viernes, 29 de julio de 2016

LA IGLESIA APOSTATA DEL VATICANO SE HA DESCONFIGURADO COMPLETAMENTE DE CRISTO.

La recepción de los Sacramentos, -enten­dido que se reciben CON LAS DEBIDAS DISPOSICIONES y con el ardiente de­seo de curar nuestros pecados y nuestras debilidades que rechazamos por amor a Cristo-, nos va haciendo comprender que nuestra salvación no se concentra egoístamente sobre nosotros mismos, haciéndonos pensar sólo en nuestra propia salvación, sino que nos hace ver que ella está en santifi­carnos en Cristo y en la Iglesia para gloria de Dios. Este es el profundo misterio y sentido en que se dice que los Sacramentos "son medios de sal­vación". Misterio y sentido que permanece absolutamente incomprendido pa­ra aquellos que se mantienen alejados de ellos. Misterio y sentido ocul­to y negado a aquellos que no los frecuentan. Pero son los Sacramentos también, un remedio poderoso para ir curando nuestras debilidades, siem­pre que el hombre no oponga un obstáculo -un óbice- y sea dócil a las mo­ciones del Espíritu Santo y a los consejos de los directores espiritua­les. El deseo de la Iglesia de que los hombres se acerquen a ellos con mucha frecuencia, no es más que el deseo de Cristo que quiere derramar Su gracia abundantemente sobre las almas, porque ellos tienen el poder sobrado para curar al mundo de todas sus maldades, convertir a las na­ciones y establecer el reino de Dios firmemente en este mundo. Los hom­bres que se mantienen alejados de los Sacramentos, están traicionando primeramente a su mejor Amigo que es Cristo que dio Su vida para merecer­les la liberación eterna, al cual se le desprecia; están traicionando a la Iglesia que les ha abierto las puertas al pueblo de Dios para que par­ticipen de los méritos de los santos; y están traicionando a sus próji­mos a quienes deben amar como a ellos mismos, y no lo hacen, porque per­maneciendo en pecado, enferman el cuerpo místico del cual ellos se nutren para lograr la salvación. Esta tibieza y esta indiferencia manifiesta sin duda con las obras -aunque con la lengua se escuche otra cosa-, una gran falta de fe, la cual exige los ardores de la caridad que le da su forma y su vida. Y esta fe informe, anemiada, indecisa, pone en grave peligro de condenación a esa pobre alma. Uno de los primeros síntomas de un al­ma condenada ya, en potencia, es el desprecio de los Sacramentos que no se consideran tan necesarios para estar bien con Dios o para lograr la salvación. Sigue el embrutecimiento de la inteligencia; la soberbia creencia de la autosuficiencia para lograr la salvación por los propios medios, y al fin, el oscurecimiento completo del alma, que enciende la luz mortecina de las pasiones que se justifican y de las glorias y be­nefactores del mundo. 
¿Cómo era posible que conociendo Satanás el poder sanador y santificador de los Sacramentos no pugnara con furia inaudita suprimir­los en cuanto le fuera posible?, ¿cómo era posible que conociendo Sata­nás que la Iglesia era poderosa e inconmovible y que los hombres podrían salvarse y convertirse las naciones mientras hubiera Sacramentos especialmente el Sacrificio no pugnara con toda la furia del Infierno a en de eliminarlos?. Hemos visto el estado del mundo, de la sociedad y de la Iglesia del Vaticano a pocos años de que fueron destruidos. Desde allá oímos doctrinas que impresionan porque hablan la verdad, pero esta no es más que una prueba de que esas gentes, conocen a la perfección la Doctrina ortodoxa que manejan a la perfección para mezclarla con el error y la corrupción. Y saben hablarle al pueblo mezclando la verdad con lo que es mentira. San Pío X decía en la mencionada Encíclica PASCENDI que esa raza de víboras infiltrada en las entrañas de la Iglesia, se hacía más peligrosa, mientras más conocían a la Iglesia desde dentro. Se fueron adueñando de todo. Aprendieron su lenguaje. Para corromper la verdad es indudable que se le debe conocer a la perfección. Para infiltrar a una institución tan poderosa como la Iglesia, se necesitan siglos de esfuerzo, de sacrificio, de simulación y de odio. Para destruirla