
Crecen así figuras que por sus conocimientos y capacidades se convierten en referencia para miles de desorientados católicos. Estas personas, a través de sus libros, conferencias, periódicos, blogs, poco a poco van ganando lugar en todos los medios de difusión afines a las ideas que defienden. Entonces su presencia crece en manera exponencial y quieran o no, se convierten en guías de multitudes. Terrible responsabilidad.
Decíamos que las Verdades son esencialmente simples y para ejemplo, cito a continuación las enseñanzas de la Iglesia respecto al papado, de una manera cómoda para mí y para el lector, si es que lo hubiera: transcribo partes del índice sistemático del libro guía “El Magisterio de la Iglesia” llamado habitualmente “Denzinger”, por ser Enrique Denzinger el autor. Es un libro que contiene una colección de los principales decretos y definiciones de los papas y concilios, la lista de las proposiciones condenadas, etc., empezando con las más antiguas formas del Símbolo de los Apóstoles. Cada sentencia de éstas remite a uno o varios documentos de los papas o los Concilios. Quién quiera consultarlos puede descargar el libro de internet:
“Cristo prometió y confirió a San Pedro el primado de jurisdicción sobre la Iglesia Universal. Por consiguiente Pedro es el Príncipe de los Apóstoles, fundamento de la Iglesia, cabeza de la misma y principio visible de unidad. Tiene sucesores perpetuos. Esta sucesión se encuentra en el obispo de la ciudad de Roma”.
“Este primado no ha sido introducido por la Iglesia, sino instituido inmediatamente por Cristo”.
“Todo bautizado está sujeto al Romano Pontífice; el que rehúsa esta sujeción es cismático”
“El Romano Pontífice apacienta, rige y gobierna a toda la Iglesia”
“Es Juez Supremo, que no puede ser juzgado por otro alguno”
“Es supremo doctor de la Iglesia. Cuyo oficio es definir y defender las verdades de la fe”
“El Romano Pontífice nunca erró en materias de fe y costumbres. Con razón es llamado, pues, defensor de la fe”
“En materia de fe y costumbres es infalible”
“El Romano Pontífice por derecho es elegido por los Cardenales. Debidamente elegido es sucesor de Pedro y verdadero pastor de la Iglesia”
“Es la raíz de la unidad de la Iglesia”
“Es necesario para la salvación estarle sujeto”
“Se le debe obediencia”
De estas definiciones, que recuerdo que se encuentran apoyadas en los documentos transcriptos en el Denzinger, tenemos ya una guía segura para saber a qué atenernos respecto al papa, para estar seguros de no ser cismáticos o de no abandonar el camino de nuestra salvación (“el que rehúsa esta sujeción es cismático”, “Es necesario para la salvación estarle sujeto”, etc.)
¿Y cualquier persona puede ser papa? Hay condiciones de carácter general, como la de ser una persona en uso de la razón, lo que excluye niños o dementes, que sea varón y otra fundamental: que sea católico de fe íntegra. Una vez que NSJC eligió a Pedro para el sumo pontificado, requirió de él una triple confesión de fe: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?…” Jn 21,15
Durante siglos, seguramente por no haber sido necesario, la Iglesia no manifestó expresamente la exigencia de la catolicidad de los candidatos al papado. Pero en el siglo XVI el cardenal hereje Morone QUE PRACTICABA EL ECUMENISMO CON LOS PROTESTANTES había estado a punto de ser elegido papa. A la muerte de Julio III, año 1555, en el cónclave para elegir a su sucesor, los cardenales Carafa, Pío de Carpi y Juan Álvarez presentaron acusaciones de herejía contra Morone, Pole y Bertano, e impidieron la llegada de un hereje al papado.