es necesario un ejército invasor "como las arenas del mar" -como decía San Agustín-, y mucho poder. No digamos para llegar al Trono pontificio. No se explica sin el poder del Infierno. ¿Y quienes le hicieron posible a Satanás que coronara con el éxito -aunque temporal y claramente profetizado en las sagradas Escrituras-, sus diabólicos deseos?, los mismos hombres que se entregaron voluntariamente a la satánica esclavitud encharcando al mundo de pecados y de corrupción, que llegaron a contaminar los senos más íntimos de la sociedad y las cumbres más elevadas de las jerarquías de las naciones y de la Iglesia, cuando renunciaron al suave, yugo, al benéfico yugo de Cristo. Y esta es la Apostasía. Y por esto, habiéndolo abandonado el hombre, Dios abandonó a los hombres a sus propias fuerzas, porque no solamente lo rechazaron, sino que lo injuriaron y se burlaron de Él.
El mundo está ahora en el gravísimo predicamento de que la Iglesia del Vaticano ya no proporciona ni la fuerza ni la gracia de los Sacramentos. Ha abandonado la misión y objeto para el cual fue fundada. Y estamos en el grave predicamento de que en aquellos lugares que han sido llamados "islotes de la Fe", los Sacramentos se desprecian con una indiferencia pasmosa, pues la corrupción y la indiferencia de fuera, los ha contaminado. 
¿Era necesariamente el fin la Apostasía de la Iglesia del Vaticano?, NO. Absolutamente no. Dios ha proporcionado para siempre a Su Iglesia una fuerza que la hace indestructible y superior al mundo. Pero esto depende de la voluntad de los hombres. Debieron haber asumido la responsabilidad de rescatar a la Iglesia los llamados impropiamente "tradicionalistas". A los tradicionalistas les correspondía comenzar la lucha de rescate que implicaba renuncia y mucho sacrificio, y fiel es Dios que la batalla se hubiese ganado. Ellos tenían el gravísimo e ineludible deber sagrado ante Dios, que además había proporcionado todas las facilidades y asistencia para reconstruirlo todo. No sé cuánto hubiese durado esto, pero los enemigos hubiesen podido ser expulsados y se hubiese podido rescatar el Trono de San Pedro que está en Roma. Las primeras comunidades cristianas lucharon contra la poderosísima Roma pagana de los Césares y un día, el papa vistió la púrpura de los emperadores y el paganismo fue historia y llegó el Evangelio de Cristo a todas las naciones. Pero no estuvieron a la altura. A quien habló de la unidad, de la elección del papa, del cual la Iglesia nunca puede carecer y de comenzar una guerra de rescate, fue tachado de loco, de desequilibrado y sufrió la burla de TODOS con honrosísimas y pocas excepciones. Los obispos debieron unirse, pues si se decían ser la verdadera Iglesia, no podían renunciar a la NOTA de la UNIDAD que distingue a la verdadera Iglesia. Pero permanecieron divididos, cuidando sus propias haciendas e intereses y enfrascados en toda clase de pleitos y problemas inexplicables que reflexionados causan vómito. Se llenaron, entonces, de oportunistas, de trepadores, de tusioristas o fariseos, de particularistas, de pancistas -PANCISTA: dícese del que procura no pertenecer a ningún partido, para poder medrar o estar en paz con todos-, de negociantes, de complotados, de cobardes y de toda clase de indeseables. Debieron haber elegido al papa, porque la unidad de la Iglesia, que es una de las notas que la distinguen, implica unidad de Doctrina y unidad de gobierno y porque faltando el magisterio de Pedro se corre el peligro de que la Fe se va escapando entre los dedos como el aceite, que no se siente, pero hipócritamente diciendo que defendían la ortodoxia, permanecieron por casi cuarenta años acéfalos, porque no querían dar cuentas a nadie de sus obras, o porque no querían renunciar a las comodidades que tenían en eso quistes de influencia que los enemigos les habían tolerado, o porque faltísimos de fe y de confianza en Dios, se estaban muriendo de miedo. Ellos son culpables y traidores, porque la Iglesia, como enseñan León XIII y Pío XII, entre otros, es una sociedad perfecta que tiene todos los recursos en ella misma, siendo la Iglesia de Dios, para salir airosa de cualquier situación por angustiosa que esta sea. Y no echaron mano por miedo, por falta de fe o por conveniencia de los poderosos recursos que estaban a su disposición. 
En el Concilio celebrado en Roma en el año de 1059, estando reinando el Papa Nicolás II, se dijo lo siguiente: "Si el poder de los malos impide que la elección -del papa- se haga en Roma, los cardenales-obispos reunidos con el clero y los seglares temerosos de Dios, aunque sean en corto número, tendrán derecho para elegir papa en el sitio que juzguen a propósito; y si el electo no puede ser entronizado en la Santa Sede, no por eso carecerá de la autoridad competente para gobernar a la Iglesia". Los jefes tradicionalistas abandonaron la lucha; depusieron las armas poderosas de que disponían; desertaron en el momento de la batalla; con el ejército del enemigo al frente, instalaron sus tiendas de campaña y se acostaron a descansar por lo cual son traidores de la peor pasta, porque si de ellos dependía todo, su deserción lo perdió todo. No estuvieron a la altura de la misión divina que Dios amorosamente les brindaba. ¡Les encomendaba el rescate de Su Iglesia!. 
Pero tampoco estaban a la altura las comunidades que ellos dirigían, llenas de soberbios, de tibios, de sabelotodos, de desobedientes, de indisciplinados, de irrespetuosos, de igualados, de independientes. Llenas de partiditos, de chismes, de enredos, de incomprensión, y de todo aquello que las hacía parecer un mercado sin que se entendiera a veces quién era el primero y quién era el último. ¿Esta era la clase de hombres, autoridades y fieles, que debían asumir la dirección y representación de la purísima, santísima y universal Iglesia de Cristo ante los fieles y ante el mundo?. ¡Qué horror!. Todos estos hombres no saben el tamaño del mal que han hecho. Aquello parecía una aventura apostólica de mentiritas en la que los niños juegan a las Cruzadas peleándose todo el tiempo quién es el jefe y quién obedece, quienes son los moros y quienes los cristianos. No se encontró la unidad ni en el seno de las comunidades ni había una dirección unificada a sus cabezas. Allá había una falta casi total de obediencia, que fue el distintivo siempre, como enseñaba León XIII, de la Iglesia Católica y su columna vertebral. 
¡Qué lamentable y dolorosa situación la de esos millones de fieles que por este espantoso y terminal maremagnum quedaron atrapados en las redes del Anticristo, sin culpa suya, "obedeciendo" a los falsos pastores pero sufriendo y protestando en el fondo del corazón por toda esa inmensa cantidad de reformas e imposiciones con las que no se conformaban, sin haber oído jamás de la Iglesia de las catacumbas porque sus pastores nunca quisieron unirse para sacarla a la vista de los hombres!, y ¡qué lamentable y dolorosa situación de los fieles que con buen espíritu llegaron a esas comunidades tradicionalistas en las que se administraban los Sacramentos y se conservaba la Misa católica y la Doctrina de los Padres de la Iglesia y de los Apóstoles para ser traicionados por los pastores, divididos, acéfalos -aunque siempre se declararon la verdadera Iglesia-, y para ser escandalizados por el relajamiento que imperaba en esas comunidades!. Estos, unos y otros, son los fieles que pertenecen al resto fiel. Estos son los que pertenecen al espíritu de la Iglesia, para los cuales Jesucristo no tuvo más que palabras de ternura. Y esa es la DISPERSIÓN que claramente anunció el Profeta Daniel. Es el completo quebrantamiento del pueblo de los santos que anunció con absoluta precisión, porque "quebrantar", como dice el Diccionario de la lengua es "romper o separar, desgajar con violencia las partes de un todo".