Fue elegido Carafa y tomó el nombre de Paulo IV. Fue este papa el que redactó la bula Cum Ex Apostolatus Officio (de fácil consulta en internet) en la que estipula que una persona que se haya desviado de la fe en ningún caso podrá ser pontífice:
“Agregamos que si en algún tiempo aconteciese que un Obispo, incluso en función de Arzobispo, o de Patriarca, o Primado; o un Cardenal, incluso en función de Legado, o electo Pontífice Romano que antes de su promoción al Cardenalato o asunción al Pontificado, se hubiese desviado de la Fe Católica, o hubiese caído en herejía. o incurrido en cisma, o lo hubiese suscitado o cometido, la promoción o la asunción, incluso si ésta hubiera ocurrido con el acuerdo unánime de todos los Cardenales, es nula, inválida y sin ningún efecto; y de ningún modo puede considerarse que tal asunción haya adquirido validez, por aceptación del cargo y por su consagración, o por la subsiguiente posesión o cuasi posesión de gobierno y administración, o por la misma entronización o adoración del Pontífice Romano, o por la obediencia que todos le hayan prestado, cualquiera sea el tiempo transcurrido después de los supuestos antedichos. Tal asunción no será tenida por legítima en ninguna de sus partes, y no será posible considerar que se ha otorgado o se otorga alguna facultad de administrar en las cosas temporales o espirituales a los que son promovidos, en tales circunstancias, a la dignidad de obispo, arzobispo, patriarca o primado, o a los que han asumido la función de Cardenales, o de Pontífice Romano, sino que por el contrario todos y cada uno de los pronunciamientos, hechos, actos y resoluciones y sus consecuentes efectos carecen de fuerza, y no otorgan ninguna validez, y ningún derecho a nadie.”
¿Es ésta una simple medida reglamentaria susceptible de ser derogada o modificada por otro papa? No en cuanto que, referida a la asunción del papado, está anclada, como todas las enseñanzas y prácticas de la Iglesia, en las enseñanzas que nos dejó NSJC. Recordemos el “Pedro, ¿me amas?” Esta bula está muy bien analizada en un trabajo esclarecedor que recomiendo calurosamente: “Misterio de Iniquidad” que puede ser descargado en los siguientes enlaces: AQUÍ,
Por lo demás, dicha bula fue tomada en la redacción del Código de Derecho Canónico de 1917 como consta en las “Fuentes” de dicha recopilación.
Continuamos con esta introducción que tiene como fin aclarar ciertos conceptos relativos al papado, que normalmente son – voluntaria o involuntariamente – dejados de lado. En este caso se trata específicamente del comienzo de esta institución, en la persona de San Pedro, el antiguo Simón, hijo de Juan.
Algunos refieren el inicio del papado de Pedro al episodio relatado en Mt 16, 13-20:
“Llegado Jesús a la región de Cesárea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Él les dijo: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos». Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que Él era el Cristo. Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que Él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día. Tomándole aparte Pedro, se puso a reprenderle diciendo: «¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!» Pero Él, volviéndose, dijo a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!”
Debemos notar el tiempo verbal empleado por Nuestro Señor: “edificaré” “te daré”
Otros, prefieren el episodio posterior a la Muerte y Resurrección de Jesús y que ya hemos mencionado (Jn 21, 15):
“Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas». Vuelve a decirle por segunda vez: «Simón de Juan, ¿me amas?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas». Le dice por tercera vez: «Simón de Juan, ¿me quieres?» Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas. «En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras». Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho ésto, añadió: «Sígueme».”
Sin duda, la elección de Pedro como Príncipe de los Apóstoles está reflejada en estos dos episodios, pero, ¿podía Pedro ser papa mientras Jesús estaba corporalmente entre ellos y continuaba con sus enseñanzas? Por el contrario de distintas maneras les indicó que aún debían esperar. Así en Lc 24, 49: “Y he aquí que yo envío sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Mas vosotros estaos quedos en la ciudad hasta que de lo Alto seáis investidos de fuerza”
O en Hech 1, 4-5: “Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días. Y en el mismo capítulo, § 8: “recibiréis, sí, potestad, cuando venga sobre vosotros el Espíritu Santo…”
Llegó entonces este momento en que “recibieron potestad”: el día de Pentecostés, día del nacimiento de la Iglesia Católica y del papado junto con ella, día en que, como Jesús les había prometido, recibieron el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego que se posaron sobre cada uno de ellos.
Entre los guías ciegos que conducen a otros ciegos, tomo como ejemplo al muy conocido compatriota Antonio Caponnetto, dueño de una sólida formación y de una pluma envidiable. Me tomo el atrevimiento de hacer un análisis de una entrevista que le realizaron en el blog “Como vara de almendro” (https://comovaradealmendro.es/tag/dr-antonio-caponnetto/), análisis tal vez pobre y de bajo vuelo, porque en el universo de los que luchan por la Iglesia católica, soy apenas un chingolito.
¿Y por qué un chingolo se anima a confrontar a un cóndor? el que gritó ¡El rey está desnudo! fue un niño. En esta entrevista, en pocos párrafos se encuentran la mayoría de los errores que ponen en evidencia la ceguera de los guías aquí aludidos. A veces las mentes más simples, libres de las pretensiones de los intelectuales profundos, son más aptas para ver la realidad.
Por otra parte, evito expresamente considerar las argumentaciones de personas que voluntariamente deforman la verdad, tergiversan escritos y aún las Sagradas Escrituras para mantener en la ignorancia a las multitudes de católicos de buena voluntad, con el espejismo de una resistencia “desde adentro”. Y estoy pensando por ejemplo, en Monseñor Williamson. Sirva esta aclaración para destacar que considero a Antonio Caponnetto una persona simplemente equivocada, que aunque propaga el error no lo hace deliberadamente.
Comienza la entrevista con una consideración sobre el por qué de su libro “La Iglesia Traicionada” y expresa: “…Sé que es la intrahistoria de lo que pasó por mi alma al escribirlo: un dolor inmenso al constatar que el pastor se convertía en lobo, y un anhelo lacerante de gritar desde los tejados, de clamar en el desierto, de no convertirme en un perro mudo...” “…El desfalcador de la fe católica se ha sentado en la silla de Pedro…”
Continúa esta manifestación de la clara visión que tiene el entrevistado sobre la naturaleza de Jorge Bergoglio, a quién conoció y sufrió desde sus tiempos de arzobispo de Buenos Aires. “…El maquiavelismo de Bergoglio, el uso de sistemas de coacción y de espionaje, no es mera leyenda. Es su modus operandi. Es un hombre que ha abrevado en las páginas del terrible florentino…”
Y no disimula su sentir cuando habla de Bergoglio en el papel de Francisco: “…Porque la gran duda previa a cualquier otra, es si Bergoglio es la cabeza visible de la Iglesia o el cabecilla de la iglesia traicionada. Si la cantidad de insensateces que dice a diario, sin excluir incluso, el terreno mismo de la blasfemia que en ocasiones peligrosamente roza, nos permiten seguir guardándole obediencia, o si es la llegada la hora de aplicar la doctrina clásica sobre la legítima desobediencia de los súbditos ante una autoridad que conduce a la mentira, la confusión, el error y la ignorancia…” “…La vulgaridad campea hoy a sus anchas, alentada por ese patético Mingo Revulgo que se define como obispo de Roma…”
Las citas podrían ser más abundantes pero creemos que éstas bastan para dar una idea de cómo piensa Caponnetto sobre Bergoglio, que hoy es el “papa” de la Iglesia a la que él dice pertenecer.
Claro, leyendo estos retratos de Bergoglio, podríamos pensar que está convencido de que no es papa. Pero todo lo contrario, afirma permanentemente la condición de tal de Bergoglio.
Entonces, si Caponnetto pertenece a la religión Católica y Bergoglio es el papa, ¿dónde queda los necesarios respeto, veneración, obediencia debidos al Vicario de Cristo, que la Iglesia exige a sus miembros?
Recordemos lo que la Iglesia enseña y exige:
“Todo bautizado está sujeto al Romano Pontífice; el que rehúsa esta sujeción es cismático”
“Es Juez Supremo, que no puede ser juzgado por otro alguno”
“En materia de fe y costumbres es infalible”
“Se le debe obediencia”
“Es necesario para la salvación estarle sujeto”
“Es la raíz de la unidad de la Iglesia”
Entonces, lo siento por Caponnetto, pero es cismático de esa iglesia que él cree Católica, y especialmente con su actitud renuncia a su salvación “Es necesario para la salvación estarle sujeto”. ¿Será consciente del camino que ha elegido? Pero tranquilo don Antonio, no es en esa iglesia que va a encontrar o perder la salvación (Digo mal, allí únicamente se puede perderla). El problema es que él cree sin duda alguna que ésa es la Iglesia Católica y que Mingo Revulgo es el papa.
El mayor peligro para su alma no es ser cismático de esa iglesia sino negarse a aceptar que ésa no es la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana. Y su negativa es altamente culpable porque ve con toda claridad los errores – horrores de esa institución.
Nuestro autor, una vez embarcado en esta orgía de vituperios a su papa, me permito pensar que necesita justificarse ante su conciencia que seguramente en algún momento le habrá reclamado coherencia. Rotas las barreras de la fe, de la prudencia, de la razón, es necesario “crear” una realidad que le permita vivir con más o menos tranquilidad.
Una vez roto el primer dique, ya no hay manera de parar el torrente. “Ese patético Mingo Revulgo que se define como obispo de Roma” es para él el verdadero papa. Deja en claro que no quiere caer en “soluciones fáciles” “Ojalá todo fuera tan sencillo como declarar la vacancia de la Sede.” ¿Entonces? ¿Qué hacemos? ¿Cómo justificamos nuestra posición?