Es indudable que el clamor y el llanto del pueblo llamado tradicionalista abandonado por sus pastores se escuchó con dramática fuerza al elegir éstos en la forma que mejor entendían a varios "papas", dándoles así ejemplo de que eran más conscientes de las graves necesidades de la Iglesia y del gravísimo peligro de la sede vacante prolongada. ¿Qué hicieron estos pastores?, ¡los condenaron y se burlaron de ellos y los desprestigiaron en todas las formas en las que les fue posible!. Los ridiculizaron con una falta de caridad pocas veces vista. Y cuando pudo reunirse un cónclave canónicamente dispuesto, que mereció incluso ser mencionado en el Cap. 12 del Apocalipsis, -y en el que hubo no un traidor como en el Colegio Apostólico, sino varios que bien conozco-, la reacción de rechazo fue la misma y aquel grandísimo esfuerzo terminó en fracaso, en condena y en burla. ¿Se puede ni siquiera pensar que quienes pugnaban por la unidad y por la elección de un papa, fueran tan groseramente tratados por esos pastores que se declaraban tan ortodoxos?. Y así, al parecer, se perdió toda esperanza de rescatar a la Iglesia. 
La existencia del mundo, sin Sacramentos, sin Sacrificio, no tiene ningún objeto sino sólo el avance de la prostitución y la condena de todo hombre que nace a este mundo. La caída de nuestros primeros padres en el Paraíso terrenal, que había perdido para siempre a los hombres -y por esto esclavos del príncipe de las tinieblas-, según la gran promesa de Dios misericordioso, debía ser reparada y el hombre salvado y arrancado de las garras satánicas, si así lo deseaba voluntariamente y se bañaba en las purísimas fuentes de la Sangre de Cristo. El hombre podría desligarse absolutamente de la solidaridad del pecado, siguiendo el camino señalado por el Hijo de Dios encarnado. La dolorosa y dramática historia humana llevaba toda ella al momento de la Redención, por la cual, el mismo Verbo de Dios, haciéndose hombre, pagaría con Su sagrada Pasión el precio de todos los pecados de la humanidad. Pero llegaría el momento, -estaba anunciado-, en el que los hombres también rechazarían la Redención y su soberbia desviaría y retorcería hacia los dictados de su propia voluntad y capricho, el plan de Dios y los motivos por los cuales Cristo fundó Su Iglesia, en el momento en el que se completase el número de los elegidos por los cuales Cristo se había encarnado. Porque había venido a buscarlos. Porque había venido a enseñarles el camino para ir a la vida eterna. Llegaría el momento en el que la Iglesia sería desviada del objetivo que le es propio y esencial, y a esto se llama la Apostasía. El hombre malo impondría su soberana voluntad contra la voluntad del supremo Legislador. Entonces, es el fin. Satanás no puede reinar en este mundo sobre las almas ni puede impunemente pisotear la Sangre redentora. No puede Dios continuar creando la vida en este mundo para ponerla al servicio del Averno. Ni el hombre se va a burlar de Dios como le de la regalada gana. Pero aun así, por amor a los elegidos que por ignorancia o debilidad han caído en el pecado, Dios comienza a avisar, Su Madre santísima, comienza a avisar el inminente final. Y esos avisos de Dios están a la medida de los pecados en los que la humanidad se ha hundido. Porque Dios, infinito amor, quiere salvar aun durante el caos final a la mayor cantidad de almas posible. 
Incuestionablemente los sucesos que estamos presenciando en el mundo y en la Iglesia, llevan a la destrucción del mundo y la anuncian con fuertes voces. Se abren las puertas de la eternidad que ya se vislumbran por el horizonte, y el tiempo de la prueba llega a su fin. Se abre para los bienaventurados la Gloria eterna, y las fauces del Infierno para los otros que sin embargo, sordos y ciegos a todo, continúan haciendo el mal y se siguen llenando de pecados, así como profetizó el Profeta Daniel. Esos darán rienda suelta a sus pasiones y a pesar de todo seguirán encharcando el mundo de crímenes que se agravarán hasta el último instante, pensando que Dios ha muerto y que pueden seguir mordisqueando para siempre los mendrugos del mundo. 
Hoy la cuestión ante tantas profecías cumplidas, no es preguntar si pasará. Las preguntas de hoy son: ¿cuánto más le puede quedar de vida a este mundo desahuciado?, ¿cuánto tiempo más va a permitir el Señor que la Iglesia del Anticristo engañe a los hombres y aparezca ante los hombres y ante las naciones como la verdadera Iglesia de Cristo?.