No queda más que inventar la pólvora: los papas pueden caer en herejía y aquí llegamos al punto en que la confusión es clarísima. No importa el ruego de Dios Hijo a Dios Padre: “yo he rogado por ti para que tu fe no falle” (Lc 22, 32). No importa Pastor Aeternus del Concilio Vaticano I:
“Fue por esta razón que los obispos de todo el orbe, a veces individualmente, a veces reunidos en sínodos, de acuerdo con la práctica largamente establecida de las Iglesias y la forma de la antigua regla, han referido a esta Sede Apostólica especialmente aquellos peligros que surgían en asuntos de fe, de modo que se resarciesen los daños a la fe precisamente allí donde la fe no puede sufrir mella”
“Así el Espíritu Santo fue prometido a los sucesores de Pedro, no de manera que ellos pudieran, por revelación suya, dar a conocer alguna nueva doctrina, sino que, por asistencia suya, ellos pudieran guardar santamente y exponer fielmente la revelación transmitida por los Apóstoles, es decir, el depósito de la fe. Ciertamente su apostólica doctrina fue abrazada por todos los venerables padres y reverenciada y seguida por los santos y ortodoxos doctores, ya que ellos sabían muy bien que esta Sede de San Pedro siempre permanece libre de error alguno, según la divina promesa de nuestro Señor y Salvador al príncipe de sus discípulos: «Yo he rogado por ti para que tu fe no falle; y cuando hayas regresado fortalece a tus hermanos»”
“Este carisma de una verdadera y nunca deficiente fe fue por lo tanto divinamente conferida a Pedro y sus sucesores en esta cátedra, de manera que puedan desplegar su elevado oficio para la salvación de todos, y de manera que todo el rebaño de Cristo pueda ser alejado por ellos del venenoso alimento del error y pueda ser alimentado con el sustento de la doctrina celestial. Así,quitada la tendencia al cisma, toda la Iglesia es preservada en unidad y, descansando en su fundamento, se mantiene firme contra las puertas del infierno.
¿Qué es este palabrerío? Mojigaterías. Los ruegos de Jesús son escritos en papel mojado. El Concilio Vaticano I está lleno de fórmulas vacías que pueden ser reemplazadas por un “de forma”. Así como no duda de que Jesús es impotente en sus ruegos, incumplidor de promesas como cualquier político que se precie, (“Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 18, 20)), tampoco duda Caponnetto en suponer al primer papa caído en las garras del Demonio: “…Pero el segundo paso es el del Pedro poseso o infestado, que merece de Nuestro Señor la más terrible de las admoniciones, la misma que le prodigara a Satán: ¡que se aparte, que retroceda! La posibilidad de un Pedro dominado y obnubilado por el mismo diablo está considerada en las Escrituras.” “Finalmente, el tercer paso, que veo precipitarse con un vértigo inquietante, es el del Pedro que lo niega a Cristo. Y eso ya no es sólo traición, no es sólo herejía, no es sólo infestación u obsesión demoníaca. Eso se llama apostasía” Se le pasa por alto que el Pedro que importuna a Jesús queriendo alejar la sola idea de su pasión y muerte o el que poco después lo niega tres veces todavía ni siquiera ha oído de la boca de Jesús “recibiréis, si, potestad, cuando venga sobre vosotros el Espíritu Santo…” Es todavía un discípulo en etapa de durísimo aprendizaje.
Bueno, y llegamos a la cúspide del absurdo. Si el papa puede ser hereje, apóstata, poseso, infestado, ¿En quién confiamos para encontrar la verdad? Obviamente en nosotros mismos. Cada uno de nosotros recibe – supongo – el carisma de la infalibilidad.
Unas pocas palabras merecen las alusiones de Caponnetto a la Tradición, en las que podemos notar por una parte su desorientación respecto a qué es Tradición en la Iglesia y por otra el manoseo que hace de las enseñanzas papales:
“Tomo distancias del tradicionalismo que se limita a ser preconciliarismo; y que incurre en una dialéctica simplota y falaz entre Iglesia Preconciliar maravillosa e Iglesia Conciliar calamitosa. Tomo distancias del tradicionalismo que denunciara el mismo Pío XII cuando habló del arqueologismo, y que, en la práctica, convierte a nuestra Fe en pieza de museo.”
Si el tradicionalismo no es preconciliar, entonces, ¿dónde lo situamos? Cabe aclarar que la Iglesia no es ni maravillosa ni calamitosa en el sentido en que lo dice Caponnetto. Es Una, Santa, Católica y Apostólica; y al decir Santa decimos más que maravillosa. Los hombres pueden fallar en sus conductas, aún el mismo papa, que es infalible pero no necesariamente impecable.
Respecto al arqueologismo al que aludió el papa Pío XII en su encíclica Mediator Dei, es justamente lo contrario que parece indicar Caponnetto en su cita. ¿Es que querer la misa codificada por San Pío V merecería la reprobación de un papa? ¿Querer la misa de cara a Dios es arqueologismo? ¿Querer el latín es arqueologismo? No Caponnetto. Usted burro no es. ¿Entonces? ¿Por qué dice eso? Por las dudas le explico, aunque me parece que no hace falta: SS Pío XII alertaba sobre los modernistas que, muerto San Pío X, como las ratas destructoras, salían de sus cuevas y aparecían por cientos, queriendo forzar un derrumbe que veían próximo. Le transcribo partes de esa encíclica:
“76. Pero, a pesar de ello, hay que reprobar severamente la temeraria osadía de quienes introducen intencionadamente nuevas costumbres litúrgicas o hacen renacer ritos ya desusados y que no están de acuerdo con las leyes y rúbricas vigentes. No sin gran dolor venimos a saber, venerables hermanos, que así sucede en cosas, no sólo de poca, sino también de gravísima importancia; efectivamente, no falta quien use la lengua vulgar en la celebración del sacrificio eucarístico, quien traslade fiestas —fijadas ya por estimables razones— a una fecha diversa, quien excluya de los libros aprobados para las oraciones públicas las Sagradas Escrituras del Antiguo Testamento, teniéndolas por poco apropiadas y oportunas para nuestros días.”
“80. Así, por ejemplo, se sale del recto camino quien desea devolver al altar su forma antigua de mesa; quien desea excluir de los ornamentos litúrgicos el color negro; quien quiere eliminar de los templos las imágenes y estatuas sagradas; quien quiere hacer desaparecer en las imágenes del Redentor Crucificado los dolores acerbísimos que Él ha sufrido; quien repudia y reprueba el canto polifónico, aunque esté conforme con las normas promulgadas por la Santa Sede.”
Pío XII veía el avance del 1789 en la Iglesia y quería detenerlo.
Sigamos con Caponnetto:
“Tomo distancias del tradicionalismo que … incurre … en el Tridentinismo como non plus ultra de la recta doctrina. Tomo distancia del tradicionalismo que no atina a advertir que, con vigencia plena y universal del sublime Vetus Ordo, la Iglesia no dejó igual de cometer errores graves. Lo que no quiere decir que la culpa de esos errores graves la tenga el venerable Vetus Ordo, sino que éste, solito con su alma, no resuelve mágicamente todos los problemas.
Estos párrafos merecen que nos detengamos un poquito: Dios Nuestro Señor con suavidad y dulzura (no confundir con la marejada de “misericordia” que nos inunda en estos días) dispone las cosas para que nada de lo que haya ocurrido en cualquier tiempo ni lo que ocurra ahora, tome a la Iglesia Militante, en cada situación, sin armas. A la vez que en el siglo XVI se completaba la difusión de la palabra de Dios en todo el mundo con la obra providencial de la España Católica, que llevó el Evangelio a América y Asia, con mucho éxito en el primer continente, con muchos traspiés y aparente poco éxito en el Lejano Oriente, donde no fue aceptado, la providencia nos regalaba el Concilio de Trento, que hizo el acopio suficiente de “armas y víveres” para que nosotros, en el siglo XXI pudiéramos sobrevivir y defendernos. Y siguió regalando grandes santos y Papas que terminaron de abastecer al imaginario Fuerte; inclusive con la bula “Cum Ex Apostolatus Officio”. No sé si el Tridentinismo es el non plus ultra de la recta doctrina. Pero la recta doctrina no es tal si no pasa por allí, punto insoslayable de esa recta. (De nuevo los errores humanos achacados a la Iglesia. Trento y el Vetus Ordo justamente fueron y serán las referencias que permiten identificar los errores de las personas).
Hablando del libro de otro autor, dice lo siguiente:
“la crisis que explica y que aborda esta valiosa obra tiene fecha de nacimiento en el Concilio Vaticano II; casi por contraste parecería que la ortodoxia tuvo fecha de vencimiento un día antes, como ciertos fármacos.”