viernes, 22 de julio de 2016

FESTIVIDAD DE NTRA. SRA. DE LUJÁN PATRONA DE ARGENTINA, URUGUAY Y PARAGUAY, COMO ASÍ TAMBIÉN DE LA CAPILLA DE NUESTRA CASA RELIGIOSA Y CONMEMORACIÓN DEL DOMINGO DE LA OCTAVA DE LA ASCENSIÓN (Reflexión Dominical dada por el Rev. Padre Gustavo Peña)


Luego de tres días de viaje, la caravana a la cual se incorporó la carreta hizo un alto a 5 leguas de la actual ciudad de Luján, en el paraje de Zelaya, para pernoctar en la Estancia de Rosendo de Trigueros.

Al día siguiente, ya dispuestos a continuar la marcha, los bueyes no consiguieron mover la carreta. Después de intentos fallidos, bajaron uno de los cajones y los bueyes iniciaron la marcha sin dificultad. Intrigados por el contenido del cajón, encontraron al abrirlo una imagen pequeña (38 cm de altura) de arcilla cocida que representaba la Inmaculada Concepción. Los creyentes interpretaron el hecho como providencial, y entregaron la imagen para su custodia a don Rosendo de Oramas, el dueño de la casa ubicada en la actual localidad de Zelaya, del partido del Pilar, a 50 km del actual emplazamiento del santuario. La segunda imagen, que representaba a María con el niño en sus brazos, llegó a destino, y en 1670 se le construyó un santuario donde se la veneró bajo la advocación de Nuestra Señora de la Consolación de Sumampa.
Enterados del hecho en Buenos Aires, muchos vecinos acudieron a venerar la imagen y, al crecer la concurrencia, don Rosendo le hizo construir una ermita donde permaneció desde 1630 hasta 1674.
De hecho hoy existe en aquel emplazamiento, conocido como Lugar del milagro, un convento y una pequeña capilla de adobe y piso de tierra -que puede visitarse- que recuerda a aquella ermita que se erigiera como primer santuario.
Se la llamó la Virgen Estanciera y la Patroncita Morena. Manuel era un pequeño esclavo que venía con la caravana y fue testigo de lo sucedido; viendo su patrón el amor que demostraba a la Virgen, lo destinó al exclusivo cuidado de la imagen, lo que hizo hasta su muerte. Se encargaba del orden en la ermita y de los vestidos de la Virgen, dirigiendo los rezos de los peregrinos. Al fallecer don Rosendo, su estancia quedó abandonada, pero Manuel continuó, con constancia, el servicio que se había impuesto.
Muy preocupada con la «soledad de la Virgen» en ese paraje que hoy es Zelaya, la señora Ana de Matos, viuda del capitán español Marcos de Sequeira y propietaria de una estancia muy bien defendida ubicada sobre la margen derecha del río Luján, no viendo ningún interés por parte de las autoridades civiles y eclesiásticas, le solicitó al administrador de la estancia del fallecido don Rosendo la cesión de la imagen de la Virgen de Luján. Ella le aseguró el cuidado y la construcción de una capilla «digna y cómoda», facilitando la estadía de los peregrinos. Juan de Oramas, el apoderado, aceptó la oferta y doña Ana de Matos le pagó por la cesión de la imagen.
Feliz de haber logrado su propósito, la instaló en su oratorio, pero a la mañana siguiente, cuando se dirigió ahí para rezar, descubrió con asombro y angustia que la Virgen no estaba en su altar. Al buscarla se la encontró en el «Lugar del Milagro».
Se creyó en un principio que era el propio Manuel - a quien no habían permitido en un principio acompañar a la Virgen - quien llevaba a la «Patroncita Morena» a su antigua morada. Hasta se lo llegó a estaquear en el piso para que no hurtara la imagen. Sin embargo la imagen seguía «volviendo» a su primer lugar.
Ello ocurrió varias veces hasta que enterado del hecho, considerado milagroso por los católicos, el obispo de Buenos Aires fray Cristóbal de Mancha y Velazco, y el gobernador del Río de la Plata, don José Martínez de Salazar, organizaron el traslado de la imagen, acompañada por doña Ana y Manuel.
En 1886, el padre Salvaire presentó al papa León XIII la petición del episcopado y de los fieles del Río de la Plata para la coronación de la Virgen. León XIII bendijo la corona y le otorgó Oficio y Misa propios para su festividad, que quedó establecida en el sábado anterior al IV domingo después de Pascua. La coronación se realizó en mayo de 1887.
El primer santuario dedicado a Nuestra Señora de Luján se inauguró el 8 de diciembre de 1763 y en él hicieron profesión de fe y se encomendaron buena parte de los próceres argentinos durante la época de la emancipación: Manuel Belgrano, José de San Martín, Cornelio Saavedra, Domingo French, Nicolás de la Quintana, José Rondeau, Juan Martín de Pueyrredón, Ramón Balcarce, Martín Rodríguez, Estanislao Soler, Manuel Dorrego, y otros líderes y caudillos de la independencia le tributaron el homenaje de su reconocimiento.
Al dirigirse al Paraguay al mando de una expedición, Manuel Belgrano se detuvo en Luján varios días, mandó celebrar una misa cantada el 27 de septiembre de 1810 e hizo varias visitas a Nuestra Señora en el camarín.6
Además de rendirle homenaje por su participación en la gesta de la independencia, Belgrano era recordado con especial afecto por haber residido en Luján durante 1814 y haber consagrado trofeos de guerra a la Virgen de la villa. Entre ellos se cuentan las dos banderas de división realistas arrebatadas por el Ejército del Norte al ejército del general Pío Tristán en la Batalla de Salta, y que Belgrano destinó a Nuestra Señora de Luján en acción de gracias por su protección.
En 1816 luego de liberar al pueblo chileno y antes de embarcarse para iniciar su campaña al Perú, el general José de San Martín visitó el Santuario de Luján para encomendarse a Nuestra Señora. En 1823, de regreso de la gesta libertadora volvió a visitar el Santuario de Luján y dedicó a la Virgen María una de sus espadas.
En 1930 se cumplieron 300 años de la llegada de la imagen a la Argentina. A principios de ese año, el obispo diocesano de La Plata y de Luján, monseñor Francisco Alberti, solicitó en nombre conjunto de los episcopados argentino, uruguayo y paraguayo al papa Pío XI, la declaración oficial de la Virgen de Luján como patrona de las tres Repúblicas.
Basílica de Nuestra Señora de Luján. El 5 de octubre, el mismo obispo platense (en ausencia del arzobispo de Buenos Aires, monseñor Bottaro, postrado por la enfermedad), asumió la representación de todos los arzobispos y obispos de las tres naciones y proclamó (por bula de Pío XI, del 8 de setiembre de 1930) patrona de la Argentina, Uruguay y Paraguay a la Virgen de Luján.
El 15 de octubre de 1934, el cardenal Eugenio Pacelli (futuro papa Pío XII) declaró a «Nuestra Señora de Luján» patrona oficial del XXXII Congreso Eucarístico Internacional.
En 1944 fue declarada patrona de las rutas argentinas y en 1948 de los Ferrocarriles Argentinos, en cuyas estaciones se multiplicaron las imágenes entronizadas de la Virgen. El 3 de junio de 1946 fue declarada patrona de la Policía Federal Argentina. También era patrona del ex-Consejo Nacional de Educación (Argentina).
Como decía al principio la Divina Providencia ha querido bendecir esta tierra y protegerla bajo el cuidado y la protección amorosa de la Ssma. Virgen.
Prontamente estaremos celebrando los doscientos años de nuestra independencia; los verdaderos Próceres de nuestra historia, patriotas, católicos, quisieron que nuestra Patria naciera Católica, herencia de España, de esa España católica, la de los rayes Fernando e Isabel.
El milagro de Luján es parte fundamental de la gestación de Argentina como Nación, primeramente esta gestación comenzó con los primeros misioneros que llegaron a estas tierras, San Francisco Solano en el norte, en las tierras de Misiones, Brasil y Paraguay el Beato Roque González y compañeros Mártires, esto es a modo de ejemplo de la misión que tiene todo bautizado: ser Apóstol, llevando con la palabra y la acción el Evangelio, y Soldado, defendiendo la Fe Verdadera cuando es atacada.
Nos lo dice el Evangelio de este domingo de la infraoctava de la Ascensión, Ntro. Sr. Jesucristo nos advierte sobre la persecución que tendrán los cristianos a causa de su Fe, la tuvieron los primeros cristianos mártires, y lo tendrán los últimos; y que nosotros estamos viendo como ése signo se está cumpliendo, con la muerte de los cristianos a mano de los infieles, y otra persecución, no menos maligna, que es por medio de una Nueva Religión, Mundial, Sincretista, Supersticiosa, donde no adora a Dios como es Trino y Teándrico, sino que se ha puesto y hecho al hombre como Dios, tal cual lo dijo la serpiente en el Paraíso a Adán y a Eva: “seréis como dioses”.
Cuando el hombre se aleja de Dios, su Creador, se adora asimismo, cuando se desvía de la Fe Verdadera, pierde la Esperanza Trascendente, y la Caridad termina en una fría filantropía.
Vemos entonces como nuestra Patria es un despojo de aquella que nació bajo el calor Hispano y en signo de la Cruz; vemos como ahora se ha trocado aquellas devociones, peregrinaciones y manifestaciones de Fe, en devociones populistas de fe mediocre, en visiones de superchería y amuletos de superstición.
Esta decadencia de la sociedad, es fruto del ataque sistemático que se le hace a la Familia, a la enseñanza de las virtudes y costumbres familiares, promueve más derechos y menos obligaciones.
Pero Dios ha hecho cumplir su promesa de Redención en Jesucristo, su Hijo, y en su Ssma. Madre, la Pura y Siempre Virgen María, la que derrotó a la antigua serpiente, la sin pecado original, la Inmaculada Concepción, que desde 1630 se ha querido quedar en Luján como Madre y Señora Nuestra.
Pidámosle pues, que bendiga y proteja a nuestra Patria, a nuestras familias y nos alcance de su Hijo las gracias necesarias para alcanzar la vida eterna.
AVE MARÍA PURÍSIMA!