Y sobre este punto abunda; hablando sobre su anhelo:
“es incurrir en el anhelo de ser simples mas no simplistas, de no deificar el llamado preconciliarismo”
Pero paralelamente, al hablar de CVII no ahorra denuestos:
“El espinazo que quebró el Concilio no lograron enderezarlo ninguno de los pontífices que le sucedieron”
“…la instalación de la herejía judeo-católica como doctrina oficial, ya desde los tiempos de Nostra Aetate;
“Los representantes más destacados de algunas de esas corrientes, han salvado el honor de la Iglesia y han dado un testimonio inquebrantable de la Verdad, cuando la mayoría callaba o se hacía cómplice de la herejía.”
“¿…es esto un intento de atemperar las fechorías del Vaticano II?”
Si el CVII es todo lo que Caponnetto dice, nos volvamos hacia el tiempo preconciliar, donde tendremos guías seguros, recta doctrina… Pero no, estaríamos “deificando el preconciliarismo” que parece ser otro error. Estamos en problemas. Se cerraron los caminos.
Para terminar, las alusiones al hecho de la Sede Vacante
“Ojalá todo fuera tan sencillo como declarar la vacancia de la Sede.”
“Tomo distancias, al fin, de un tradicionalismo que no encuentra mejor ocurrencia que la de creer que el último papa fue el Cardenal Pacelli.”
¿Por qué es tan generalizado el hecho de que personas normalmente tenidas por muy instruidas, capaces de “respirar bajo el agua”, a pesar de que ven que el animal tiene cuatro patas, mueve la cola y ladra no se animan a decir que es perro? Tal vez sea porque cegados por su inteligencia y conocimientos – vaya paradoja – ponen toda su sapiencia en “(no) practicar ese criterio ajeno a los oportunos matices y a las legítimas sutilezas.” Oportunos matices y legítimas sutilezas que los alejan a la velocidad de la luz del evangélico “sí, sí; no, no” (Diréis sí, sí; no, no. Todo lo que excede a esto viene del maligno. Mt 5, 36)
Respecto a la sencillez de declarar la vacancia de la Santa Sede, que alguien me explique por qué tantos intelectuales, teólogos, vaticanistas, etc, entre los cuales Caponnetto podría considerarse un arquetipo, dedican la vida entera a construir laberintos de razonamientos, a veces contrarios a la lógica más elemental, que los mantienen insalvablemente apartados de la conclusión lógica: no son papas. Y a la vez les impide alejarse de ella; siempre cerca, siempre lejos. Se ve que esa sencillez no es tal.
Ser católico no es gratis. Si la verdadera Iglesia no está en la de Bergoglio-Francisco, ¿Qué pasa con mi misa dominical, con la confesión y la comunión, con todos los sacramentos? ¿Qué pasa con mi círculo de amistades, con mi familia? Pienso que en muchos casos simplemente falta coraje.
Algunos comentarios finales: La ruptura en la Iglesia no corresponde con la fecha mencionada al pasar por Caponnetto – 11 de junio de 1962 – que supongo que refiere a la inauguración del Concilio, que en realidad fue el 11 de octubre de ese año, aunque esto poco importa. Se corresponde con la elección inválida al papado de Roncalli, que tomó el nombre de Juan XXIII, el día 28 de octubre de 1958.
¿Inválida por qué? Queda a los que se interesen, informarse sobre su gusto por el modernismo (Síntesis de todas las herejías, como lo definió San Pío X) en el que navegaba con placer y tranquilidad desde sus tiempos de seminarista, las advertencias que recibió, su pertenencia a la masonería, etc. En la red se encuentra suficiente información; vuelvo a recomendar el libro “Misterio de Iniquidad”. Igual acusación de herejes pre elección recae sobre todos los que le sucedieron. Y al ser herejes ANTES de la asunción al papado, son papas inválidos, con lo que la sede ha quedado vacante desde la muerte de Pío XII
Consecuencia de esto es que al ser el concilio convocado por un papa inválido, no es tal si no un conciliábulo, que no gozó de la asistencia del Espíritu Santo, como no la gozaron ni la gozarán los papas posteriores a Pío XII que sigan surgiendo de esta siniestra organización. Quien entienda esto, entenderá rápidamente los desastres que vive la Iglesia Conciliar que tiene su sede en el Vaticano y que no es más que un simiesco y demoníaco remedo de la Una, Santa, Católica y Apostólica Iglesia Romana fundada por Nuestro Señor Jesucristo.
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