jueves, 7 de julio de 2016

IX JORNADAS DE CULTURA CATÓLICA VEDIA BS.AS. 2016


IX JORNADAS DE CULTURA CATÓLICA VEDIA BS.AS. 2016



   

SÁBADO 8 Y DOMINGO 9 DE OCTUBRE DE 2016


La gran estafa está consumada, la cultura pervertida. La familia ha sufrido un daño irreparable. Todo bajo promesas de un paraíso en la tierra.
Crítica a la sociología freudiana.

Y vi el cielo abierto y he aquí un caballo blanco y el sedente sobre él llamado “Fiel y Verdadero” y con justicia juzga y guerrea.Y sus ojos, llama de fuego y sobre su cabeza, diademas muchas; teniendo un nombre escrito que nadie sabe sino Él mismo.Y vestido con un vestido teñidos en sangre, y se llama su Nombre “la Palabra de Dios”. Y los ejércitos, los (que están) en el cielo, le seguían en caballos blancos, vestidos de lino fino blanco, puro.Y de su boca sale una espada aguda, para con ella herir a las naciones. Y Él las destruirá con cetro de hierro y Él pisa el lagar del vino del furor de la ira de Dios, el Todopoderoso.Y tiene sobre el vestido y sobre su muslo un nombre escrito: Rey de reyes y Señor de Señores.
Apocalipsis. XIX



LUGAR:
Capilla Ntra. Sra. de Luján. Buenos Aires 695 esq. Paine.  6030 Vedia Pcia. de Bs. As. Argentina

Sábado 8 de Octubre:
17:00 hs.: Palabras de bienvenida a cargo del Rev. Gustavo Peña SRSLRF
17:15 hs.: S.E.R. Mons. Luis Armando Argueta, administrará el Sacramento de la Confirmación.
18:30 hs.: Breve receso y merienda
19:00 hs.: El Licenciado en Psicología Sandro Nastasi disertará sobre: "Las causas y consecuencias de los artificios y engaños con que se subvirtió la cultura occidental y cristiana a partir de la década del 70` desde el punto psicológico".

Domingo 9de Octubre:

09:45 hs.: Rezo del Santo Rosario
10:00 hs.: Santa Misa Cantada de Acción de Gracias, correspondiente al Domingo XXI después de Pentecostés.
11:00 hs.: Desayuno
11:45 hs.: El Joven Cristian Jacobo, disertará sobre: "Una introducción a las Profecías Biblicas"
13:15 hs.: Almuerzo y cierre de las Jornadas (confirmar)

Informes e Inscripción: rpmauro33@yahoo.com
Tel. (02354) 421230 ó (02355) 15447068
Entrada libre y gratuita
Organiza: Sociedad Religiosa San Luis Rey de Francia